Saltillo, Coah.-
Del otro lado del río Bravo, en Eagle Pass, Texas, frontera con Piedras Negras, Coahuila, estadounidenses llegan a la orilla, sacan sus sillas de campo y se ponen a pescar entre patrullas fronterizas que van de un lado a otro. Ahí, como atrapado, está un campo de golf. Sobre él se extiende el puente fronterizo por donde cruzan diariamente cientos de personas. Atrás se descuelga una valla metálica de cuatro metros y 81 kilómetros de largo que se construyó en la frontera coahuilense.
“Es una reja con espacios. No es continua”, comenta Waldo Terry, presidente de la asociación ambientalista Amigos del Río San Rodrigo, en Piedras Negras. La reja no ha impactado ambientalmente, “pero imagina un muro de seis a nueve metros y enterrado tres metros”, resalta mientras señala el campo de golf desde Piedras Negras.
La frontera entre Coahuila y Texas representaría 512 kilómetros de muro, lo que provocaría un aislamiento de poblaciones que pondría en peligro animales como el oso, el lobo mexicano, el zorro, el gato montés, el puma, los venados y muchos más, según especialistas.
“Con el muro ni las hormigas van a poder pasar”, dice Terry. Los animales migran en las diferentes estaciones del año a buscar comida, por lo que la valla se convertiría en un obstáculo para todas las especies; sin embargo, para el ambientalista los impactos iniciarían desde la construcción. “¿De dónde va a salir el material? son puros recursos naturales, minerales, todo va a salir de la piedra del río y eso genera un impacto”, expone.
Antonio Corona, biólogo de Piedras Negras, explica que la construcción provocaría erosión en el suelo, además de contaminación. Urge a realizar estudios de impacto ambiental y refiere que es casi imposible dimensionar el alcance de las afectaciones del muro que se pretende construir.
Terry expone que para la construcción se tendrá que deforestar la zona; para la operación de la maquinaria se tendrían que hacer caminos, mismos que muchas veces son una barrera para los animales. “Hay animales como la tortuga que son recelosos de los caminos. Va a haber tránsito donde nunca ha habido, las vibraciones y el polvo”, enlista Waldo.
La vegetación del norte de Coahuila, explica, es xerófila, es decir, una vegetación adaptada a la escasez de agua. La construcción involucraría remover árboles, plantas y herbáceas. En Coahuila hay cerca de 35 especies nativas como el sabino, el ahuehuete, palo verde, cuatro tipos de encinos y pinos locales, entre otros. En las lomas se alcanza a mirar el chaparro prieto, el cenizo, el mezquite huizache y el nopal. Mientras que en los ríos están las únicas áreas del norte de Coahuila que tienen bosque.
En el estado existe una fracción de la Sierra Madre Oriental que es muy abrupta, que son cañones pronunciados por donde pasa el río Bravo. Es montañoso, pétreo y son zonas geográficas de muy difícil acceso. Ahí se pretende construir el muro.
“Animales no tienen pasaporte”
Terry, veterinario de profesión con maestría y doctorado en producción animal, menciona que con el muro habrá animales que no podrán pasar de un lado a otro, lo que tendrá un efecto en tres rubros básicos: la alimentación de las especies, la reproducción y la estructura genética de las poblaciones. “Los rumiantes como venados, jabalí, coyote y el lobo mexicano que se está tratando de repoblar en México; mamíferos pequeños y los osos, en todos va a repercutir”, dice.
Las dinámicas de animales como pumas, el venado cola blanca, el venado bura, el zorrillo y el gato montés se verían afectadas. Hay también animales nativos como el oso negro que tiende a bajar de la montaña cuando hiberna. “Los animales no tienen pasaporte. Existe el peligro de extinción porque se va a deteriorar el ambiente”, asegura el biólogo y especialista en vida silvestre, Antonio Corona. Explica que aunque las especies y animales tienen el poder de adaptación, se está en un momento en que no se puede pensar en eso, sino en lo contrario, en ayudarles y no ponerles más barreras.
La falta de movilidad y de libre paso de los animales podría afectar hasta actividades cinegéticas, donde Coahuila genera más de mil empleos directos.
Sobre la alimentación, Terry ejemplifica que es como el sobrepastoreo, si un área tiene capacidad para cinco vacas y se introducen 20, acabarán con todo el alimento. “No van a poder migrar para buscar alimento, reproducirse y entonces no habrá variabilidad genética. Las generaciones futuras verán afectadas la reproducción por la endogamia de las poblaciones. Disminuye su fertilidad y aparecen fenómenos de crecimiento y de desarrollo”, dice.
Menciona que un coyote, por ejemplo, tiene dos épocas de apareamiento en el año y su madurez sexual es más rápida que un venado, lo que los hace más susceptible de desaparecer.
Terry refiere que el problema de movilidad de los animales se agravará con el fenómeno del cambio climático. Inclusive, de un tiempo a la fecha en Coahuila advierten de osos en la carretera a Acuña. “¿Hasta qué punto es consecuencia de la falta de alimento, del movimiento y del aumento de población? La realidad es que están moviéndose. El animal va a buscar”, insiste. Aumentará la demanda de alimento hasta que llegue un punto en que los animales disminuirán su número de especies.
