Monterrey, N.L.-
Rafael salió de su trabajo apurado. Eran como las ocho de la noche del lunes 10 de abril. Es cuidador del estacionamiento de una empresa en el Barrio Antiguo de Monterrey.
Iba apurado porque su esposa estaba internada en la Clínica 34 del IMSS y tomó el primer taxi público que pasaba en Zaragoza y Morelos, en la zona de la Macroplaza.
Pero el chofer tomó una ruta que no era la indicada. Bajó por Zuazua hasta Aramberri y cuadras adelante el chofer se detuvo en una calle oscura porque supuestamente iba a orinar. Ahí empezó su pesadilla.
De repente sintió un brazo en el cuello que lo sometió y lo asfixiaba. Era un hombre que iba escondido acostado en los asientos traseros del taxi y que no vio al abordarlo porque se sentó junto al chofer.
—¡Dame la tarjeta del banco, cabrón. Si nos echas mentiras te irá peor!
—¡No tengo!
—¡No eches mentiras porque te va cargar la chingada!
Rafael, a como pudo, sacó la cartera de su pantalón donde traía 500 pesos en efectivo y su tarjeta HSBC de nómina. Se los entregó. Para eso otro sujeto había bajado de un vehículo que los había seguido cuadras atrás.
—¡¿Cuál es el nip de la tarjeta?! ¡Y apúrate hijo de la chingada!
—¡No me acuerdo!
A su negación sintió que el brazo del hombre lo asfixiaba aún más.
—¡Te vas a acordar hijo de la chingada. Y si no te llevamos a la bodega y te matamos!
Rafael no tuvo otra opción. Pero antes recibió varios golpes el rostro y en el abdomen.
Minutos después lo aventaron del taxi y huyeron por las calles oscuras del centro de Monterrey. No tenía celular porque también se lo robaron, y ni un cinco en la bolsa.
Con dinero que pidió en una estación del Metro llegó a su casa.
Al día siguiente confirmó en el banco que ya no tenía sus ahorros: 25 mil pesos. La tarjeta había sido vaciada.
Conozco a Rafael desde hace varios años. Es vecino de Hora Cero en el Barrio Antiguo. Es un señor bonachón y muy servicial. Le gusta dibujar y vende su creaciones con orgullo dentro del estacionamiento. Le reglo boletos de las Amazonas y siempre viste orgulloso con las playeras azul o amarilla de los Tigres.
Ayer llegué a las seis y media de la mañana a la oficina y ya estaba Rafael barriendo la banqueta.
Hoy que me platicó y lo escuché con atención e indignación. No se vale. Fue al banco donde le dijeron que nada pueden hacer. Su dinero, sus ahorros, ya los perdió y volverá a empezar de cero.
Apenas hace unos días leí una información del gobierno federal de que Nuevo León es más inseguro que Tamaulipas.
Y es mucho decir.