México, D.F.-
Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) en Cuernavaca Morelos, asegura que los padres en su intento por complacer a los niños no les enseñan hábitos saludables a la hora de alimentarse.
Actualmente, México ocupa el sexto lugar de obesidad infantil en el mundo: alrededor de 4.5 millones de niños entre 5 y 11 años padecen sobrepeso, lo cual equivale a un 26% de la población total en este rango de edad.
Estas cifras constituyen una clara señal de alarma que debe atenderse cuanto antes. Está comprobado que los niños con sobrepeso son más proclives a padecer obesidad a lo largo de su vida, con los consecuentes problemas que se derivan de ella.
Bajo estas circunstancias, es evidente que la actitud de los padres juega un papel trascendental. En efecto, más allá de las causas genéticas, endocrinas o neurológicas que pueden dar origen a la obesidad, existen múltiples factores ambientales que pueden predisponer al niño a padecer esta enfermedad -desde la situación socioeconómica de la familia y el nivel educativo de los padres hasta los hábitos y costumbres en el seno del hogar, por ejemplo.
Con ello en mente, un grupo de investigadores provenientes de México, Canadá y Estados Unidos se hizo a la tarea de desentrañar la percepción que tienen los padres mexicanos sobre el fenómeno de la obesidad. Para su análisis, los científicos recurrieron a seis guarderías del IMSS en diversas zonas de la Ciudad de México.
La muestra final fue de 38 padres de familia, 29 mujeres y 9 hombres con hijos en edad preescolar, a los cuales se les solicitó su opinión con respecto a los hábitos alimenticios, la actividad física y el sedentarismo en los niños, entre otros.
Dentro de los resultados está el que muy pocos padres reconocieron a la obesidad infantil como una enfermedad. Sólo la mitad de ellos sabía que este problema podía tener consecuencias en la edad adulta.
La mayoría de las madres declararon que con frecuencia se sentían tan cansadas que preferían alimentar a sus hijos con comida preparada y así ahorrarse el tiempo de elaborar platillos más balanceados.
Todos los padres admitieron utilizar la comida como una forma para premiar o agradar a sus hijos. Señalaron que, con frecuencia, les permitían comer lo que ellos querían y no aquello que más les convenía en términos de salud.
Casi todos los padres coincidieron en que el ejercicio era bueno para sus hijos. La mayoría asoció la actividad física de los niños con los deportes y la danza, y muy pocos identificaron que caminar o subir escaleras también podían formar parte de este concepto.
En su mayoría, los padres se quejaron de tener poco tiempo libre para involucrarse en actividades físicas con sus hijos durante los días hábiles.
Muchos padres coincidieron en que el espacio reducido de sus casas también dificultaba la realización de ejercicio.
Los padres mencionaron, además, que sus hijos pequeños solían unirse a sus hermanos más grandes para ver la televisión o entretenerse con juegos de video, con lo cual dedicaban largos periodos de tiempo a actividades sedentarias.
En cuanto al ejercicio en espacios públicos, casi todos mostraron preocupación por factores como la inseguridad, las malas instalaciones e incluso el riesgo de que sus hijos contrajeran enfermedades al convivir con otros niños en este tipo de lugares.
Así, aunque todos los padres coincidieron en que una buena alimentación y el ejercicio físico eran fundamentales para la buena salud de sus hijos, los expertos concluyeron que estos principios no se ponían en práctica en la mayoría de los hogares.
“Descubrimos que los padres de niños en edad preescolar comparten actitudes que impactan negativamente la salud de sus hijos”, aclaran.
Aseguran que los padres en su intento por complacerlos acaban por acceder a sus peticiones, en lugar de enseñarles hábitos saludables. “Esta forma de alimentar se asocia con un bajo consumo de nutrientes en los niños”, advierten.
Debido a que la infancia es un periodo clave en lo que toca a adquisición de hábitos, dependerá de los padres inculcar en sus hijos las conductas que más les beneficien a futuro. Entre ellas, comer bien y hacer ejercicio resultan esenciales.
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