México, D.F.-
Emiliano Fusco nació en el circo; desde pequeño comenzó su carrera en el entretenimiento, trabajando junto a su madre y padre formando parte de sus actos en Argentina.
“Mi familia es circense, de hecho mi hermano Maximiliano y yo somos de la quinta generación, anteriormente no había malabaristas, sólo contorsionistas, equilibristas, trapecistas”, comenta Emiliano, quien comenzó a hacer malabarismos con su hermano gemelo y los dos ahora son una grande atracción del Ringling Brothers.
“Empezamos aprendiendo con mi cuñado que era malabarista. Cuando lo veíamos practicar nos interesábamos tanto que él nos enseñó esto por cuestiones de cariño, para nosotros era como un juego”.
Iniciar siempre requiere de un empujón de alguien que reconozca el talento. “Un día hubo un show de nuestro circo dirigido a los que lo integramos, siempre lo realizamos al final del año sólo para divertirnos, y mi gemelo y yo entramos a hacer malabares payaseando, a los dueños del circo les gustó tanto que nos impulsaron a que lo tomáramos más en serio”, recuerda Fusco.
Para ser malabarista se nace, pero también puede uno hacerse con talento y muchas horas de dedicación. “Tienes que tener mucha paciencia y practicar de tres hasta ocho horas diarias. Tienes que tener mucha coordinación, pero eso no se puede aprender porque de alguna forma creo que naces con ella, eso es elemental para que tu mente trabaje con tu cuerpo en total armonía”, precisa Emiliano.
“Nos concentramos en hacer malabares técnicos; haciendo un equilibrio en la cabeza, con un aro en el pie o haciendo rebotar una pelota, combinando los elementos para que se vea atractivo e impresionante”, apunta Emiliano quien en su inspiración tiene que nutrirse de la constante práctica, y observando las técnicas de otros.
“De más joven vi videos de otros colegas, especialmente de Anthony Gatto, un malabarista de renombre mundial, ganador de muchos premios de prestigio y sobre todo con varios récord mundiales”, reconoce el artista quien junto con su hermano figuran en los Guiness.
“Mi hermano tiene un récord haciendo malabares con cinco dagas durante siete minutos. Uno de los malabares más novedosos y peligrosos es en el que lanzamos antorchas encendidas dándonos la espalda. Es un riesgo totalmente calculado, no hemos sufrido ningún accidente que lamentar; ciertamente tenemos que ser muy precisos”, finalizó.
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