Con guantes o al desnudo, 140 manos pasaron jamón, milanesa, quesos, salchicha, carnitas, chorizo, jitomate, aguacate y cebolla tan rápido como el cronómetro corría.
“Pónle frijoles, pasa las rajas, échale más queso, apúrate”, se escuchaba entre voces. No había tiempo para ver a los de al lado.
Los 70 cocineros de las 45 torterías que participaron en la quinta Feria de la Torta en la delegación Venustiano Carranza, rompieron récord en América Latina al preparar la megatorta de 44.5 metros, 600 kilos de peso y 30 ingredientes en 5.43 minutos. En el 2007, midió 43 metros y se hizo en siete minutos.
Este viernes al mediodía, los cientos de capitalinos que hicieron fila “para encajar el diente”, más tardaron en esperar un trozo que en lo que se acabó. “Mamá, ésta tiene bien poquitas cosas”, reclamó un niño cuyo pan con ajonjolí sólo guardaba rebanadas de jitomate y cebolla. “Ten te paso tantita lechuga”, lo reconfortó su madre.
A los más afortunados les tocaron trozos con tantos ingredientes que ni a los niños ni a sus padres les alcanzaba la boca para morderla. “Esta sí está bien manchada, es una grosería”, dijo una voz adolescente.
Como la repartición fue gratis, hubo ligeros empujones y hasta los niños que apenas daban sus primeros pasos se formaron. A uno le temblaban ambas manos: en una, un pedazo de torta de carne al pastor con guacamole; en la otra, una de mariscos.
Otra señora llevó su bolsa para guardar los tres platos que alcanzó, mientras una de las coordinadoras regañaba a los empleados de Participación Ciudadana por repartir a sus cuates.
En la Feria de la Torta, hasta las edecanes olvidaron el estilo y la dieta, dejaron de sostener el aire en el estómago y le entraron a las de carnitas y a las ahogadas.
Los que se chuparon los dedos fueron los que probaron la invención de doña Rafita Olivares, a quien hace unos 50 años se le ocurrió partir el pan y llenarlo de arroz, guajolote y mole almendrado recién hecho en San Pedro Atocpan. Hoy, su nieta Linda Olivos le hizo honor post mortem y deleitó a cientos. Mientras el evento empezaba, Javier Ávila invitó a bailar a una viejita al ritmo de banda que sonaba.
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