México, D.F.-
Descubren 23 lápidas de más de 550 años de antigüedad con texto de la cultura mexica, frente a los vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlan, en el Centro Histórico del Distrito Federal, informaron arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología (INAH).
Al inaugurar el ciclo de conferencias conmemorativo al 34 aniversario del hallazgo del monolito de la Coyolxauhqui, el arqueólogo Raúl Barrera destacó el gran valor del hallazgo pues es la primera vez que vestigios son encontrados dentro del recinto sagrado de Tenochtitlan, además “la cantidad de lápidas están dispuestas a manera de documento iconográfico”, lo cual crea un discurso narrativo sobre algunos mitos existentes entre los oriundos de Aztlán.
Abundó que en las losas se observan representaciones de serpientes, gente cautiva, ornamentos y guerreros que aluden al nacimiento de Huitzilopochtli y al origen de la Guerra Sagrada.
Las lápidas fueron localizadas a finales del año pasado en la Plaza Manuel Gamio, junto a la plataforma circular decorada con cabezas de serpientes descubierta en septiembre de 2011.
“Los documentos ‘Historia general de las cosas de la Nueva España’, de Bernardino de Sahagún; ‘Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme’, escrito por Diego Durán, y los códices ‘Boturini’ y ‘Chimalpopoca’, que refieren a los mitos del nacimiento de Huitzilopochtli y del origen de la Guerra Sagrada entre los mexicas, nos sugirieron que las imágenes talladas en estas 23 lajas de tezontle rojo y gris —cuyas dimensiones en promedio son de 50 cm de alto y 40 de ancho— están relacionadas con dichas narraciones mitológicas”, mencionó Barrera.
“El mito del nacimiento de Huitzilopochtli dice que la diosa de la tierra y la fertilidad, Coatlicue, quedó embarazada mediante una pluma que entró en su vientre mientras ella barría; molestos por ello, sus hijos, los 400 guerreros surianos (en náhuatl ‘centzonhuitznahua’) y la diosa Coyolxauhqui decidieron ir a la montaña de Coatepec, donde vivía Coatlicue, para matarla y, para llegar hasta ese sitio tuvieron que pasar por diferentes lugares: Tzompantlitlan, Coaxalpan y Apétlac.
“A su llegada al cerro Coatepec -continúo Barrera- Coyolxauhqui y los guerreros enfrentaron a Coatlicue y la decapitaron, en ese momento nació el dios de la guerra Huitzilopochtli, quien enfrentó a los surianos y mató a su hermana, a la cual desmembró”.
Todos los sitios que se citan en el mito, según las crónicas de Bernardino de Sahagún, están representados en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan: el cerro Coatepec con el Templo Mayor; Apétlac con una gran losa decorada con serpientes donde eran recibidos los sacrificados, lugar localizado dentro de la zona arqueológica en la plataforma frontal de Templo Mayor.
Mientras que Tzompantlitlan fue representado con un altar de un solo cuerpo donde se colocaban los cráneos de los sacrificados —encontrado el siglo pasado por el arqueólogo Leopoldo Batres donde hoy está la calle de Guatemala—; y el Coaxalpan, con una franja de piso al pie del Templo Mayor por donde sólo podían caminar los sacerdotes, sitio que quizá corresponda al suelo con lápidas recién encontrado.
Las imágenes en relieve que presenta la veintena de lápidas, aluden a ocho serpientes con las fauces abiertas, de las cuales se aprecia la lengua bífida y en la parte inferior el crótalo; la representación de un escudo de guerra o chimalli con figuras de caracoles y cuentas de piedra, y dardos en dirección a la parte inferior, y trazos que quizá simbolicen chorros de sangre, detallaron Lorena Vázquez y Rocío Morales, arqueólogas involucradas en la investigación.
Asimismo, otras de las imágenes grabadas en las lápidas son: un dardo con representación de humo hacia los lados, frente a la cual se halló una punta de flecha de obsidiana; la de un guerrero estelar ataviado que porta en una mano su chimalli y en la otra un lanza dardos —arma con la cual Huitzilopochtli vence a Coyolxauhqui—; así como relieves de ornamentos característicos de esta diosa.
Otra de las lápidas descubiertas tiene grabada la figura de un cautivo arrodillado con las manos atadas sobre la espalda, que posiblemente está hablando —frente a su boca está la figura de una vírgula— y del cual se aprecia la talla de una lágrima cayendo de su ojo; en otra de las piezas prehispánicas se observa el rostro de perfil de un decapitado que lleva un tocado de plumas y una orejera; además de representaciones de ornamentos, como un rosetón adornado con plumas y una flor cortada transversalmente.
“Algunas de las lajas tienen a los costados las representaciones de círculos, a manera de numerales, que posiblemente aludan a fechas calendáricas, sin embargo, se continúa con los estudios para determinar sí efectivamente indican alguna fecha”, precisó Lorena Vázquez Vallín.
Los especialistas del INAH comentaron que el hallazgo se dio durante los trabajos de supervisión arqueológica de las obras de adecuación que se realizan para la creación de un nuevo acceso al Museo de Templo Mayor, por lo que una vez terminada esa labor de sondeo, para determinar la existencia de algún tipo de ofrenda debajo de las lápidas, así como las labores de limpieza y restauración en las lajas, se colocará un piso de cristal para que visitantes puedan admirar esos 23 relieves del siglo XV.
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