México, D.F. / Octubre 29.-
El monarca agita los cascabeles y las sonajas. Libera el alma del difunto en un grito que retumba entre las Barrancas del Cobre, en Chihuahua. A su alrededor danza el resto de la comunidad, con trajes y penachos de colores.
El matachín y el yúmare han comenzado. Estas danzas dan la bienvenida a sus muertos. En el piso círculos de cal con veladoras encendidas les mostrarán el camino hasta su cueva o choza donde les espera su ofrenda con ingredientes como el maíz y el nopal.
El 1 de noviembre, al caer el ocaso, da inicio el ritual. Los tarahumaras reparten, con la mano izquierda, parte de los alimentos que han preparado para la ofrenda. Recibirlos con la mano derecha es una descortesía, pues en su cultura significa el no querer convivir entre vivos y muertos.
En jícaras de madera se sirve el yorique (caldo de nopales con maíz, chile piquín y tortillas), consumirlo representa la purificación del alma y así, estar listo para danzar.
El sonido del tambor anuncia la llegada del líder de la comunidad, puede ser de Tonachi, Huichaboachi o Siquirichi, todas en el municipio de Guachochi.
Entona sus alabanzas y enciende el copal y las veladoras. Las mujeres tienden un petate donde colocan una ofrenda.
La música suave del violín se va intensificando cada vez que sienten la presencia de un alma.
Las danzas se extienden hasta los panteones donde se quedan a velar hasta la noche del 2 de noviembre. A media noche se entonan alabanzas para despedir a los difuntos. El monarca agita suavemente los cascabeles y las sonajas.
Lega el silencio, los habitantes regresan a casa, encienden una fogata, así los muertos se retiran con luz y paz.
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