Reynosa, Tam.-
Dos princesas son protegidas en Reynosa por una verdadera guerrera: su mamá.
Esthela de nueve y Elizabeth de cinco años, respectivamente, habitan en un palacio lleno de amor y lucha, que se sitúa en un rincón de la calle J.B. Chapa, en el centro de la ciudad.
Para llegar a este lugar es necesario atravesar un laberinto oscuro, sin embargo, al ingresar se respira un ambiente de paz y armonía, a pesar de las humildes condiciones.
Una cama ocupa la mayor parte del espacio en el minúsculo cuarto donde habitan, además de una pequeña televisión, una vieja alacena vacía, la estufa y un diminuto refrigerador.
Es en este reino imaginario en el que las dos niñas y su madre pasan los días rezando a la Virgen de Guadalupe por la cura para Esthela que padece leucemia tipo 1.
El regalo que más desea Esthela para esta Navidad es que un milagro de la morenita del Tepeyac le regrese la salud para que su mamá ya no llore.
“Quiero que Dios y la Virgen de Guadalupe me regalen la cura de mi enfermedad porque mi mamá llora y no me gusta verla así”, dijo la niña entre sollozos.
Los dolores de huesos a causa de este padecimiento mantienen a la niña despierta en las madrugadas, algunas veces son tan intensos que grita y llora.
“Tengo mucha fe en que Jesucristo y mi Virgencita Guadalupana van a curar a mi hija. No pierdo la fe porque el día que suceda todo se irá para abajo”, externó su madre.
A pesar del tratamiento médico que le brinda el Seguro Popular, el estado de salud de Esthela es delicado por lo que su madre se mantiene al pendiente de que la niña no disminuya su peso y mantenga el nivel de sus plaquetas.
Cada dos meses deben de ahorrar mil 800 pesos para que le sean aplicadas plaquetas a fin de mantenerla estable, por lo que su mamá consigue dos trabajos para reunir esa cantidad.
El “callejón del olvido”, un pasillo largo, sinuoso y frío, esconde el modesto refugio de estas dos princesas, que es solventado económicamente con mucho sacrificio por una madre soltera dedicada al aseo de casas.
Sus corazones más grandes, como ella misma las llama son su razón de existir y de luchar por sobresalir a pesar de las carencias.
“Es complicado y pesado, porque para salir a trabajar tengo que dejar a mis hijas solas o encargadas. Ellas son mi luz y guía para salir adelante. No hay cansancio, solamente ganas de sobresalir y mucho amor por ellas”, expresó.
El padre de Esthela abandonó a su madre a los seis meses de embarazo por lo que desde hace más de nueve años ha sido papá y mamá para su hija.
“Muchas veces hasta me siento impotente ya que creo que hace falta más atención de mi parte, en las noches llora porque le duelen sus huesitos y eso me hace sentir muy mal, quisiera hacer más por ella”, mencionó entre lágrimas.
A causa de su enfermedad Esthela sufrió bullying en la escuela, ya que por los tratamientos médicos comenzó a perder el cabello.
“Mi hija cayó en depresión por las burlas de sus compañeros e incluyo llegó a decirle a su madre que deseaba morirse. Afortunadamente con ayuda de algunos maestros logró superarlo”, recordó.
La situación económica es tan precaria que algunas veces no cuentan con recursos para comer, por lo que solamente alimenta a sus niñas aunque ella no pruebe bocado en el día.
“Mis niñas se preocupan pero yo les digo que soy una guerrera porque lucho por ustedes dos cada día y siempre voy a luchar por ellas hasta que Dios me lo permita”, aseguró.
MILAGRO NAVIDEÑO
Un pino navideño de apenas 30 centímetros y sus luces alumbran la habitación de las pequeñas. El ornato está decorado con unos ángeles, regalo de la mamá Esthela.
Conforme han pasado los años han adquirido más querubines que alegran su entorno.
Como los milagros existen y más en esta época navideña su pino creció y se llenó de adornos gracias a que el equipo de Radio y Televisión de Hora Cero cambió el panorama con diversos adornos alusivos a las fechas decembrinas.
El “callejón del olvido” se convirtió en el “callejón de los milagros” debido a que su minúsculo hogar se llenó de esperanzas.
La emoción de ambas al participar en la instalación del pino se reflejaba en sus rostros, entusiasmadas abrían cada uno de los paquetes de esferas, campanas y tambores a los que colocaban listones para colocarlos en su nuevo árbol que tuvo que ser reducido a fin de que tuviera un espacio en su hogar.
Este año las princesas y su guerrera madre tendrán una Navidad mágica y diferente ya que podrán disfrutar por primera vez de tener una cena con el tradicional pavo y muchos regalos.
“Me siento muy feliz porque no había tenido un pino así de grande y bonito”, mencionó.
La más pequeña, Elizabeth dijo que el único deseo que tiene para esta Navidad es que su hermanita se cure y que esté feliz porque la quiere mucho.
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