Equilibrio
El biólogo Antonio Corona explica que en la naturaleza todo está íntimamente ligado. “Un muro provocaría un desequilibrio ecológico y un impacto en la fauna”. Menciona el caso de la mariposa pinocho, la cual migra de Texas hasta Monterrey. Comenta que ésta se alimenta y vive principalmente en el palo blanco, especie nativa de la zona porque le gusta la hoja. “Si se muere la mariposa, se acaba el árbol nativo”, ataja.
Terry menciona que otras especies de aves que se verían afectadas son el guajolote silvestre, la codorniz y el correcaminos, porque son de vuelo bajo y corto, por lo que no alcanzarían a sobrevolar el muro. Corona refiere que inclusive los peces pueden verse afectados por la erosión del suelo. En el caso de la flora es igual, pues en muchos de los casos el viento hace que influya en el polen, lo que obstaculizaría un muro.
Terry dice que hay que entender que como toda construcción, el muro tendrá una vida útil que abarcará una fase de construcción, de operación y ejecución, de vigencia y de liquidación. “Ya sea que se evalúe y se dé mantenimiento o que se llegue a un fin y se retire, todo tiene un costo”, comenta. Con la construcción del muro se perderá la vegetación y, por consecuencia, la absorción del agua de lluvia. Al tener que mantener y vigilar el muro, las patrullas fronterizas van a estar atropellando a las especies.
Mucha de la franja fronteriza pertenece a particulares, a ranchos pecuarios o agrícolas. Se prevén indemnizaciones, litigios o probables expropiaciones, lo que provocará la desaparición de ganado, de disminución de pastos y afectaciones a la economía. El sector de Del Río comprende gran parte de la frontera coahuilense con Texas, entre ellos hay 41 condados que consisten esencialmente de ranchos y granjas que están poco poblados, contexto que la Patrulla Fronteriza considera favorece al narco.
Inundaciones y pérdida de territorio
Víctor Manuel Pérez Rodríguez, ecologista y activista social, ex profesor universitario con grado en doctorado en Administración y Alta Dirección, considera que la construcción del muro tiene dos posibles consecuencias: la potencial inundación de los municipios fronterizos o la pérdida natural de territorio.
Explica que cuando el río Bravo crece por lluvias, crece la hierba en la actual cerca y obstruye el agua, lo que provoca que el líquido fluya hacia Piedras Negras. “Llega hasta arriba, se inunda y se retacha el agua”, dice Pérez.
Víctor y yo caminamos para cruzar de Piedras Negras a Eagle Pass. A mitad de puente existen placas conmemorativas del “abrazo de la amistad”, una ceremonia que se celebra cada marzo desde hace 54 años, y la cual se lleva a cabo en la división de Eagle Pass y el Puente Internacional I de Piedras Negras. Cuando se levantó la cerca metálica negra en 2008, Eagle Pass fue la primera ciudad fronteriza en demandar al gobierno federal porque con la construcción les iban a quitar el Shelby Park. Al final llegaron a un acuerdo y la cerca ahora atraviesa el parque donde durante el día se mezcla el sonido del swing de un palo de golf, con el motor de las patrullas fronterizas y el cruce de automóviles y peatones.
A un costado de la cerca, por el lado de Eagle Pass, ciudad de 26 mil habitantes, Víctor Manuel Pérez recalca que el río Bravo sigue siendo la línea divisoria entre ambos países, por lo que se tendría que debatir la posible pérdida de territorio por inundaciones. Menciona que México debe abordar los tratados de límites de agua, pues cree que un muro de concreto, además de violatorio, potenciaría los dos rubros expuestos. “Cualquier obra como línea divisoria puede alterar estos dos puntos”, dice Pérez.
Javier Valdés Villarreal, profesor investigador de la Universidad Tecnológica del Norte de Coahuila (UTNC), menciona que un muro modifica el flujo del agua. “El agua corre, pero si le pones una pared deja de correr, estás modificando el medio, no sabemos cómo va a influir”, adelanta. Además, “al río Bravo le afectará toda la contaminación que le llegue de los afluentes, de los escurrimientos producto de la construcción y mantenimiento. Y esa contaminación llegará al Golfo de México”, dice Waldo Terry.
Cuello de botella en fronteras
Javier Valdés Villarreal, de la UTNC, considera que es un error concentrar todo el ambientalismo a temas de la naturaleza y excluir al ser humano. Valdés Villarreal asegura que las detenciones de migrantes disminuyen enormemente en fechas de cosechas, “es como si hubiera instrucciones de aligerar y cuando no es temporada se endurecen”, expone. “No es una prohibición completa, sino administrada”.
De 2010 a 2015, el número de detenciones del sector ha ido en aumento, según cifras de la Border Patrol. En 2010 se tiene un registro de 14 mil 694, para 2011 aumentó a 16 mil 144; en 2012 subió a 21 mil 720 personas; un año después se incrementó a 23 mil 510; en 2014 la cifra fue de 24 mil 255 aprehensiones y en 2015 bajó a 19 mil 13. Para el profesor de la UTNC, el muro puede provocar un “cuello de botella” en las franjas fronterizas, lo que podría exacerbar los problemas sociales. “La violencia se va a ir incrementando y los posibles delitos que surjan ante las necesidades se cometerán en la frontera”, advierte.