México, D.F. / Febrero 7.-
Fue el único que puso de pie al tendido. El diestro español Miguel Ángel Perera realizó una faena con sobrado temple. Confeccionó su trasteo a la altura de lo idílico. Y así con la facilidad de dibujar una lidia de antología, la desgarró con la poca pericia con la espada. Seis desairados pinchazos a “Brujo” para salir con las manos vacías.
En tanto que el rejoneador Diego Ventura cuajó una importante faena al segundo de su lote para llevarse dos excedidas orejas. Así también Octavio García “El Payo” alcanzó un apéndice para salir, junto con el lusitano, como los vencedores de la segunda corrida por los aniversarios de los 65 años de la Plaza de Toros México.
Una tarde que también resultó de maratónica como la del pasado sábado, al lidiarse 10 astados y rozar las cuatro horas de duración.
Perera se jugó la vida con un reserva de Barralva. Se plantó con un temple inmutable.
Aunque su ejemplar se detenía a medio viaje, el matador de Badajoz aguantaba firme a que el burel siguiera su muleta. Así se colocaba entre los pitones sin recato. Torero, muleta y toros, se fusionaron en una simbiosis de estampa taurina.
Realizó dos “antinas” para después sacar la muleta por la espalda. Nunca se acojonó pese a rozar la cornamenta con sus muslo. Se los ofreció como carnada, los coqueteo y hasta los cacheteó con la palma de las manos.
El tendido se le entregó al grito de “¡torero, torero!”. Por momentos, en un arranque de emoción la gente se excedió al aventar cojines al ruedo, con el peligro que al matador en turno le representa dicha acción.
Pero la funesta ejecución de la suerte suprema le negó amarrar la faena que se hubiera convertido de aquellas que alcanzan el calificativo de antológica.
De igual forma, los más de 30 mil aficionados lo festejaron como si hubiera cortado el máximo de apéndices. Por momentos eclipsó a Diego Ventura.
El rejoneador de Lisboa embelesó de nueva cuenta el coso de Insurgentes con su adiestrada cuadrilla. Fue en su segundo turno en donde jugó toda su baraja taurina.
Decidió recibir a Puerta Gayola a Fina Estampa. El primer rejón de castigo lo ejecutó a una velocidad escandalosa. Sin embargo, ésta quedó en la parte trasera del toro. Su única mancha de su faena.
Con el corsario Oro, brilló en las banderillas. Llevó a su ejemplar de la dehesa de Garfias a dos pistas, con suavidad y pasando por dentro hasta en dos tiempos. Sobre Sueste fascinó en su quita de cara al toro. Un quiebre milimétrico que no permite error alguno.
Ventura apenas agarró el rejón de muerte y se lanzó decidido hacia su enemigo. Cuando aún tocaban los clarines de muerte para avisar el cambio de tercio, el portugués ya había tocado pelo.
Ejecución perfecta que adornó bajándose de Califas, pidiéndole la muerte a su burel y su equino relinchando con dirección a la puerta de picadores.
El juez de plaza Gilberto Ruiz, benevolente en su decisión, otorgó los dos apéndices de un jalón. Hubo algunas protestas del público, pero todos coincidieron en reconocerle a Ventura su frescura manera de entender el toreo de a caballo.
“El Payo” también confeccionó un gran trasteo en su primer turno a un ejemplar del hierro queretano de Barralva. A Canelo lo dominó desde las primeras “chicuelinas”. Las tandas bien ejecutadas por derechazos y naturales le sumaron adeptos ya en su labor muleteril. En un palmo de terreno, engarzó tandas de hasta cinco quites.
Y aunque hubo un momento de susto, cuando el astado del diestro queretano, se paró tras recibir un certero estoconazo en el primer intento, no mermó en la decisión del juez para brindarle un apéndice. También el tendido se nevó para refutar la decisión.
En tanto que el aguascalentense Arturo Saldívar sólo tuvo pinceladas con los de su lote. Además, tuvo que enfrentarse al peor ejemplar con el octavo de la tarde.
Un toro soso que reculaba con el solo sentir de la muleta. Recibió aplausos de una afición, que respondió a ambas corridas por los festejos de la catedral mexicana de la tauromaquia.
La gente que se dio cita en la México se mostró por momento fría pese a las suertes de Ventura. Fue poco paciente ante las primeras muestras de sosería de los toros y se le entregó en cuerpo y alma a Perera.
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