Miguel Hidalgo, Chis./Oct. 6
Pálido y con el rostro desencajado, Olivio Alfaro Vázquez, de 49 años de edad, se reencontró con sus familiares de Miguel Hidalgo, a dos días de su detención.
El campesino formó parte del primer grupo de 26 excarcelados previstos en un acuerdo firmado por el gobierno del estado y campesinos, luego del enfrentamiento protagonizado por agentes de las policías Estatal Preventiva (PEP) y Ministerial cuando intentaban desalojar la zona arqueológica de Chinkultic, que dejó un saldo de seis muertos y medio centenar de heridos.
“Me siento muy jodido”, dijo Olivio a los reporteros, con un vendaje alrededor del vientre y un paliacate a la cabeza, a su llegada a la casa ejidal, donde fueron recibidos entre abrazos y sollozos de sus paisanos.
Cuando el primer grupo de liberados llegó a la comunidad y recorrió la calle principal del ejido, algunos de los lugareños aplaudieron levemente. Aun con el júbilo que imperaba, las mujeres lloraron y abrazaron a sus padres, hijos y hermanos que no veían desde la mañana del pasado viernes cuando ingresó la policía a la comunidad.
La mayoría de los 26 hombres estaban fatigados y desvelados. Sólo los más jóvenes parecían ecuánimes. La mayoría tenía las vestiduras sucias y con rastros de sangre seca en el rostro y cabeza.
Atrás de los excarcelados, un grupo de mujeres con jarras y vasos de té de hinojo, corrió para abrazar a sus familiares y ofrecerle sorbos de la bebida, mientras un olor a menta inundaba la casa ejidal.
Aunque la comunidad parecía tranquila, había nerviosismo y desesperación por la dilación en el regreso de nueve de los campesinos. Las versiones que se propagaron eran que venían en camino o que estaban heridos.
El asesor jurídico de los campesinos, Jorge Guillén Figueroa, en tono molesto reseñó que desde la noche del sábado los operadores del gobierno del estado pospusieron la entrega de los campesinos detenidos, aunque ellos cumplieron con la entrega de las 75 armas de fuego, entre fusiles de asalto, pistolas, así como cuchillos, teléfonos celulares, chalecos, fornituras y otros enseres de los oficiales.
La entrega del armamento, que según Guillén Figueroa, fue trasladado en una camioneta y llegó a pesar alrededor de 2 toneladas, se realizó hacia la media noche del sábado, en el centro de la comunidad Cárdenas, colindante con Miguel Hidalgo y la zona arqueológica de Chinkultic.
Explicó que los familiares de los seis campesinos muertos rechazaron recibir los 35 mil pesos que el gobierno del estado envió como indemnización y esperan un gesto de buena voluntad de la autoridad para que aumentara los recursos.
Don Jorge Guillén Figueroa señaló que un grupo minoritario de la comunidad estaba molesto por la entrega de las armas, sin que la mayoría de los presos estuviera en casa, lo que provocó la desconfianza de un sector.
La preocupación de los pobladores aumentó, cuando Guillén Figueroa y autoridades fueron citados por funcionarios en la cabecera municipal de La Trinitaria para sostener una reunión, pero el encuentro no se llevó a cabo. La intención “era atorar a las autoridades ejidales”, expuso.
Por “estas situaciones, algunas gentes intolerantes y negativas de la comunidad no lo entienden y lo tachan a uno de traidor, de vendido, etcétera; pero bueno, en un movimiento como este, se sabe que hay de todo”, agregó el abogado.
En la mañana del domingo dos trabajadores jubilados del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que fueron detenidos por los campesinos, al arribar con el agrupamiento de la policía, el viernes por la mañana, para “mostrar” donde vivían las autoridades ejidales de Miguel Hidalgo quedaron en libertad.
Rodolfo Albores y Límbano Hernández, permanecieron retenidos en la cárcel comunitaria desde el viernes al medio día. Por la noche fueron liberados los nueve campesinos que aun estaban presos.
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