México, D.F.-
El punto de partida fue un pretexto y una invitación al juego. En 2004, Aura Estrada le propuso a otras tres jóvenes escritoras mexicanas: Gabriela Jauregui, Laureana Toledo y Mónica de la Torre, emprender un taller de creación colectiva tan lúdico que el arranque sería un breve texto, una imagen o un objeto -real o metafórico- encontrado en la calle de las ciudades donde cada una vivía: Nueva York, Los Ángeles, Londres y la ciudad de México.
A partir de ese objeto propuesto por una de ellas, las otras tres emprendían el diálogo y el estiramiento y descomposición del texto o la imagen para crear uno nuevo y colectivo. Así, cada uno de los trabajos contenidos -escondidos- en Taller de taquimecanografía, publicado por Tumbona Ediciones, hubo un procedimiento de intervención multimedia que un proceso de escritura y desescritura que al final dio lugar al libro.
Aura Estrada, Gabriela Jauregui, Laureana Toledo y Mónica de la Torre nunca estuvieron juntas ni trabajaron de forma presencial, su contacto fue siempre por internet o vía skype. “Fue como un ring en el que cada una empezaba de su esquina más segura y después nos fuimos acercando la una a la otra a partir de estas colaboraciones”, dice Laureana Toledo, artista visual que cuenta cómo fue el origen y el procedimiento creativo de este taller que es un guiño a los estereotipos femeninos.
Toledo recuerda que Aura Estrada -escritora fallecida en 2007- fue quien ideó el taller y les mandó una carta invitándolas a colaborar, a hacer algo juntas, a escribir y hacer arte, es una palabra: a hacer algo que no fuera lo que siempre hacíamos, a dialogar.
“La consigna -continua Toledo-, es que si a ti te llegaba el texto trataras de desarmarlo lo más posible, estirarlo lo más que pudieras y cambiarlo; no es una reinterpretación ligera, sino agarrar el texto, asimilarlo y después sacar algo propio. Por eso los cambios son tan absurdos, empiezas por una foto de unos conejos y acabas con una foto de Chabelo”.
Gabriela Jauregui dice que en ese trabajo colectivo de meterle mano a los textos de las otras, partieron siempre de una amistad y una admiración mutua. “Todas hacíamos cosas más o menos relacionadas pero distintas, y aquí había una confianza de que lo que hiciera Aura o Laureana o Mónica iba a estar bien. En México, los procesos colectivos son pocos y este fue extremadamente libre y colectivo”.
Dada la naturaleza creativa de las cuatro escritoras, una ella más artista visual, lo lúdico y experimental y arriesgado está también en el libro que se sale de la caja tipográfica, que juega con las imágenes y tipos de letras, que tiene subrayados y colores, que tiene tablas de estadísticas, imágenes, diapositivas, cuestionarios y signos criptográficos y anuncios publicitarios.
Con todo y que eran cuatro creadoras y escribieron-reescribieron textos a ocho manos, incluyeron un quinto elemento. “Lo inventamos un poco para ir haciendo huecos en los textos y luego por parejas, ir rellenando esos espacios. La ida era perder aún más la voz tan singular que suele tener el autor”, comenta Laureana.
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