México, D.F. / Marzo 15.-
“Que nunca vuelva a pasar algo así”, suplica y al mismo tiempo reclama Verónica, quien entre el sollozo que oye a en la línea telefónica desde Reno, Nevada, en Estados Unidos, sentencia que los líderes del CGH, “nunca pensaron en los demás. Fueron injustos. Fueron unos egoístas”.
Verónica sólo soportó seis de los más de nueve meses de huelga estudiantil. Al abandonar su carrera de Ingeniería Agrícola en la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán, como lo hicieron miles de jóvenes que dejaron la UNAM, truncó su aspiración de obtener un grado universitario.
Hasta ahora se ignora cuántos jóvenes jamás regresaron a las aulas de la UNAM. Las estadísticas refieren que 70 mil perdieron el primer semestre de la huelga y las autoridades señalan que dos de cada tres regresaron a la institución ya superada la crisis.
Verónica recuerda que en su generación eran 28 estudiantes; de ellos, sólo tres retomaron sus estudios que habían truncado a la mitad de la carrera, en el cuarto semestre.
“Me hubiera gustado tener otra opción, como tampoco la tuvieron mis compañeros. Mi madre vivía en Estados Unidos y yo rentaba un lugar cerca de la escuela, ya que mi casa quedaba en el sur del Distrito Federal; la huelga hizo que mi situación económica se complicara. No tenía nada: no tenía escuela ni trabajo y sí que pagar una renta. La solución fue empezar a trabajar, ahorrar un dinerito mientras se solucionaba todo y por eso decidí a venir a Estados Unidos”.
Sólo que luego de aprender inglés y computación, y de emplearse como cajera, también conoció a su esposo. Se casó y regresó a Guanajuato —de donde él es originario— a trabajar en una maquiladora. En aquel momento pensó retomar su carrera en la UNAM, pero la lejanía de la ciudad de México y un buen sueldo, por ser bilingüe, no lo hizo posible.
“Mis primos me hacían burla, que a la UNAM le habían cambiado el nombre y que ahora se llamaba Universidad Nacional Autónoma del Mosh. Algunos compañeros me decían que a pesar de que estaba abierta, las clases aún no se regularizaban; que tomaban clases, pero todo se recobró casi hasta 2001”.
Antes que retomar su carrera, fue la necesidad de mejorar su situación económica ante la noticia de su primer embarazo que Verónica decidió “abrirle una puerta a mi hijo en una sociedad menos injusta, donde el que más grita no tiene la razón”. Eso provocó que viajara junto a su esposo a Texas y decidieran abandonar para siempre nuestro país.
A 10 años del inicio del conflicto universitario, Verónica de Bernardo vive en Estados Unidos, en espera de una alternativa migratoria para quienes están indocumentados en aquel país. Labora en un grupo cristiano, como traductora a los hispanos en Nevada.
Llora y su voz se cierra cuando recuerda los momentos en que se frustró su sueño. “Es muy duro para mí. Es muy duro entenderlo porque a mí sí me gustaba estudiar. Ahora que veo a mis hijos digo que hubiera querido terminar mi carrera. Nosotros sí queríamos estudiar, los fósiles y los líderes sabían cómo tenían que hacerle, pero a nosotros no nos dieron opciones. Pero aún no se me olvida, quiero ser maestra”.
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