México, D.F.-
Los veteranos de guerra que combatieron con el Ejército estadounidense y que fueron deportados a México han sido olvidados por ambos gobiernos y son parte de la crisis migratoria que se debe atender, coincidieron especialistas consultados.
Jorge Bustamante, ex relator de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los derechos humanos de los migrantes y fundador del Colegio de la Frontera Norte, consideró que estos ex soldados, aunque hayan nacido en México no deberían ser sujetos a la expulsión porque estuvieron dispuestos a morir y a matar por defender a EU.
Griselda San Martín, investigadora de la Universidad de Colorado, explicó que los veteranos de guerra viven experiencias traumáticas y debido a la falta de asesoría profesional caen en adicción a las drogas o el alcohol y en ocasiones llegan a delinquir, razones por las que algunos de los ex miembros de las Fuerzas Armadas de EU que nacieron en México han sido deportados.
Héctor Barajas, quien formó parte de la Guardia de Honor en EU y director del albergue Casa de Apoyo para Veteranos, informó que se desconoce el número de ex combatientes que han sido deportados, pero aseguró que mantiene contacto con al menos 500 ex soldados de 19 países que han sido expulsados de territorio estadounidense.
Dijo que, contradictoriamente, la única forma en la que pueden regresar a ese país es muertos. “Sólo nos pueden recibir muertos. Ahí sí para sepultarnos con honores en un campo militar y con la bandera de Estados Unidos envolviendo nuestro féretro”.
En busca de nacionalidad
Griselda San Martín indicó que una parte de los mexicanos que llegan de manera indocumentada a EU se enlista en el Ejército pensando en adquirir la ciudadanía de manera automática.
Eso no ocurre en los hechos, aclaró, pues primero tienen que hacer trámites migratorios. “Son mucho menos requisitos, pero sí tienen que seguir un proceso que en ocasiones no lo concluyen por alguna razón, y por eso es que quedan en situación de vulnerabilidad”.
Resaltó que los veteranos de guerra viven secuelas de por vida que dificultan su adaptación cuando retornan. Indicó que la mayoría de quienes han combatido presentan trastornos de ansiedad difíciles de tratar sin un profesional.
Para tratar de sobrellevar esa situación, dijo, algunos veteranos recurren al consumo de drogas o alcohol, lo que en ocasiones los lleva a cometer algunos delitos.
Señaló que para la deportación no hay claridad de qué situaciones son las detonantes, pero indicó que los motivos de expulsión pueden incluir desde un robo hasta un delito mayor.
La experta comentó que los mexicanos que están en una situación así pueden recurrir a una defensa para evitar la deportación, “pero muchos abogados desconocen el derecho migratorio”.
Explicó que las autoridades migratorias de la Unión Americana no llevan a cabo un conteo de cuántos ex soldados han deportado, pero aseguró que una vez que llegan a territorio mexicano aumenta su grado de vulnerabilidad, pues llegan a un país que desconocen y donde no reciben asistencia por parte del gobierno. Además tienen una crisis de identidad “porque se siguen considerando soldados estadounidenses y fueron a la guerra, expusieron su vida, por defender a ese país que consideran suyo”.
La investigadora de la Universidad de Colorado comentó que la mayor parte de los veteranos deportados a México se quedan viviendo en la frontera por la mezcla cultural y porque de esa manera es más fácil que puedan recibir la visita de sus familiares.
Dijo que aunque varios de ellos han intentado reingresar a Estados Unidos, las penas por hacerlo oscilan entre los tres y los 20 años de prisión.
Profundos daños sicológicos
Héctor Barajas, quien formó parte de las filas del Ejército norteamericano de 1995 a 2001, resaltó que puso su vida en riesgo para defender a ese país. “Cuando me deportaron en 2004 salí con la frente en alto porque hice lo que sentí que debía hacer”.
Dijo que ha mantenido contacto con otros veteranos expulsados de países como Panamá y El Salvador y casi todos tienen problemas sicológicos, de alcoholismo y drogadicción generados por el trauma de haber participado en una guerra.
Alex Murillo, quien perteneció a las Fuerzas Navales de 1996 a 2000, consideró que lo más difícil de su deportación ha sido el vivir separado de su familia. “Lo que más duele es lo que uno deja atrás”, comentó.
El ex relator Bustamante indicó que en cualquier circunstancia ambos países tienen la obligación de velar porque sus derechos humanos sean respetados y garantizados: “Ellos también han sido afectados por la violencia, como los niños migrantes no acompañados”.