Chihuahua, Chih.-
Todo ha sido violencia en la vida de Rita: su padre la prostituyó cuando tenía siete años, su esposo la quiso envenenar para que abortara y su novio abusó sexualmente de uno de los hijos de la joven. Por eso, asegura, quiso matarse, y de paso asesinar a sus niños, pero no lo consiguió y ahora enfrenta una pena de 20 años en la cárcel.
Rita llega con paso lento a los patios del penal femenil de Aquiles Serdán, saluda amablemente a las custodias y se sienta, su voz es cálida, pero su rostro inexpresivo y así se mantiene. Como si contara una historia ajena va relatando cada etapa de su vida, sin expresiones de alegría o dolor, pareciera que su mente está en otro lado.
“Mi papá me odiaba, me decía que no me quería, que no era su hija. Siempre me trató muy mal, la que me quería mucho era mi mamá, pero un día se enfermó mi abuela y se fue a cuidarla al pueblo y me dejó sola con él. Un día mi papá me dijo que me alistara porque me iba a llevar a pasear y me iba a comprar una muñeca. Yo estaba feliz y muy emocionada porque era la primera vez que íbamos juntos. Pero eran mentiras, no hubo paseo ni muñeca, me llevó a vender con un señor. Toda la semana me estuvo llevando con él a que me abusara”.
Pasaron unos años y siendo adolescente se casó, al parecer más por irse lejos de su padre que por el matrimonio; sin embargo, era feliz, puesto que su esposo la trataba muy bien, se mostraba cariñoso y la respetaba. Cuando parecía que todo marchaba bien llegó la inesperada noticia de que tendría un bebé. Su pareja cambió por completo, la adicción al alcohol lo transformó en un hombre violento, agresivo y que se oponía a tener un bebé.
Una tarde el hombre se mostró inusualmente amable, le dijo que descansara y hasta le preparó un té; sin embargo, esa bebida en realidad era un abortivo. Fingió beber la infusión y la tiró, pero había dado un primer trago. No abortó, pero su hija nació con retraso mental y varias discapacidades. Después la abandonó.
Vino un segundo matrimonio. La historia no fue muy diferente: otros dos niños, más golpes, más insultos y mucha pobreza. Su nueva pareja llegó al extremo de mantenerla en cautiverio en su casa, dejándola amarrada en ocasiones y sin poder salir hasta por siete meses del hogar.
Llegó otra separación, pero Rita se encontraba muy dañada emocionalmente, hundida en una profunda depresión. Sin tratamiento especializado, la tristeza se apoderó de ella.
Decidida a no seguir viviendo, en marzo de 2016 pensó que sus hijos debían morir con ella.
“No se los iba a dejar a él y si yo no iba a estar para cuidarlos, lo mejor era que se fueran conmigo. Les di una cucharada de paracetamol para que se quedaran dormidos, los abracé, los besé y les dije que su mamá los quería mucho, que siempre íbamos a estar juntos. Abrí la llave del gas y los acosté conmigo, a esperar la muerte”. El destino, la suerte y Dios aparecieron.
Una fuerza superior no quería que Rita y sus pequeños dejaran de existir, la mujer nunca se percató de que una ventana estaba rota y por ahí escapó el gas de la estufa. Cuando sus familiares los encontraron solamente presentaban signos de intoxicación. Ella fue arrestada por intento de homicidio.
Su juicio fue abreviado, reconoció su responsabilidad y recibió una pena de 20 años por homicidio en grado de tentativa.
Pasó el primer año de su sentencia sin recibir una sola visita. Hasta que un día su madre se presentó en el penal; sin embargo, no llevaba buenas noticias, estaba ahí para avisarle que el hombre había abusado sexualmente de uno de los niños, quienes para ese momento se hallaban internados en el DIF para protegerlos.
Su mamá comenzó a acudir al Cereso y reanudaron comunicación, ahora los niños están con ella, pero no pueden visitar a Rita por instrucción de los psicólogos que los atienden.
“Quiero que crezcan más para poder verlos, mirarlos a los ojos y pedirles que me perdonen, nunca quise hacerles daño”.