Cuando Naomi despertó, vio a su madre y las dos empezaron a llorar.
La última vez que la niña de tres años había estado despierta en su casa, una bala perdida entró por su abdomen y la puso entre la vida y la muerte.
Gabriela Téllez, su madre, relata que Naomi, contó al despertar que había visto a Pepe y a Evelyn que habían estado jugando con piñatas, burbujas, y pelotas. Evelyn le dijo que se cuidara mucho.
Al recordar esto, Gabriela llora, pues Pepe, su hermano, y Evelyn, su sobrinita, murieron el año pasado, y cuando Naomi entró a su primera operación y el cirujano le dio pocas esperanzas, ella se encomendó a Dios y encargó a Naomi precisamente con su tío y su primita.
Ahora, Naomi sigue internada en el Instituto Nacional de Pediatría y sus padres, Ángel y Gaby, de 20 años —aunque parecen de 16—, platican emocionados del progreso de Naomi y sonríen al pensar en cómo ella y su hermanito Érick, de un año y ocho meses, se abrazarán.
Sin embargo, también se preocupan por los costos de las medicinas que tomará la niña, por la tercera operación que necesita y por cómo reaccionará su organismo, pues le tuvieron que quitar la mitad de su intestino grueso, parte del delgado y un pedazo de estómago.
Y también porque Naomi no quiere regresar a su casa, un cuarto de azotea en la colonia Antigua Argentina.
La vida les cambió el pasado 27 de julio por la tarde. Estaban viendo una película en su televisión, Hellboy 2, cuando escucharon ráfagas de disparos y se asustaron porque eran continuas, no como los dos o tres balazos al aire que son comunes cuando los jóvenes se pelean en algunas tocadas, dice Ángel.
Él fue por Naomi, quien dormía en su cama; cuando la levantó, apenas se quejó y vieron que sangraba. Ella fue por Érick, quien estaba en el suelo. Ángel no tiene esperanza de que capturen a quienes hirieron a su hija.
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