En elpoblado de San Miguel de las Cruces, perteneciente al municipio de San Dimas, se secuestra no sólo por dinero. Las víctimas también son liberadas a cambio de botellas de whisky —el preferido es el Buchanan’s—, cajas de cigarrillos importados, latas de camarones en salmuera o en escabeche, y latería fina en general, exigidas por los captores.
Los gustos de la banda de plagiarios, encabezadas por Ramón Gallardo, El Gato, a pesar de “trabajar” en esta remota y agreste serranía, son de suyo sofisticados. A los familiares de los secuestrados la gente de El Gato les exige una parte de la paga en efectivo y la otra en especie.
En el año más de una docena de personas han sido secuestradas en esta demarcación de la Sierra Madre, distante 220 kilómetros de la capital del estado, de acuerdo con testimonios de mismos familiares.
Así, para dar respuesta a las exigencias de los plagiarios, los familiares de las víctimas se las ingenian para conseguir las cajas de whisky y enlatados que contengan camarones, salchichas y atún, además de decenas de paquetes de cigarros importados.
En ocasiones, en el pliego petitorio de la gavilla de El Gato también se incluyen navajas suizas y zapatos y calcetines para hombre —se enlistan hasta las tallas requeridas.
Testimonios
El monto en especie debe ser entregado junto con el dinero del rescate. A petición de los secuestradores, la familia designa a una persona y les comunica su nombre, para que sea la que entregue dinero y objetos, explica Josué Alvarado Reyes, hermano de Rafael, plagiado en septiembre del año pasado en el poblado El Maguey, perteneciente a esta demarcación serrana
A fin de confirmar que las botellas con licor —vino, le denominan los pobladores— no contengan veneno o algún líquido nocivo, con el cual los familiares pretendan cobrar venganza por el secuestro, los delincuentes obligan al emisario del rescate a probarlas, explicó este hombre de 53 años, a quien le tocó llevar como parte del pago de rescate en especie tres cajas de whisky.
“No se puede sólo llevarles el dinero, también hay que darles el vino y los camarones en lata, cigarros y todo lo que se les ocurre”, apunta Brisia Alvarado, hermana de Antonio, un trabajador forestal secuestrado en febrero de este año.
Antonio, junto con cinco compañeros fueron capturados en febrero, cerca de un poblado denominado El Trigo, de este municipio, donde se han registrado 13 secuestros en el año.
En toda la entidad, las autoridades de la Procuraduría de Justicia de Durango sólo reconocen tres plagios en 2008.
Esta mujer refiere que en San Miguel de las Cruces, lo que la gente toma es cerveza y algún vino barato, “el vino ese caro (whisky)”, que les gusta tomar a los secuestradores, ni pensar que alguien aquí tome tan fino”, subraya, al advertir las dificultades para encontrar este licor.
La gente no recuerda la marca de los cigarros importados demandados por los secuestradores, lo que sí tiene bien grabado en la mente es que a como dé lugar hay que juntar el dinero y los costosos víveres, y hasta el calzado y los calcetines, para que los secuestradores no se enojen y vayan a liquidar a las víctimas.
Sobre la petición de calzado con todo y número, la entrevistada aseguró que los secuestradores en su mayoría son originarios de San Ignacio, Sinaloa. “Ahí usan Huarache por el clima, pero acá en la sierra hace frío y con eso no aguantan, por eso piden zapatos y calcetines, para aguantar”, argumentó.
Josué Alvarado dice: “A mi hermano lo tuvieron (secuestrado) en las cuevas, un día en una y luego se movían a otra, no estaban en un lugar fijo, y ahí hay mucha humedad, hay que prender lumbre para calentarse”.
Este hombre, cuyo hermano estuvo plagiado de finales de septiembre a mediados de octubre del año pasado, destaca que a Rafael casi no le daban de comer.
Con el apoyo del ejido forestal El Maguey, el entrevistado, vendió parte de su patrimonio y juntó 300 mil pesos, aunque la demanda original era de un millón .
Cuota a la policía
“Pero eso no fue lo único que pagamos, nos salió mucho más porque les pagamos a la judicial 50 mil pesos para el operativo”, revela Josué Alvarado, con los ojos fijos y la rabia contenida en la quijada.
“Aquí así es, si uno quiere a la ley (policías estatales), tiene que pagarles porque sino no van ni de buena, ni de mala gana. Hay que darles entre 5 mil y 6 mil pesos a cada uno, y pagarles lo de la gasolina, si uno no quiere que otros por ahí le quiten el dinero del rescate”, detalla mientras aprieta su mano sobre una mesa de madera.
Este ejidatario, quien nació en este poblado serrano, sostiene que los judiciales —agentes estatales de investigación— no están dispuestos a ayudarle a las familias para rescatar a los secuestrados.
“No ayudan para el rescate, sólo para cuidar que no le quiten a uno el dinero otros distintos a los secuestradores”, suelta enfático el hermano de Rafael, quien fue plagiado el 23 de septiembre de 2007, justo metros antes de llegar a su domicilio en El Maguey.
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