México, D.F.-
La danza contemporánea es una disciplina relativamente joven en el país, desde mediados del siglo XX ha tenido exponentes tan importantes como Guillermina Bravo, los últimos 20 años han estado marcados por la experimentación, la exploración y la audacia de muchos de sus hacedores que hoy se mantienen en activo.
Pese a que tenido épocas que marcaron un hito en la historia de la danza mexicana, es un arte que, para un gran sector de su comunidad, ha sido soslayado no sólo por las políticas culturales, sino también por el público.
Coreógrafos, bailarines, promotores, escenógrafos, iluminadores, músicos, videoastas, críticos, investigadores, así como las becas otorgadas por las instituciones son los que han mantenido a flote un barco que cada vez tiene más pasajeros.
En este complejo contexto nace el reality show titulado “Ópera Prima @el colectivo”, producido por Canal 22, dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), anunciado por la televisora que hoy permanece acéfala ante la salida de su última directora, Irma Pía González, como “el más grande apoyo de la televisión pública a la danza contemporánea”.
Arranca el domingo 15 de abril, durará ocho semanas y sólo premiará a cuatro de los 20 seleccionados -de un universo de 523 participantes- con becas de 25 y 30 mil pesos mensuales y un premio del público de 50 mil pesos.
El gremio dancístico ha mostrado recelo ante la propuesta. En las redes sociales, por ejemplo, @el colectivo fue calificado como “pan y circo”; para otros es un ejercicio con buenas intenciones, pero sólo beneficiará al canal y al Conaculta porque dará la impresión de que para el Estado la danza sí importa, cuando, aseguran, la realidad es otra.
@el colectivo nace en un tiempo electoral que prohíbe la promoción de organismos federales, por ello su lanzamiento ha sido discreto; además, surge en medio de un escándalo: el Comité de Selección, integrado en una primera etapa por Lidya Romero, Ruby Gámez, Miguel Angel Diaz, Haydee Lachino y Nadia Lartigue, renunció por un suceso que han preferido mantener oculto, pero que de acuerdo a algunas fuentes consultadas, se debió a que la producción quiso imponer a uno de los jóvenes participantes que finalmente renunció al programa de televisión.
EL UNIVERSAL buscó a las partes involucradas para que aclararan lo sucedido, pero hasta esta noche no se obtuvo respuesta de los implicados.
Ahora, el coordinador académico será el coreógrafo Ruby Gámez y algunos de los coreógrafos participantes serán Jaime Camarena, Jessica Sandoval, José Rivera Moya y Duane Cochran, entre otros.
En medio de la expectativa, hay 20 jóvenes provenientes de estados como Puebla, Colima, Jalisco, Morelos, San Luis Potosí, estado de México, Veracruz y del Distrito Federal, que comparten un mismo sueño: vivir para y por la danza. Aquí algunas de sus historias.
Algunos de los seleccionados
Sergio Vázquez Contreras tiene 20 años, nació en Tijuana y llegó a la danza casi por accidente porque su destino, dice, era dedicarse al diseño gráfico.
A los 18 años, mientras vivía un receso académico, decidió entrar a un diplomado de danza contemporánea. “Me di cuenta que mi apuesta en la vida era por la danza”.
Desde entonces se ha enfocado en su formación y trabaja de cerca con la compañía Lux Boreal, con quien ha bailado como invitado. “La danza es una especia de cámara que me permite crear imágenes con mi cuerpo, es un medio para expresarme y para compartir lo que hay en mi cabeza o en la cabeza de alguien más”, dice.
Aunque en su audición le fue bien, asegura que estaba nervioso. “Más de 500 personas querían entrar, imagínate, seguramente hay muchos más que ya se están dedicado a esto, eso nos obliga a ser cada vez mejores”, dice Sergio Vázquez Contreras.
Alberto Hiromoto, de 22 años, originario de Morelos, visitó la ciudad de México y observó de lejos a un grupo de bailarines. Quedó impactado y quiso tomar clases. Su familia se negó y le propuso un trato a sus padres, él demostraría que era su vocación, si no daba resultados, abandonaría la danza y se dedicaría a otra carrera alejada del arte.
“Ellos creían que los bailarines no tienen dinero, con el tiempo vieron que era en serio y me apoyaron, saben que no puedo vivir sin verla, bailarla, es mi vida”.
A José Ramón Corral -22 años, Sonora- le gustaba el hip hop y el jazz hasta que un amigo lo invitó a una clase de contemporáneo. Luego se integró a un grupo que ofreció una gira por varios municipios de Sonora, donde, dice, quizá nunca habían visto danza. “Con esa gira aprendí lo que es un bailarín: despertar de madrugada, subir a un camión para encontrarte con la gente y ofrecerles tu trabajo, terminar la función y regresar a tu vida, a entrenar y a concentrarte en la danza”, dice Corral.
La visión femenina
Irma Monterrubio es una de las jóvenes con más experiencia del grupo. Tiene 26 años, es originaria de Querétaro y cuenta que empezó a bailar desde los ocho años, luego de asistir a un curso de verano. “Me enamoré, me hizo muy feliz la danza, no imagino mi vida en otro lugar”, dice.
La joven bailarina no forma parte de ninguna compañía, pero es asidua a Aletheia, Cuerpo Escénico de México. La experiencia, dice, la ha obligado a soñar con los ojos abiertos.
“Sé que mucha gente no entiende nuestro lenguaje, pero también me ha tocado estar frente a un público que sí reacciona muy bien ante lo que hacemos. Vivir de esto es además muy complicado, no te pagan, tienes que gestionar tus proyectos y no todo el mundo cree en ti; quisiera creer que un día la gente podrá sentir lo que yo siento cuando bailo”, comenta la joven bailarina Irma Monterrubio.
La historia de Flor Garfias Bucio es muy parecida a la que muchos quisieran tener, es miembro de una agrupación: Camerino 4, y aunque con dificultades, dice que hasta ahora ha sido posible vivir de lo que hace.
Garfias Bucio narra que el inicio fue difícil. “Mi cuerpo empezó a cambiar en la adolescencia y tuve problemas de bulimia y anorexia. Terminé en cama y vi a mi familia muy triste por mí, sentí que la danza era el amor de mi vida pero entendí que debía bailar con el cuerpo que tenía, me recuperé y continué con mi formación. Hoy estoy en una compañía desde hace cinco años y deseo entrar al concurso por todas las experiencias que tendré”.
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