México, D.F.-
Las conquistas son para disfrutarse y así lo entiende Fermín Spínola, quien desde el domingo pasado está inscrito en un selecto grupo de toreros de la Plaza México. El rabo que cortó durante la actuación del fin semana representa para el diestro mexiquense un reencuentro soñado con la Monumental —donde no comparecía desde hace dos años— y, además, el momento de madurez taurina por el que atraviesa su carrera.
“Creo que lo logré, fue impactante ver esa respuesta de la afición en la faena, en la salida a hombros, unificar criterios en el público, en la prensa, en todos, es muy difícil y lo conseguí. Creo que fue una actuación de mucho peso”, analiza el diestro.
Fermín protagonizó una tarde rotunda en La México, se pegó un par de arrimones frente a un lote violento y complicado de La Soledad, ante el que mostró la faceta de torero valiente. Después, frente al regalo de Los Encinos, el diestro dejó ver su lado artista y la ambición por trascender, dejó ver que evade las comodidades, las facilidades, pues —aunque la afición pedía el indulto— se volcó con toda verdad sobre el morrillo de Príncipe, seguro de cortar los máximos apéndices.
“Sí, es muy tentador, definitivamente”, admite el diestro, a propósito de la opción que se presentó en la cita dominical de indultar al ejemplar de Los Encinos. “Pude recurrir con esa magnitud con la que estaba la gente a favor del toro, —la gente estaba gritando ‘toro, toro’ —por quererlo indultar—, pero darle la vuelta a esto y poner a la gente en el grito de ‘torero, torero’, eso fue grandioso. Yo sí decía, es un toro bueno, pero tiene que morir en el ruedo, yo sabía que el rabo cae más de peso que un indulto. Había que matarlo, definitivamente; ya había indultado un toro aquí hace varias temporadas y es más consagratorio salir con un rabo”, sentencia Spínola, quien indultara en marzo de 2003 a Vinatero, ejemplar de De Santiago, con el que se inscribió en otro capítulo histórico del coso.
El torero destaca la emotividad de Príncipe como la cualidad puntal, la que le permitió abandonarse en el ruedo y establecer una conexión intensa con la afición que, a hombros, lo llevó a recorrer varios metros del Eje 6 Sur Ángel Urraza y otros tantos de la avenida Insurgentes, trayecto en el que la eufórica afición hizo hasta tres escalas en distintos restaurantes para convidar un sorbo de cerveza al triunfador que llevaban en volandas.
“Estoy muy agradecido con esa entrega, con ese cariño que la gente me mostró”, subraya Spínola y recuerda cómo vivió esa marcha a hombros de los aficionados. “Se me venían a la cabeza los recuerdos de los sacrificios y, decía: ‘Lo logré’. Algo que yo buscaba era tener esa respuesta de la gente, fue impactante esa euforia que había en el ruedo, cómo se brincó la gente. También lo de Pablo trascendió muchísimo, pero la salida a hombros cuando me quedé solo, cómo se juntó la gente, cómo iba atrás de mí por el Eje 6, fue padrísimo, era lo que siempre había deseado”, finaliza.
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