El flagelo en Nuevo León que más preocupa a las autoridades, fuera del narcotráfico, son las pandillas porque 90% de esos jóvenes, de acuerdo con estadísticas oficiales, tarde o temprano pasan a engrosar las filas del crimen organizado o corren el riesgo de convertirse en grupos de violencia extrema como la banda Mara Salvatrucha en Centroamérica.
“Cada vez más las pandillas son seducidas por los grupos del crimen organizado y sus integrantes venden y consumen droga, matan gente y se vuelven enemigos de más riesgo para la autoridad”, dijo el secretario de Seguridad Pública estatal, Aldo Fasci Zuazua.
“Pienso que se están convirtiendo en algo como lo que pasó en Centro América, con la Mara Salvatrucha o algo así”, agregó.
“Hay pandillas con niños de 10 años, estamos en la rayita de que pudiéramos tener casos por abuso contra menores, porque las mamás los sobreprotegen, le faltan al respeto a la autoridad cuando son detenidos y pagan fianzas. El hecho de detenerlos no es la solución”, añadió Aldo Fasci Zuazua.
Según datos revelados a EL UNIVERSAL, se calcula que en Nuevo León hay por lo menos 2 mil pandillas que agrupan a unos 30 mil jóvenes de entre 10 y 25 años de edad, ubicados en 200 de las mil 668 colonias que hay en el área metropolitana de Monterrey.
Fenómeno preocupante
Patricia Cerda, investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), calificó de preocupante la actividad de las pandillas en Nuevo León, principalmente en las colonias La Independencia, San Bernabé, La Moderna, Pueblo Nuevo y Vicente Guerrero, consideradas las más conflictivas pues ahí se localiza 50% de esos grupos.
Cerda, coordinadora del Centro de Investigación para la Comunicación de la UANL, quien desde hace cuatro meses elabora una radiografía sobre la actividad de las pandillas, aseguró que en esos grupos participan hombres y mujeres —éstas representan entre 10 y 20%.
“Debemos entender el problema de la pandilla no como un grupo a manejar de forma prejuiciada, sino enfocarnos a cada uno de los casos, porque son jóvenes a los que hay que encauzar y no podemos estigmatizarlos. El problema de la violencia en las pandillas es porque sus familias viven en zonas violentas, carecen de servicios públicos, son familias de bajo ingreso y con escolaridad apenas de primaria en la mayoría de los casos”.
Para Cerda, “el pandillerismo es un problema de violencia social, de jóvenes que tienen problemas con su familia. Normalmente proceden de familias donde la violencia se ha dado en casa y ellos la han sufrido”.
A ello se agrega la falta de oportunidades laborales y las adicciones como el alcoholismo y el tabaquismo, así como el consumo de mariguana y cocaína. “Por eso, para los jóvenes, los pandilleros son como su segunda familia, con los que establece un núcleo de identidad”, agregó.
Por ello, la investigadora propuso como posible solución al pandillerismo la participación del sector empresarial para instalar centros de trabajo artesanal y proporcionar capacitación de labores específicas para zonas de alto riesgo, y aplicar programas de combate a las adicciones.
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