México, D.F.-
Las transferencias económicas otorgadas por los programas sociales del gobierno federal a los habitantes de las comunidades indígenas y de zonas rurales y semiurbanas del país no sólo no han reducido la pobreza, sino que ahora les ha sumado otro problema: el sobrepeso y obesidad.
Autoridades del sector salud y especialistas en la materia que detectaron este nuevo perfil de la población consideran que esto se debe a que la industria de la comida chatarra se ha encargado de abastecer con estos productos a las comunidades en donde, desde hace 18 años, las familias reciben estímulos económicos de los diferentes programas sociales, de tal manera que una vez que cobran tengan a la mano los productos de fácil acceso y consumo.
“Hemos generado literalmente el peor de los mundos posibles con las buenas intenciones de combatir la pobreza y de aportar a las familias una mayor disponibilidad de recursos económicos. Sin embargo, hemos generado un desastre (en salud), a la vez que se ha perdido mucho dinero”, asegura Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, Salvador Zubirán, quien tiene más de tres décadas estudiando la situación nutricional en México, diseñando y evaluando los programas sociales gubernamentales.
Los habitantes de estas comunidades utilizan el dinero de los programas para adquirir comida chatarra y ello ha propiciado que su dieta alimenticia cambie y se base principalmente en galletas, sopas instantáneas y refrescos.
Reportes del Seguro Popular advierten que tan sólo en los últimos seis años el consumo de galletas en estas regiones se elevó 4000%.
De ser comunidades desnutridas y de bajo peso, las poblaciones que ahora atiende Prospera han pasado a tener los males de las ciudades. El porcentaje de afiliados que presentan sobrepeso y obesidad es igual al promedio nacional: de 10 adultos, siete tienen sobrepeso y tres, obesidad; mientras que en niños cuatro de cada 10 tienen sobrepeso.
Esta situación se ha convertido en una doble catástrofe de salud, porque ahora hay una población desnutrida y obesa, afirma Abelardo Ávila Curiel, quien ha sido coordinador general de las Encuestas Nacionales de Alimentación y Nutrición en el Medio Rural 1989, 1996 y 2006, así como ha participado en los Censos Nacionales de Talla 1999 y 2004.
Desde su análisis, la compra de alimentos chatarra por parte de beneficiarios de programas sociales es resultado de haber basado la política social en el combate a la pobreza en sólo transferencias económicas.
Recuerda que surgieron dos problemas desde la creación del programa Progresa, después Oportunidades y ahora Prospera.
“Uno, para que dejes de ser pobre, hay que darles dinero y obligarlos a que se corresponsabilicen. Sin embargo, el problema es que cuando se entrega dinero, bajo la idea de que una vez que se entrega el beneficiario puede hacer con él lo que quiera, no hay una garantía de que esa transferencia económica se traduzca para lo que está diseñado: desarrollo de capacidades, bienestar, salud y educación, para romper el círculo de la pobreza”.
Después de 18 años, concluye el experto, estos apoyos económicos, lamentablemente, se han ido para la compra de alimentos que no son los más adecuados, como son las golosinas, galletas, sopas instantáneas y refrescos.
En todos estos años, señala, se han transferido más de medio billón de pesos (más de 500 mil millones de pesos) a las comunidades, “dinero que no se ha quedado en esos lugares para desarrollo de infraestructura o mejoramiento de la salud o educación, sino inmediatamente ha salido para beneficio de otros sectores”.
El programa de Desarrollo Humano Oportunidades, que nació en 1997, atiende a seis millones 100 mil familias que perciben 876.9 pesos mensuales y habitan en 109 mil 852 localidades de dos mil 451 municipios de las 32 entidades federativas del país.
Desde su creación se estableció que los apoyos económicos que reciben las titulares beneficiarias sirvan para que sus familias, y sobre todo los niños, puedan comer mejor, estar más sanos y no abandonen la escuela, ya que la educación es la base de su futuro.
En un análisis realizado por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), cuando este programa cumplió 15 años, informaba que en materia de salud se había logrado reducir la anemia, la prevalencia de baja talla, así como que se detectaban tempranamente las enfermedades diarreicas y respiratorias.
De acuerdo con Daniel Aceves Villagrán, responsable del Programa Oportunidades, ahora Prospera, del Seguro Popular, en los últimos años se ha incrementado el consumo de galletas hasta en 4000% por parte de esta población beneficiada.
Este programa —recuerda— tiene afiliadas a 6.1 millones de familias, lo que representa a 26 millones de personas beneficiadas, de las cuales nueve millones corresponden a rangos de edad que va de los tres a los 16 años.
