México, D.F.-
En homenaje a quienes hicieron y pusieron rostro al cine de luchadores, José Xavier Návar, Raúl Criollo y Rafael Aviña emprendieron la hazaña de documentar los más de 70 años de este género cinematográfico.
“¡Quiero ver sangre! Historia ilustrada del cine de luchadores”, editado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, comprende el surgimiento, el auge, la decadencia y el renacimiento de un género cinematográfico que, como explica Juan Villoro en el prólogo, ha vivido el mismo ciclo que las artesanías: “su ingenuo sentido inicial se volvió obsoleto y más tarde fue valorado como objeto de culto”.
A lo largo de 318 páginas, el volumen concentra entrevistas, fichas, carteles, fotografías, que da cuenta de las aventuras en la pantalla grande de personajes del cuadrilátero como El Santo, Huracán Ramírez, Blue Demon, Cavernario Galindo, Tinieblas, Superzán, entre otros.
Un compendio de información iconográfica y documental que permite hacer de esta publicación una obligada referencia sobre este género fílmico que surgió en 1938 y que aún permanece. “¡Quiero ver sangre! Historia ilustrada del cine de luchadores es pieza clave en el entendimiento de un género que movió los sueños y las pasiones del México de los años 60 y 70, y que se mantiene extrañamente vivo”, afirma Juan Villoro.
Con el propósito de darle un contexto iconográfico y hacerlo divertido, el trabajo de documentación implicó desde la revisión de más de 200 filmes, la revisión de cientos de fotografías, sumergirse durante horas a lo largo de tres meses en los archivos de la Filmoteca de la UNAM, hasta la búsqueda de material en varias colecciones privadas.
“En la Filmoteca de la UNAM revisamos stills, carteles, fotomontajes. Juntamos todo ese material. Logramos digitalizar alrededor de 900 imágenes”, dice Návar.
El proceso de investigación comprendió también la revisión de archivos privados, como los del coleccionista particular Christián Cymet, Federico Arana y el productor Rogelio Agrasánchez, cuyo vasto archivo fílmico (Agrasánchez Film Archive) se ubica en Harlingen, Texas.
“Pero también descubrimos que había varios documentales, cortometrajes, trabajos de tesis del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), que era otro mundo de información. Todo eso lo incluimos”, agrega Návar, quien también es colaborador de EL UNIVERSAL, y quien no descarta la posibilidad de presentar una edición corregida y aumentada de esta edición.
Sobre el género
Este género fílmico, comenta Návar, a pesar de considerarse de entretenimiento, fue crucial para el cine nacional en los años 50, ya que películas como las de El Santo dejaban más presupuesto para otro tipo de producciones. “Tan sólo El Santo filmó 54 películas. Casi una cuarta parte de la producción se debe a él. En la época en que el cine mexicano estaba muy mal, mucho del cine de luchadores sostuvo a ese otro cine mexicano. Gracias a lo que dejaba y al trabajo que daba se podían hacer las películas para intelectuales”.
Tras la muerte de los grandes íconos de la pantalla grande y héroes del pueblo como Pedro Infante y Jorge Negrete, refiere Rafael Aviña en la publicación, el público y espectador de los años 60 y 70 necesitaban un verdadero ídolo popular en el cine: “A falta de nuevos héroes, la cinematografía mexicana encontró en el cine de luchadores la mejor opción para rescatar el antiquísimo enfrentamiento entre el bien y el mal”, dice.
“Serían El Huracán Ramírez y El Enmascarado de Plata quienes abrirían la veta de los héroes enmascarados en el cine nacional”, añade.
“¡Quiero ver sangre! Historia ilustrada del cine de luchadores” se presenta el jueves 9 de febrero, a las 19:00 horas, en el Museo Universitario del Chopo.
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