México, D.F. / Octubre 20.-
Especialistas del INAH realizan una investigación arqueomusicológica de más de 800 pendientes-cascabeles de caracol hallados entre 1978 y 1997, en numerosas ofrendas del Templo Mayor.
Para el análisis del sonido de estos objetos, se realizaron réplicas a fin de grabar y analizar su sonido al entrechocarlos unos con otros, e indagar sobre el significado acústico que tuvieron, hasta el momento han determinado que su modo de manufactura y cantidad de cascabeles resultaba determinante para producir ciertas resonancias que podrían vincularse con la fertilidad, la guerra y el inframundo, destaca un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El arqueólogo Adrián Velásquez Castro, investigador del Museo del Templo Mayor, dio a conocer este estudio realizado en torno a los pendientes de caracol del género Oliva, durante su participación en el Coloquio Internacional Arte y Antropología del Sonido en Mesoamérica, con la ponencia “El sonido de la tierra”, que se efectuó en el Museo Nacional de Antropología.
Agregó que estos objetos de concha son los más numerosos encontrados en las ofrendas del Templo Mayor y sus edificaciones aledañas, correspondientes a las etapas constructivas IV a VII de esta edificación prehispánica, hechas durante los últimos 80 años del imperio mexica (1440-1521).
“El aspecto iconográfico de los cascabeles de caracol ha sido muy estudiado, pero aún falta indagar más su valor acústico. Estas piezas eran importantes símbolos de la tierra y la fertilidad, asociados a diversas deidades terrestres que los portaban, como Tlaltecuhtli, Cihuatéotl, Cihuacóatl, Ilamatecuhtli, Itzapapálotl, Chantico y Tlazoltétol-Ixcuina, según documentos pictográficos y representaciones escultóricas”, abundó.
El antropólogo e historiador indicó que algunas diosas, como la Coatlicue, porta una especie de falda de serpientes entrelazadas, con las cabezas y los crótalos ubicados en la posición que tendrían los caracoles.
“Otra deidad que viste con cascabeles es Mictlantecuhtli, dios del inframundo; en muchas de las ofrendas del Templo Mayor, los objetos de caracol se encuentran asociados a elementos acuáticos, ya que consideraban que el Mictlan, el lugar de los muertos, estaba debajo de la tierra a manera de reino marino”.
Añadió que en otras ofrendas, los pendientes de caracol se asociaban a elementos relacionados con el sacrificio de hombres, como cráneos y cuchillos de pedernal, lo cual puede interpretarse como la necesidad de la tierra de ser alimentada con sangre y corazones humanos.
Velázquez detalló que el estudio sonoro, realizado junto con el especialista alemán Arnd Adje Both, retoma fuentes documentales que abordan el aspecto sonoro de los caracoles, como las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, quien dejó testimonios de la vida ritual de los mexicas, o el texto Crónica Mexicayotl, de Hernando de Alvarado Tezozómoc, en el que aborda la guerra de los mexicas ante los huastecos y narra que estos últimos traían cinturones adornados con cascabeles de caracol, los cuales debían sonar para producir respeto y temor.
Dedicado a la investigación de los materiales arqueológicos de concha desde hace varios años, Adrián Velázquez concluyó que “aunque aún no estamos seguros si mediante los caracoles deseaban imitar sonidos de la naturaleza, como el agua o los cascabeles de las serpientes, lo que sí se sabe es que había una compleja asociación entre tierra, agua, serpiente de cascabel y fertilidad. Estas concepciones y percepciones estaban íntimamente relacionadas en la cosmovisión prehispánica”.
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