El análisis realizado por esta área, de la Comisión Nacional de Protección Social en Salud, evidencia que la pobreza en la que se encuentran los afiliados a este programa incide en un consumo de alimentos no nutritivos y una falta de autocuidado nutricional.
El funcionario explica que las empresas de alimentos, al igual que las refresqueras, han permeado en las comunidades más pobres, de acuerdo a investigaciones del Instituto Nacional de Salud Pública.
No hay marcas preferidas, señala Aceves Villagrán, pero en general el consumo de galletas se registra mucho más en los últimos años. “Donde llegan las refresqueras y cerveceras, también llegan las galletas y las sopas instantáneas”, alerta.
Entrevistado por EL UNIVERSAL, Abelardo Ávila Curiel recuerda que hace 18 años la discusión que se tenía es que si al entregar dinero a los beneficiarios se exponía a riesgos como el consumo de alcohol y alimentos chatarra.
Con el paso del tiempo, dice, estas advertencias hechas por los expertos en nutrición comunitaria se hicieron una realidad, además de que en el sitio donde las personas llegaban por sus apoyos económicos se instalaron tianguis de alimentos no nutritivos.
“Caímos en muchas trampas que afortunadamente la presente administración federal está reconociendo, que este programa está funcionando mal, que no se ha abatido la pobreza y por lo tanto debe haber una transformación”, destaca.
Recuerda que es grave que este programa de Desarrollo Humano Oportunidades, que trabaja con 70 mil millones de pesos, se esté desviando a un consumo dañino a la salud, y lo que está produciendo es que la desnutrición infantil persista y después al siguiente ciclo de vida, pase a problemas de sobrepeso y obesidad, dañando la salud.
Antes, comenta, esta población beneficiaria, al no tener dinero no tenían acceso a alimentos como las galletas, sopas instantáneas con alto contenido de sodio y refresco. Una vez que comenzó a recibir apoyos económicos inició con el consumo de estos productos, debido a que la industria se los acercó incluso en el mismo lugar donde recibían el pago.
“Se los ponen incluso a precios más baratos que en las ciudades. Hay una inducción de la industria por acercar estos alimentos a las comunidades más pobres del país”, denuncia el investigador, quien tiene una maestría en Medicina Social y un doctorado en Ciencias Sociales por el Colegio de México.
El gobierno federal ha señalado recientemente que el enfoque asistencialista no ha sido suficiente, pero reconoce que sin programas de transferencias directas como Oportunidades, las cifras de pobreza serían todavía más desalentadoras.
Con la transformación de Oportunidades a Prospera, de acuerdo con sus diseñadores, el reto ahora es lograr una cultura de autocuidado en la población beneficiaria, para lo cual el tema de salud se fortalecerá de manera muy amplia.
De acuerdo con Daniel Aceves, del Programa Oportunidades del Seguro Popular, ahora los beneficiarios serán sometidos a exámenes médicos más rigurosos y para ello se han comenzado a adquirir básculas, cintas métricas entre, otros insumos, para tener un reporte más detallado de su peso y estado de salud.
También, adelanta, habrá una nueva suplementación para los niños menores de cinco años y se han comenzado a diseñar materiales para informar a la gente sobre los cuidados que debe tener a su salud.
Para Abelardo Ávila, es un paso importante que el actual gobierno federal haya reconocido que los programas sociales, en especial el de Oportunidades, requieren de ajustes importantes para empezar a corregir estos desvíos.
“Actualmente hay mucho que hacer, perdimos mucho tiempo, perdimos mucho dinero y generamos muchos daños a la salud”, concluye Ávila.
Desde su experiencia, el que las transferencias económicas vayan encaminadas a desarrollar las capacidades productivas, o de estudio, así como el inducir que haya un consumo de alimentos nutritivos y un mejor cuidado a la salud, se podrá tener mejores resultados para beneficio de la población atendida por el gobierno federal.
* Normas
Las reglas que los beneficiarios del Programa Oportunidades deben cumplir en el tema de salud para que haya una transferencia económica son:
– Las familias deben seguir asistiendo a sus citas médicas y a los talleres de autocuidado, de lo contrario se les retira el apoyo
– De los 16 a los 65 años tienen que ir de cuatro a cinco veces al año a los talleres de autocuidado
– Menores de 5 años, una vez al mes, y mujeres gestantes, de acuerdo a como vaya avanzando su embarazo, una vez al mes
* Panorama
– 70 mil 924 mdp, recursos con los que trabaja este año Oportunidades
– 6 millones100 mil familias son beneficiarias
– 876.9 pesos perciben al mes
– 53.3 millones de mexicanos en situación de pobreza hay en México
– 41.8 millones se ubican en pobreza moderada y 11.5 millones en extrema
Discussion about this post