Cd. de México.-
La tendencia en países industrializados a incrementar los impuestos a los refrescos y a la comida con alto contenido calórico ha impactado poco en la reducción de la obesidad, coincidieron expertos internacionales durante el Foro “Obesidad: Causas y Respuestas de Política Pública”, organizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
En países como Estados Unidos, el Reino Unido, Australia y México se han incrementado los impuestos a los refrescos y comida chatarra, ocasionando un incremento en el precio de estos productos.
Sin embargo, el consumo de estos alimentos y bebidas no disminuyó de manera significativa después de la aplicación de los gravámenes.
Un estudio realizado por la Universidad Cornell en Estados Unidos sobre consumo de refrescos en Berkeley y San Francisco, después de la aplicación de un impuesto a las bebidas azucaradas, encontró que muy pocos establecimientos incrementaron los precios de las gaseosas debido a que los consumidores podían comprar refrescos en otra ciudad donde no se aplicaba el impuesto.
Por lo tanto, el consumo de ese tipo de bebidas no se redujo y el impacto del impuesto fue absorbido por los distribuidores y, en muy pocos establecimientos, por los consumidores.
El mismo estudio hizo un ejercicio con 239 personas a quienes se les ofreció un descuento de 10% en diferentes tipos de comida para averiguar si, con un precio menor, se inclinaban a comprar más alimentos saludables o chatarra.
La conclusión fue que a pesar del descuento y con etiquetas que diferenciaban con estrellas a la comida más saludable, la gente no se inclinaba más por ninguna de las dos.
“Los impuestos no cambian la cantidad de comida que se consume, debido a que las personas tienen hábitos alimenticios muy fuertes”, explicó John Cawley, investigador de la Universidad Cornell.
En México, el ITAM realizó un estudio sobre el impacto del impuesto especial de un peso por litro a los refrescos y la tasa de 8% a la comida chatarra, aplicados a partir del 1 de enero de 2014.
El análisis encontró que en el caso de las bebidas gaseosas el consumo disminuyó 6% después de la aplicación del gravamen, pero no porque los consumidores hayan dejado de tomar refresco, sino porque optaron por comprar bebidas de menor tamaño. En el caso del impuesto a alimentos altamente calóricos tampoco hubo una disminución en el consumo y, al contrario, se incrementó la compra productos con igual o mayor contenido calórico.
“¿Por qué el impuesto afectó el consumo de refrescos, pero no el de comida calórica? Depende de los sustitutos”, indicó Emilio Gutiérrez, economista del ITAM.
Debido a que los refrescos de mayor tamaño fueron los que aumentaron más de precio, los consumidores optaron por comprar presentaciones menores, lo que al final disminuyó la cantidad de litros tomados por los mexicanos.
Sin embargo, al no haber otro sustituto para la comida chatarra, la conclusión es que las personas no dejaron de consumirla y comenzaron a comprar tamaños más grandes para obtener un mayor volumen del producto a cambio de su dinero.
En resumen, los expertos aseguran que, más que reducir el consumo de calorías entre la población y, por tanto, más que tener una injerencia real en los niveles de obesidad en el país, este impuesto genera distorsiones en el mercado y en el ingreso de los hogares.
El mismo John Cawley aventura otras opciones que podrían resultar más útiles que el impuesto: “subsidiar la actividad física, proveer más información, proteger a la población infantil, revisar y rediseñar programas de intervención social”, finalizó el experto.
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