Monterrey, N.L.-
Los vitrales del Palacio de Gobierno de Nuevo León, destruidos durante los acontecimientos sucedidos el 5 de enero de 2017, implican una gran pérdida para el patrimonio del Estado.
Su importancia radica en que los vitrales formaban parte de un conjunto estético que apoyaba el gran concepto de modernidad que a fines del siglo XIX se catapultó a través de la arquitectura y de las artes decorativas. Prueba de ello es el inicio de las imponentes construcciones del Palacio de Bellas Artes (1904) y el Palacio de Correos (1902) en la ciudad de México.
El general Bernardo Reyes, gobernador del estado de Nuevo León, fue el gran artífice de la transformación de Monterrey, de una pequeña ciudad a una gran urbe.
La destrucción de estos vitrales implica la pérdida de una parte de la historia del Estado. Significa también la pérdida de valiosos ejemplares que representan la majestuosidad del arte suntuario floreciente en los últimos años del siglo XIX y principios del XX y quebranta posibles estudios e investigaciones sobre un sin fin de temas relacionados con la época porfiriana en nuestra región.
Los vitrales fabricados hacia 1906 por la prestigiosa Casa Pellandini, y decorados por el pintor catalán Víctor Marco y Urrutia, mostraban los rostros de algunos héroes nacionales que coronaban los ideales estéticos, así como el afán de progreso y modernidad de finales del siglo XIX y principios del XX, mismos que el entonces gobernador Bernardo Reyes trató de plasmar en todo el diseño y la construcción del palacio de cantera.
Los vitrales, relevantes también por sus dimensiones, fueron severamente dañados durante la manifestación ocurrida el 5 de enero en la Explanada de los Héroes.
La fragilidad del vidrio, su composición química y la técnica de dibujo utilizada por la mano del artista Víctor Marco, convierten a estos vitrales en piezas irrepetibles.
Las acciones para su rescate y restauración implementadas por el Gobierno del Estado fueron inmediatas. Personal de la Coordinación de Exposiciones de 3 Museos, en coordinación con Palacio de Gobierno y personal del Instituto de Criminalística y Servicios Periciales, trabajaron en la noche y madrugada del viernes en la identificación, recolección, clasificación, empaque y resguardo de lo que quedó del patrimonio de vitrales del gobierno del estado.
El viernes 6 de enero se reunió un comité integrado por funcionarios del Palacio de Gobierno, las Secretarías de Infraestructura y de Desarrollo Sustentable, CONARTE, 3 Museos, Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Este comité evaluó la situación y se organizó de inmediato con el Instituto Nacional de Bellas Artes para que un restaurador del mismo, realizara una visita en sitio de los vitrales y dar inicio a los trámites correspondientes para realizar un minucioso dictamen, el cual será entregado en las próximas semanas.
Asimismo, se determinó traer desde Torreón, Coahuila a la empresa de vitrales Casa Montaña, que cuenta con más de cien años de experiencia en México. Ellos fueron los responsables del desmontaje de los vitrales y su depósito temporal en un lugar seguro dentro de las instalaciones del palacio de gobierno.
Vitrales Montaña ha restaurado y dado mantenimiento a los vitrales que nos ocupan en varias ocasiones.
HABLEMOS DE HISTORIA
En México, durante el periodo conocido como porfiriato, la actividad que actualmente definimos como diseño se adaptó simultáneamente al el concepto de nación moderna, debido a que estaba estrechamente vinculada con la industrialización y la masificación.
México tuvo acceso a los últimos avances tecnológicos y científicos de los países más desarrollados de Europa. Se adoptaron entonces formas de vida y costumbres de las sociedades inglesa, francesa y alemana.
De igual manera, se importaron técnicas para la elaboración de nuevos productos que ofrecían a las personas posibilidades de confort y una vida más cómoda, higiénica y saludable.
Entre las muchas empresas que pueden constatar la actividad industrial que existía durante aquella época en México se encuentra la fábrica de Claudio Pellandini.
