México, D.F. / Octubre 19.-
México siempre ha tenido una tradición astronómica. En el siglo XIX participaba con otras potencias en el proyecto mundial Carte du Ciel, cuando en 1883, el mexicano José A. y Bonilla detectó fragmentos del núcleo de un cometa que se acercaron peligrosamente a la Tierra a una distancia de entre 538 a más de 8 mil kilómetros (km).
El entonces director del Observatorio de Zacatecas reportó el hallazgo a la comunidad científica y se publicó un artículo en la revista francesa L’Astronomie, pero al no ofrecer ninguna hipótesis, el editor especuló su origen y lo consignó como pájaros que se cruzaron frente a la lente.
Las observaciones de Bonilla fueron rescatadas e interpretadas con el conocimiento de hoy en día por los astrónomos Héctor Durand y Guadalupe Cordero, del Instituto de Geofísica, y María de la Paz Ramos, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. El estudio fue difundido en arXiv (un sitio de publicaciones científicas en Internet), de la Universidad de Cornell y ahora espera ser publicado en la revista Planetarium and Space Science.
Logro mexicano
“Bonilla se dedicaba a la observación solar cuando vio que unos objetos oscuros pasaban adelante. Los describió envueltos en una bruma. Lo que hicimos fue experimentar con telescopios muy sencillos -similares a los de aquella época-, tratamos de ver si los objetos que estuvieran muy cercanos pudieran dar este efecto. Pero no fue así. De hecho, los objetos son casi invisibles o cubrían el lente en su totalidad”, comentó en entrevista con EL UNIVERSAL el doctor en física del espacio, Javier Durand.
José A. y Bonilla realizó las observaciones entre el 12 y 13 de agosto de 1883 y entonces calculó 447 cuerpos con un diámetro de 46 a 795 metros, que en conjunto pesaban casi nueve veces lo que el cometa Halley.
Para calcular la distancia, los investigadores tomaron en cuenta todas las descripciones de Bonilla.
“Según el artículo, los objetos pasaron muy cerca de la Tierra, pasaron a la distancia de la Luna o menos, pero no tenía forma de saber la distancia. Nos fijamos que él decía que mostraban una nebulosidad, los objetos que corresponden con estas características son los cometas. Si hubiera sido uno o una serie se hubieran visto en todo el mundo, por lo que supusimos que era un cometa fragmentado.
“Bonilla anotó el tiempo que tardaban los objetos en pasar delante del Sol, entre un tercio de segundo y un segundo; y otro dato es la velocidad a la que pasan los objetos, cometas, meteoros, a la altura de la órbita de la Tierra, que es de cerca de 40 km o 50 km por segundo. Con estos datos se puede calcular la distancia que recorría el objeto realmente delante del Sol, y sabiendo esa distancia y el diámetro que forma el disco Solar, que es de medio grado, se calculó la distancia”, explicó Javier Durand.
Después de su primera observación, Bonilla telegrafió a la ciudad de México y les notificó lo que pasaba, ellos observaron, pero no vieron nada.
La nueva interpretación propone que la cercanía de los objetos fue lo que impidió que se viera en otras zonas.
“Si usted pone muy cerca de la cara un dedo y cierra un ojo verá que el dedo se proyecta sobre una parte del fondo y si usted lo hace con el otro se proyecta en otro lado. Los objetos se proyectaban desde Zacatecas hacia el Sol, pero en la ciudad de México se proyectaban en el espacio oscuro; como era de día, no podían ver algo tan débil, sino fragmentos. Creemos que miraban al Sol, no a la dirección que debían”, detalló el también profesor del postgrado de Ciencias de la Tierra.
Alerta temprana
A decir de Durand, las observaciones de Bonilla cambian “nuestra visión que tenemos sobre los peligros de los objetos que están en el espacio. Se ha ocupado mucho de los asteroides, de los cometas enteros, pero aquí nos enfrentamos de un cometa fragmentado, es muy difícil de detectar y podrían causar algún estrago si impactan”.
“Lo que hay que hacer es diseñar algún tipo de método para detectar los cometas fragmentados… desde luego México puede contribuir, una de sus grandes fuertes en ciencia es la astronomía, hemos hecho astronomía desde la época prehispánica”, concluyó.
Los programas de monitoreo de objetos espaciales cercanos a la Tierra se concentran en la detección y análisis de meteoritos o asteroides; pero no en los núcleos fragmentados de cometas, que por su estructura dispersa no se observan tan fácilmente, pero de impactarse contra la Tierra ocasionarían estragos considerables.
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