La perredista Ruth Zavaleta compartió el pan y la sal con su círculo más cercano de colaboradores y trabajadores, a unas horas de entregar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) el cargo de presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados.
La legisladora presumió el linaje de tribu perredista que le caracteriza: en un breve mensaje se reconoció de Nueva Izquierda, pero también como un grupo dentro de esa corriente de corte social demócrata.
Un evento casi íntimo este lunes en la zona “C” del edificio Cristales de San Lázaro, donde normalmente se llevan a cabo reuniones de comisiones y comparecencias, la ex delegada en Venustiano Carranza lo mismo probó la crema poblana que tomó café, junto con el grupo compacto que la acompañó este año que culmina el jueves.
En el encuentro no hubo lágrimas ni golondrinas, sólo cuatro discos compactos, en su mayoría de boleros instrumentales, que sonaron durante las dos horas que duró el convite.
“Usted es la culpable de todas mis angustias…” se escuchaba la música del famoso bolero mientras una Ruth sonriente, ataviada con un saco gris y blusa blanca, platicaba con su círculo íntimo, el cercano: su inseparable secretaria técnica, Rocío Barrera, a quien llevó de viaje a Rusia e Italia; su director de Comunicación, Fernando Sánchez Mejorada; María de la Luz Mijangos, encargada de la Unidad de Transparencia, y José Luis Camacho, director general de Información.
Fue la última comida con su gente como presidenta. Compartía los últimos minutos como la máxima figura del Congreso, al lado de secretarias, trabajadores, choferes, de quienes su voz era la que más destacaba.
Nada que ver con el despliegue del miércoles pasado en que presentó su informe. Ayer permeó la austeridad en las mesas instaladas que forman parte de los recursos de la Cámara.
El menú con que Zavaleta cerró un ciclo más en su carrera política consistió en ensalada mixta con champiñones, crema poblana, pechuga rellena de camarones en salsa blanca de queso, y de postre un tulipán de chocolate y mouse de mango. Agua de Jamaica, vino tinto, café.
Elementos de Resguardo y Seguridad vigilaron de cerca el convite, para impedir el ingreso de personas “non-gratas”.
A las 16:20, luego de dar el último sorbo de café, la diputada tomó el micrófono. Su mensaje fue de agradecimiento.
No fueron los 27 minutos de discurso de su informe del miércoles frente a panistas y elite política, sin figuras del PRD. Para su gente, sólo cuatro minutos.
No se quedó después. Se disculpó por no despedirse de mano de cada invitado. “Ya no me despido tengo junta con mi hijo”, salió y caminó por la explanada para ir directo a su oficina, en un movimiento tan rápido que no hubo tiempo ni para lágrimas, ni para Golondrinas.
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