De acuerdo a las fuentes bibliográficas, Claudio Pellandini nació en Suiza y llegó a México poco después de la proclamación de independencia en 1821.
Comenzó su labor empresarial en 1839 con la venta de marcos, cristales para espejos y grabados artísticos, en una casa localizada en la segunda calle de San Francisco, en la Ciudad de México.
Posteriormente incorporó artículos de importación exclusivos como objetos de arte, esculturas en mármol, bronce y terracota, espejos venecianos y florentinos, acuarelas de famosos artistas, grabados, fotografías y vistas estereoscópicas de paisajes, de los ferrocarriles y de los tipos del país.
En julio de 1895, Pellandini estableció, con el nombre de su dueño, la primera fábrica de artículos de arte, que tenía la finalidad de ofrecer la misma calidad de los productos europeos, pero a precios más accesibles.
Localizada en la segunda calle de Comonfort, Ciudad de México, la fábrica ocupaba un área de 12 mil metros cuadrados y contaba con varias secciones: el departamento de biselado y decoración de cristales, dotado con veintisiete máquinas eléctricas francesas y americanas para biselar, grabar y pulir cristales; el taller de grabado, donde se cortaban los vidrios y se hacían los marcos, el dorado y la pintura de las vitrinas artísticas, así como el grabado de vidrios y cristales y finalmente el taller de pintura y esmaltado. También contaban con departamentos como el de plateado y doraduría, el de niquelado y el de vidrieras artísticas emplomadas.
Fue probablemente éste último el que le dio más fama a la Casa Pellandini, debido a que sus vidrieras embellecieron gran parte del país, edificios particulares y oficinas como la Tesorería General, el Salón de Embajadores del Palacio Nacional e incluso el Castillo de Chapultepec, residencia de Porfirio Díaz.
La calidad de los vitrales de este taller era igual o superior a la de los producidos en Europa, por lo que a finales de 1800, la Casa Pellandini gozaba de gran prestigio nacional e internacional.
Fue gracias a ello que la fábrica francesa Saint-Gobain, nombró a Pellandini como su único representante y depositario exclusivo en México. Pellandini también participó en el Pabellón de México durante la Exposición Universal de San Luis, llevaba a cabo en Missouri, Estados Unidos, donde obtuvo “el Gran Premio por su valiosísima exhibición de vidrieras artísticas y el primer lugar en espejos” según consta en un artículo de la revista El Mundo Ilustrado de mayo de 1905.
Dado el reconocimiento del que gozaba Pellandini, era casi natural que el gobernador Bernardo Reyes encargara a esta fábrica, la realización de los seis vitrales que se colocarían en el Palacio de Gobierno de Nuevo León, cuya construcción había iniciado en 1895.
En estos vitrales estarían representados las figuras de fray Servando Teresa de Mier, el general Mariano Escobedo, Miguel Hidalgo y Costilla, Benito Juárez, el general Ignacio Zaragoza y el general Juan Zuazua, en una superficie de 3.60 por 1.20 metros cada una.
Su autor fue Víctor Francisco Marco Urrutia, artista de origen catalán especializado en vitrales emplomados, a quien Pellandini conoció en la Exposición Universal de París en 1900.
Marco se integró a la empresa de Pellandini en 1901 y desarrolló sus diseños con la firma hasta 1906, para continuar su trabajo de manera independiente. En los vitrales del Palacio de Gobierno de Nuevo León se hallaba estampada la firma C. Pellandini, y en algunos de ellos, el año de 1906, aunque es incierta aún la fecha exacta de su colocación, ya que en el año 1907, durante la inauguración del Monumento a Juárez, los grandes ventanales estaban todavía sin los vitrales.
Hasta los eventos del pasado 5 de enero no se tenían noticia de que los vitrales hubieran sufrido algún deterioro, ni siquiera en virtud del movimiento revolucionario gestado en 1910, ni de otros sucesos violentos acaecidos en este inmueble. Solamente en 1985, uno de ellos (Juárez) sufrió un daño durante un mitin político, en ese caso, el vitral fue restaurado por la propia Casa Montaña.