México, D.F.-
La vida de Carlos Fuentes fue agitada y productiva. No sólo era considerado uno de los escritores más importantes de habla hispana y eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, sino que fue autor de una escritura ambiciosa que abarcó el cuento, la novela, el ensayo y las colaboraciones periodísticas.
El escritor mexicano nacido en Panamá -por la movilidad de su padre, el diplomático Rafael Fuentes Boettiger-, el 11 de noviembre de 1928, murió este martes en su patria, México, a la que dedicó no sólo tres de sus novelas -la última “La voluntad y la fortuna”- sino también su discurso de recepción del Premio Cervantes. Allí dijo: “Comparto el Premio Cervantes, en primer lugar, con mi patria, México, patria de mi sangre pero también de mi imaginación, a menudo conflictiva, a menudo contradictoria, pero siempre apasionada. México es mi herencia, pero no mi indiferencia”.
El narrador, guionista y diplomático murió a los 83 años de edad, por una hemorragia grave del tubo digestivo que le provocó la pérdida del estado de conciencia unas horas después de haber empezado e insuficiencia respiratoria, por lo que fue trasladado a un nosocomio de la ciudad para ser atendido. Allí murió a las 12:15 horas, una hora después de haber llegado.
Arturo Ballesteros, su médico desde hace diez años, informó que “tuvo la hemorragia por demás asintomática, fue súbita y le causó un malestar que lo despertó a las cinco de la mañana, pero todavía tomó líquidos, se bañó y después se desmayó, fue entonces que Silvia (Lemus, su esposa) me llamó. Lo mas probable es que haya sido una hemorragia por úlcera”.
Carlos Fuentes murió consolidado como una figura indispensable de las letras del orbe, gran escritor e intelectual, voz crítica indispensable para comprender los tiempos pasados, presentes y futuros. Hace apenas dos días dijo a el diario español El País que no tenía ningún miedo literario y subrayó que escribía, desde el lunes pasado, un nuevo libro en México.
“Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo”, dijo.
A Carlos Fuentes se le fue la vida dedicado a la literatura. Demostró que se podía ser escritor de tiempo completo en un México en el que los que escribían hacían miles de suertes más. Hablaba más de la vida que de la muerte; su narrativa habla por él, en “Gringo viejo” dijo: “Nadie me verá decrépito. Siempre seré joven porque hoy me atrevo a volver a ser joven. Siempre seré recordado como fui”.
Aquí le tocó vivir…
Carlos Fuentes, el hombre gallardo y galante llamado por muchos dandy guerrillero y por otros un hombre que vivía entre el cosmopolitismo gringo y la mexicanidad, siempre se enorgulleció de estar rodeado de muchos protagonistas de la República de las Letras; entre sus amigos estaban Carlos Monsivais, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, pero también Sergio Ramírez, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda. Sin embargo, no se quedó allí, el autor fue mentor de generaciones más jóvenes: Jorge Volpi, Juan Villoro, Cristina Rivera Garza y Juan Gabriel Vázquez.
Su orgullo también estaba en el fondo, en cómo confirmó que debía ser escritor, la anécdota la contaba a diestra y siniestra, así lo hizo en la UNAM, durante un coloquio realizado en 2008 para analizar su obra y celebrar su vida:
“Una noche de verano conocí a Thomas Mann en un café. Era un hombre alto, elegante y sabía manejar a la perfección los cubiertos con los que comía. En ese instante, se me reveló un deseo, y dije: ‘Si no puedo ser él, ni escribir como él, al menos quiero hacer lo que él’, y al regresar a México con esa idea sentí claramente que esta ciudad me dijo al oído: ‘Carlos, aquí te tocó, qué le vas a hacer, en la región más transparente’. Y el novelista nació”, afirmó ante admiradores y estudiosos de su obra.
Allí mismo rememoró cómo aprendió literatura “en las rodillas de Alfonso Reyes” y cómo lo hizo también a través de las enseñanzas de sus de sus maestros y amigos. Ese día, recordó que en Santiago de Chile, en la gaceta del Instituto Chileno, escribió su primera novela: Estampas mexicanas “muy patriotera, pero eso sí, llena de las mejores intenciones”.
El autor de obras emblemáticas como “La muerte de Artemio Cruz”, “Cristóbal Nonato2, “Aura” y “Las buenas conciencias”, entró con paso firme al concierto de las letras, en 1958, con una novela emblemática La región más transparente, que se insertó en las obras del llamado Boom latinoamericano, a partir de allí la vida le sonrió, tuvo voluntad y tuvo fortuna.
A pesar de la tragedia que circundó a su familia, sus dos hijos con Silvia Lemus: Carlos y Natasha, murieron jóvenes en situaciones dolorosas -de ellos habló en su libro más autobiográfico En esto creo-, Carlos Fuentes y su esposa salieron avantes, allí señala que compartieron “la alegría de tener hijos. La pena de perderlos”.
Nuestro Virgilio
Fuentes es sin duda figura clave de las letras en español, prolífico hacedor de tramas e historias que se han traducido a más de 20 idiomas como francés, inglés, polaco, chino, italiano y portugués; muchas de esas traducciones las donó a la Biblioteca Vasconcelos, su colección de revistas las entregó a la Biblioteca Nacional y su archivo personal lo vendió a la Universidad de Princeton.
De ese enamorado de las mujeres, amante fiel de Silvia Lemus, a quien denomino “la galaxia misma”, padre de Cecilia, la hija que le sobrevive y procreó con la actriz Rita Macedo, escritores, editores y amigos celebraron su vitalidad. Jorge Volpi lo llamó “nuestro Virgilio” y en un artículo en El País dijo que es un “crítico tan agudo como feroz, tan profundo como descarnado. Un guía generoso”. Cristina Rivera-Garza asegura: “Fuentes nos enseñó a pensar críticamente la posición de México en la historia y en el contexto de este mundo contemporáneo”.
Distintas instituciones culturales y educativas externaron su pesar por la pérdida del novelista mexicano.
Del ganador del Premio Rómulo Gallegos y del Príncipe de Asturias, queda su literatura y los libros póstumos que publicará Alfaguara. Marcela González, su editora dijo que la próxima semana saldrá “Personas” donde perfila retratos de líderes latinoamericanos, y para noviembre esperan la salida de la novela Federico en su balcón; contó también que Fuentes hacía investigaciones para su libro “El baile del Centenario”.
Quedan pendientes los festejos por el 50 aniversario de “Aura” y “La muerte de Artemio Cruz” qué se realizará en junio y la entrega del tomo 4 de Obras Reunidas que publica el FCE.
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