México, D.F. / Agosto 23.-
Ezequiel, Efraín, Lupita, Juan, Omar y Luisa, no tienen listas sus mochilas. El lunes, su banca de la escuela, se quedará vacía. Este ciclo escolar no fueron inscritos porque sus papás se quedaron sin empleo y “está primero comer que estudiar”, dice Juana, la mamá de Luisa.
Como ellos, cientos de niños, resentirán los efectos de la crisis económica que afecta a miles de hogares mexicanos. Pedagogos y especialistas en políticas públicas advierten: “el descalabro financiero por el que atraviesa México” ha obligado a las familias a elegir entre satisfacer sus necesidades de alimentación o gastar sus limitados ingresos en la educación de sus hijos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que la crisis financiera mundial tendrá un impacto considerable en la deserción y eficiencia terminal educativa, ya que este fenómeno está relacionado, en gran medida, con el ingreso en los hogares. Los efectos sociales y económicos impactarán el crecimiento nacional a corto y mediano plazo.
“En cinco años, o menos, viviremos las consecuencias de abandonar la escuela. La posibilidad de prosperidad individual y colectiva se verá afectada, porque un país que genera mano de obra barata reduce sus probabilidades de ser competitivo en el ámbito internacional”, señala David Calderón, especialista en temas de educación y director de la asociación civil Mexicanos Primero.
-“No quiero que le pase lo que a mí”
Mónica de 22 años de edad, madre soltera de Juan de cinco años y desempleada, decidió sacar a su hijo de la escuela. Pasó a segundo grado de preescolar pero este año se quedará bajo el cuidado de su abuela mientras ella busca un empleo. “Espero que el año que entra me vaya mejor para que pueda inscribirlo a la primaria. No quiero que le pase lo que a mí que, por no haber terminado ni la secundaria, sólo me dan trabajos de intendencia y mal pagados. Aunque desde hace seis meses ni de eso he encontrado”.
En el periodo de regreso a clases, las familias hacen cuentas y toman decisiones para ver hacia donde canalizan sus esfuerzos de consumo, partiendo de la alimentación, comenta Héctor Nájera Catalán, coordinador del Observatorio de Política Social y Derechos Humanos.
Según la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), entre 2006 y 2008 se reportó un aumento en el número de mexicanos que no cuentan con el ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. “Ahorita en millones de hogares, la pregunta es: ¿Les doy de comer o los mando a la escuela?”, comenta.
El estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), revela que 6 millones 500 mil hogares mexicanos cambiaron su dieta por la crisis económica.
En el rubro de pobreza de capacidades, la encuesta indica que 26.7 millones de mexicanos reportaron insuficiencia para efectuar los gastos necesarios en salud y educación, aún dedicando el ingreso total mensual a este fin. Con estos datos, asegura Nájera Catalán, se registrará una caída en la productividad nacional, “ya que el nivel educativo de un pueblo está directamente relacionado con el Producto Interno Bruto (PBI).
-Adiós escuela, bienvenido al trabajo
Para Lupita, Omar y Luisa, ingresar o terminar la secundaria se quedó en un sueño. Los índices de deserción escolar en México se agudizan en este nivel. De acuerdo con datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el grado promedio de escolaridad en México es de 8.2. “En 2005, 5.5% de alumnos abandonaron la escuela; para 2008, la cifra se incrementó a 7.4%. En lugar de avanzar se aumentó la brecha. Esos son los primeros resultados de la crisis”, explica el especialista David Calderón. Y continúa: “Traemos un rezago histórico. Chile, Cuba, Uruguay tienen 10 años de años de escolaridad promedio. En los últimos seis años hemos crecido .2%. Somos un país estancado. Hubo un gran esfuerzo de dar primaria a todos los mexicanos pero para la secundaria nos atoramos”.
De acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano de la Educación, durante el ciclo escolar 2007-2008, la matrícula registró a los 14 años a un millón 882 mil 808 y a los 15, se redujo a un millón 460 mil 283 estudiantes. La población fuera de la escuela en esas edades pasó en un año de 282 mil 782 a 691 mil 488. Un efecto claro de la crisis, opina Nájera Catalán, es que los jóvenes de 12 años en adelante tienen que abandonar la escuela para irse a trabajar.
