CHILPANCINGO, Gro.-
“¿Dime quién quisiera ser yo?… Ni yo les deseo a nadie lo que estamos pasando, son ya siete meses sin ver a nuestros hijos, sin saber dónde están: ¡Siete meses!”, dice Delfina de la Cruz, madre de Adán Abraján de la Cruz, quien camina sobre unas chanclas de plástico negras y porta una playera que dice: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
Como en cada marcha Delfina, una mujer de 52 años de edad y cabellos color plata, carga el gallardete con la fotografía y el nombre de su hijo a quien le gusta el futbol. Ella justifica que los normalistas de Ayotzinapa junto con quienes marcharon a siete meses de la desaparición, hayan quemado seis vehículos alrededor del Congreso del estado.
Todas las acciones que el movimiento realiza, dice Delfina, son “porque ya estamos hartos de todos, de los políticos, de ustedes los periodistas; queremos ver a nuestros hijos, que aunque en la pobreza, así como vivíamos regresemos a estar, con nuestros hijos”, enseguida se acomoda el cabello y comenta que hace calor.
La marcha partió minutos después de mediodía, con un sol de rayos potentes, algunos de los padres de los 43 desaparecidos encabezaron el contingente; otros, participaban en las actividades que hubo por los siete meses en la ciudad de México.
¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!, ¡Estamos hartos de que nos repriman los federales, hoy les decimos: ya no más!, son algunas de las frases dichas por los normalistas de Ayotzinapa que guían la manifestación con un vehículo con aparato de sonido.
Después de un trayecto de unos cinco kilómetros una avanzada llegó al Congreso del estado. Los normalistas colocaron seis camionetas repartidoras de empresas de panes, galletas y frituras alrededor del recinto, luego derribaron las rejas de las dos entradas principales con las mismas unidades que después quemaron; también destruyeron la entrada principal de la Sala de Sesiones.
Todo había sido rutinario: los normalistas adheridos a la Federación Estudiantil de Campesinos Socialistas de México (FECSM), de las nueve normales de Guerrero, de organizaciones de Michoacán, del Distrito Federal, marchaban realizando algunas pintas de ¡No a las elecciones!, ¡Repudio total al proceso electoral!, y arengas contra el gobierno, pero nada más.
Cuando llegaron al Congreso, alrededor de las 14:15 horas, los ánimos se calentaron, y de la voz del micrófono que guió toda la marcha, se escuchaba: “¡Políticos asesinos!, ¡Diputados traidores!” y el retumbar de los camiones contra los vidrios, contra los tubos, contra el asfalto, aceleraba los sentidos. “Pum, pam, pum, pam”, se escuchó luego de que los seis vehículos de empresas que expenden productos chatarra se quemaban alrededor del recinto formando una gran capa de humo negro. Ese sonido pertenecía a las bombas molotov que lanzaban integrantes de la Asamblea Nacional Popular (ANP) cubiertos del rostro a unos 100 policías estatales que con equipo antimotín lanzaban gas lacrimógeno desde el otro lado.
Inició la refriega, luego de que los integrantes de la ANP, entre miembros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación Guerrero (CETEG) y normalistas de Ayotzinapa lanzaron piedras contra los policías que lograron replegar a los manifestantes.
Sin embargo, del lado derecho del recinto, otro grupo de normalistas que reencendía un vehículo fue correteado por policías federales que llegaron después de que ya se habían calcinado seis vehículos. Los Bomberos del estado y municipio llegaron a apagarlos.
La marcha continuó y recorrió las calles hasta el centro de la ciudad donde se dispersaron. No hubo detenidos, sólo un policía federal de caminos a quien personas del movimiento a favor de Ayotzinapa retuvieron por 20 minutos en Tixtla y fue liberado en ese municipio. Los jóvenes llamaron a la población a no votar, porque aseguran: “Políticos como José Luis Abarca, alcalde de iguala, son culpables de la desaparición de nuestros 43 compañeros, por eso no puede haber elecciones”.
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