Monterrey, N.L. / Abril 12.-
Monterrey es una ciudad de contrastes, casas ricas pegadas a las pobres, diseños vanguardistas junto a zonas abandonadas, grandes avenidas con laterales de dos carriles.
Alemania, Ciudad de México o Costa de Marfil, cuentan con zonas que pueden parecerse a lo mejor y lo peor a esta ciudad, donde el individualismo de las personas, los lleva a buscar sólo lo que les complace, y a verse primero que los demás, hasta que todos se hallan hundidos.
Y todo eso se puede ver tan sólo pagando 10 pesos sin la tarjeta de prepago en una vuelta en autobús por la ciudad, la denominada Feria.
Hombres sentados mientras mujeres van cayéndose debido a las frenadas del transporte. Asientos libres, bloqueados por una persona que no se mueve por no sacrificar su comodidad. Gente empujándote por bajar primero incluso cuando ya hiciste la parada y se bajan en el mismo lugar.
Hay autos que se meten “a la brava”, que aceleran en el semáforo en rojo, y todos buscando ser los primeros, sin importar que al final del día todos, absolutamente todos, vivimos en el mismo lugar y vamos hacia el mismo destino.
Bajarse del autobús y observar los carros. La mayoría, con sólo una persona en el mismo. Gente molesta, apresurada, maniobrando incluso ante la obviedad de que apresurarse es imposible. Acelerar a 100 kilómetros por hora para pararse una cuadra adelante por el semáforo o simplemente porque ese era su destino. Monterrey es una ciudad trabajadora, de gente que busca superarse, y eso siempre o casi siempre servirá para sacarla adelante, incluso ante la inseguridad. Sin embargo, los regiomontanos deben, para generalizar a todos los que viven aquí, darse cuenta que si no empiezan a actuar y pensar como sociedad, el destino será siempre la vida en un embotellamiento. No se puede avanzar, pero tampoco retroceder.
Redactó Oscar Javier Flores (LCC) del ITESM.-