Un documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que cerca de 9.6 millones de jóvenes en México enfrentan trayectorias educacionales “laborales adversas”, que comprometen sus perspectivas actuales y futuras de trabajo decente. Luisa de 12 años, por ejemplo, dejó desde enero de ir a la secundaria porque sus papás ya no tenían “ni para los pasajes, desde entonces le ayudo a unas vecinas al quehacer y con ese dinero ayudo para que mi hermano termine la primaria”, cuenta con pesar la adolescente de manos maltratadas por el trabajo en casa.
Omar de 13 años de edad, ni siquiera cruzará la puerta de la secundaria diurna 93 en la colonia San Felipe de Jesús en la delegación Gustavo A. Madero. “¿De qué sirve que tenga un lugar en la escuela si mi mamá no tiene para comprarme los útiles y el uniforme”, se pregunta el jovencito, quien desde que iniciaron las vacaciones empezó a trabajar con un tío en un microbús. “El año que viene si voy a entrar”, dice. Sin embargo, las cifras oficiales demuestran que el 90% de los alumnos que interrumpen los estudios ya no regresan, principalmente por factores económicos.
Lupita de 13 años, terminó el segundo grado y ahora le ayuda a su mamá en un puesto de comida en el mercado de la Merced. “Nos va bien, pero somos muchos hermanos y desde que mi papá no trabaja, ya no nos alcanzaba para el gasto diario, por eso me vine a trabajar, además ni aprendía mucho en la escuela. En el negocio me va a ir mejor”.
Dejar que los jóvenes abandonen la escuela sale más caro que ir tras ellos para que regresen, coinciden los especialistas.
México invierte poco más de 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación. Según la OCDE el gasto anual por alumno en educación básica es dos mil dólares anuales, sin embargo, señala David Calderón, ofrecer un lugar en la escuela no garantiza ni eficiencia terminal ni calidad educativa. “En época de crisis el gobierno federal tiene que enfocar sus reflectores en esos renglones, sino quiere evitar una catástrofe económica más grave que la que estamos viviendo”.
A mediano plazo, dice, la única posibilidad que tenemos de levantar el ingreso en México es la educación. “Es la mejor estrategia de combate a la pobreza”.
Incluso, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advierte que México podría reducir sus niveles de pobreza alimentaria (extrema) en 18% si toda la población tuviera acceso a la educación primaria. Guillermo Bustamante de la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) calcula que la situación económica ha impactado la matrícula de las escuelas particulares. “Los primeros reportes que tenemos es que el descenso en las inscripciones es del 8% en preescolar, primaria y secundaria”.
Susana Pelayo, directora del Colegio México en Ecatepec de Morelos, reporta que, de enero a junio, 10% de sus alumnos se dieron de baja, mientras que otro 15% se atrasó en los pagos. “Tuvimos que hacer ajustes dentro de la escuela para pagar a los maestros la última quincena de junio”.
Bustamante, señaló en entrevista que directores de las escuelas particulares decidieron no aumentar colegiaturas, o incrementarlas lo menos posible, para que no bajara la matrícula porque eso significaría despido de maestros. “El desempleo es la principal causa por la que los padres mandan a los niños a las de gobierno, aunque en algunos casos se saltan el ciclo escolar por falta de ingresos”.
-“Una lugar en la escuela, no es todo”
Ezequiel de 11 años, terminó el quinto año en la primaria Felipe Carrillo Puerto, en la comunidad Valle de la Trinidad, en Baja California. El lunes su banca se quedará vacía. “Mi papá me dijo que la escuela es mucho gasto porque tenemos que comprar uniformes y cuadernos, luego cuando la maestra organiza convivios, hay que cooperar con algo. Yo me sentía mal que todos cooperaban y yo no, por eso no me daban ganas de ir a las fiestas”.
Efraín de siete años de edad, ya no va a cursar el segundo de primaria. “A mí no me gustaba ir a la escuela porque mis compañeros se reían de mí, me decían que mi mochila estaba fea y que mis cuadernos eran chafas; yo le decía a mi mamá que me comprara nuevos pero ella decía que lo importante era que sirvieran, no que estuvieran bonitos.”
Militza Sánchez, maestra, lamenta que los niños dejen la escuela. “En el último año, cada vez que paso lista me da temor cuando uno de los alumnos falta, porque pienso si regresará mañana o ya lo perdí”.
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