México, D.F. / Marzo 14.-
La crisis económica actual castiga algo más que los bolsillos de los mexicanos: Ha detonado trastornos mentales como ansiedad, depresión y pánico, que además repercuten en su salud física.
Mario —de 42 años, gerente de cuenta de una aseguradora, casado y padre de tres hijos— es un caso: experimenta por segunda ocasión parálisis facial. “Todo inició con fuertes dolores musculares en la espalda y de cabeza y un estrés insoportable”.
El neurólogo le dijo que “el exceso de estrés y ansiedad” le afectaron el músculo facial. Era alguien saludable y “muy equilibrado”, pero vivir con miedo permanente a ser despedido rebasó su límite de autocontrol.
Los trastornos suelen ser por herencia genética o factores ambientales y sociales, precisa Marcelo Valencia Collazos, de la red de publicaciones médicas Imbiomed.
En 2008, cuando la inflación superó 6.5% y el desempleo alcanzó 4.25%, factores ambientales determinaron la alteración mental.
Así, por ejemplo, de enero a septiembre pasado, las consultas siquiátricas en el sector salud del Distrito Federal aumentaron casi 35%, sin contar a quienes no tuvieron dinero para iniciar tratamiento, no pudieron acceder al Servicio de Atención Psiquiátrica (SAP) por saturación o se abstuvieron, temiendo les diagnosticaran un desorden mental. Más de la cuarta parte de esos pacientes son niños.
La crisis y el miedo a un mayor desempleo, coinciden Sarah García Silberman, investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría, y Gabriela Cámara, de Voz Pro Salud Mental, aumentan trastornos mentales por ansiedad y la demanda de atención siquiátrica. Es cierto que no todas las personas que experimentan un trastorno mental detonado por factores ambientales (en este caso, la crisis) lo padecerán siempre. “La gran mayoría regresa al estado de normalidad cuando la crisis termina”, acota Gabriela Cámara.
La ansiedad y el estrés “son sanos en dosis moderadas; se diagnostica trastorno mental cuando impide las actividades diarias”, explica Juan Antonio Díaz Pichardo, médico del Hospital Psiquiátrico Infantil.
Habitualmente, las personas “se evaden con el juego, internet, ir de compras y paseos”, pero en épocas como la actual “no hay forma de evadirse, por la reducción del poder adquisitivo. Es cuando las personas se encuentran consigo mismas y se desencadena una serie de alteraciones mentales, en general reflejadas en síntomas físicos”, precisa Pat Velásquez, experta de la Sociedad Mexicana de Análisis Existencial y Logoterapia.
Cuando un mal mental no se atiende a tiempo termina como enfermedad física, “desde dolores musculares y contracturas, hasta diabetes o cáncer”, añade Gabriela Cámara.
Los medios noticiosos, según García Silberman, tienen una responsabilidad en la atmósfera de miedo. Es verdad, afirma, que la realidad es de crisis y desempleo, “pero los medios masivos participan en la construcción del miedo. La presión que ejercen tiene un gran impacto, actúan como amplificadores de la realidad con el bombardeo de información alarmista”.
Casos de emergencia
Ale, de 24 años, a un semestre de graduarse en ingeniería industrial y de sistemas, hoy ve la vida cuesta arriba. Acepta que la crisis le ha provocado desequilibrios emocionales y padecimientos físicos. Aunque se siente afortunada por tener una plaza bien recompensada como becaria, recién aumentaron su colegiatura y su beca laboral no le alcanza para gastos especiales, como atención médica. Su hermana, de 22 años, estudia y trabaja, y su madre dejó su empleo debido a una lesión.
Está convencida de que “el problema se ha agravado. Antes se percibían tres ingresos, ahora sólo dos”. Además, teme que en la empresa de la que es becaria no la contraten luego de graduarse: “Hay miles de jóvenes bien preparados que quieren la plaza y están dispuestos a trabajar más por bajo sueldo”, indica.
Ale ha atestiguado despidos o recortes de salario, pero también lo que viven quienes se quedan: “Nos cargan el trabajo de los demás, hay más depresión, ansiedad y el ambiente laboral se vuelve muy tenso. Las personas no responden como de costumbre”.
Ha visto también casos de personas operadas de emergencia debido a las presiones por miedo a quedar desempleados. “Supuestamente se trabaja para vivir, pero en la actualidad se vive para trabajar”, concluye.
Los niños, también
De los trastornos de ansiedad, depresión y pánico debidos a factores ambientales como la crisis, los niños no están exentos. De enero a diciembre pasados, las consultas siquiátricas infantiles en los SAP representaron 25.68% del total, con un aumento de 4.4% en el mismo periodo. García Silberman señala que, como en adultos, han detectado menores con cuadros de depresión o ansiedad por la crisis actual, aunque no hay todavía un estudio que cuantifique el problema.
Los especialistas advierten que en este momento los padres están más presionados porque, entre otras cosas, no desean que sus hijos sean futuros desempleados, de modo que los inquietan enfatizándoles la importancia de prepararse académicamente para conseguir un buen empleo. Esto paraliza a los niños y baja su rendimiento escolar.
La Unidad de Investigación de EL UNIVERSAL siguió el caso de un niño de 12 años, del DF, diagnosticado con ansiedad, déficit de atención e hiperactividad. Su madre —quien pidió el anonimato para ambos— lo presiona. “Le digo que no hay de otra, que tiene que estudiar, adquirir una preparación”.
Él comenzó a reprobar, pues “me causan ansiedad mis calificaciones y cómo voy a salir para quedarme en una buena prepa y decidir mi carrera”, asegura.
A lo anterior se añaden las dificultades económicas, pues “ya no me alcanza para el mercado, comprar materiales escolares ni para todo lo necesario”, lamenta ella.
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