Guanajuato, Gto. / Octubre 21.-
“Usted -le dijo Bárbara Alvarado a Guillermina Bravo la semana pasada- tiene que estar en el Cervantino para su homenaje en el Teatro Juárez”.
Guillermina Bravo (fundadora del Ballet Nacional de México, Premio Nacional de Ciencias y Artes, Creadora Emérita y discípula de Waldeen) cerró los ojos. Por su mente pasaron dos cosas: primero, pasajes de sus 90 años de vida; segundo, “las enormes escaleras del Teatro Juárez”. Abrió los ojos para responder: “No. No creo que no pueda subir la escalinata de ese teatro”.
Desde hace dos semanas, Guillermina Bravo padece una gripa que la tiene en reposo obligatorio. Alvarado, que fue su discípula y ahora es coreógrafa de la compañía Aletheia, la visita tres veces por semana y todavía el viernes pasado intentó convencerla: “Podemos llevarla en una ambulancia”, dijo Bárbara en el colmo de la desesperación.
La respuesta fue, a la vez, una negativa y una lección de dignidad: “Yo soy la homenajeada ¿cómo crees que la homenajeada va a llegar en ambulancia al Juárez?”. Y así fue. La gala de danza se realizó el miércoles en el Festival Cervantino con un “homenaje en ausencia”.
Bárbara Alvarado participó con la coreografía “Sol y sombra”, que fue creada en 20005 para el Ballet Nacional de México por petición expresa de Guillermina Bravo. Al final de la función, Alvarado narró sus fallidos esfuerzos por traer a su maestra al homenaje. Luego dijo resignada: “Esa es Guillermina Bravo. Así lo quiso ‘La bruja’”.
Y dice “La bruja” con cariño; con una complicidad que adquirió por haber sido su discípula durante 20 años. “Ella está muy triste por no haber venido, pero estoy segura que sabe que hicimos el homenaje pensando en todo lo que ella logró para la danza mexicana y todo lo que ella cree. Nosotros somos, de alguna manera, resultado de su trabajo”.
El reto: superar a la maestra
Además de ser en “ausencia”, el homenaje resultó la consumación de una especie de matricidio dancístico cometido por los discípulos en contra de Guillermina Bravo, cuya trayectoria la han convertido en una matriarca de la danza en el país.
“No quiero ser su hijito, quiero rebasarla”, dijo Luis Arreguín, que trabajó con ella por 25 años y que cerró la función del miércoles en el Teatro Juárez con su compañía Las Pléyades, interpretando el estreno de “Días Extraños”. Se trata, en efecto, de una coreografía lejana a Bravo: no hay coros ni se detienen en la grandilocuencia.
Por el contrario, “Días extraños” es cotidiana y metafórica: la historia de una mujer que es desnudada en el escenario y atormentada por el interminable ruido de globos que se revientan. Arreguín interpreta luego a un hombre que se ahoga, literalmente, en un vaso de agua y al final enfrenta al público para conseguir, no una respuesta, sino una pregunta ¿Por qué diablos la vida se ha vuelto tan extraña?
Al salir de la función en el Teatro Juárez (y con el agua todavía escurriendo en su cabello), Arreguín disparó: “Ni me inspiré en Guillermina Bravo ni me basé en alguna de sus obras. ‘Días Extraños’ está basada en una película”.
Ya antes, Bárbara Alvarado había dicho algo similar al explicar la obra que ella presentó en el homenaje: “Aunque, como ya dije, es una pieza que pusimos hace cinco años por petición de Bravo, lo que hice fue retomarla y reinterpretarla con elementos nuevos que mostraran la Bárbara que soy ahora, la evolución de mi propia danza”.
Ninguno es ingrato. Areguín sabe que le debe mucho. Pero insiste en marcar una distancia sana: “Yo creo que el mejor legado de Guillermina es que nosotros seamos libres. Yo no quiero ser su alumno. Soy su discípulo y como tal, quiero rebasarla, así como quiero también que mis discípulos me rebasen”.
La función de homenaje se compuso de cuatro compañías. Comenzó con Epicentro, que interpretó “Ojos cerrados” (tres mujeres que van de una vida mecánica al goce sensual); Aletheia, que bailó “Sol y sombra” (popurrí de boleros, flamenco y música electrónica y cuyo pegamento es una coreografía genérica intercambiable); Ciudad interior con “Erótica” y “Homoloidal” (trabajos concentrados en las posibilidades eróticas del cuerpo), y Las pléyades, que presentó “Días extraños”.
Las críticas imaginarias
El homenaje terminó con un aplauso de dos minutos y la ausencia no sólo de la homenajeada sino también de alguna autoridad cervantina, estatal o municipal que explicara al público el sentido de ese homenaje.
Quedó en el aire una pregunta, ¿qué hubiera dicho Guillermina Bravo al observar las coreografía de la función en el Teatro Juárez?
Luis Arrieta aventuró una respuesta: “Hubiera encontrado errores. Guillermina Bravo nunca estaba contenta, siempre tenía algo que corregir. Las coreografías que le presentábamos siempre eran calificadas de mediocre para abajo”, comentó.
Sin embargo, Luis Arrieta, apunta de nueva cuenta en contra de su maestra: “Pero ella no tiene la verdad; nadie tenemos la verdad. Hubo ocasiones en que se equivocó rotundamente, como aquella vez que canceló ‘Carmina Burana’ porque no le gustaba, y después resultó un éxito que nos llevó de gira por muchas ciudades”.
Y remata con la misma frase de Alvarado: “Esa es Guillermina Bravo”. Y después de todo, la propia Bravo había declarado el 7 de julio de 2006 a EL UNIVERSAL, con motivo de la desintegración del Ballet Nacional de México: “A mí, denme por muerta”. El miércoles, en el Teatro Juárez, sus discípulos no hicieron más que cumplir su deseo.
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