Reynosa, Tam.-
Relatar la vida de Verónica es adentrarse en una historia llena de altibajos. Al enfrentar un problema de drogadicción decidió dar en adopción a su hijo; pero 23 años después se reencuentra con él, pero no como su madre, sino siendo su madrina, intentando sacarlo del mundo de las drogas.
Verónica cuenta que desde temprana edad cayó en el mundo de los estupefacientes, en el consumo de sustancias prohibidas, casándose con un hombre que la maltrataba, “no podía asomar ni las narices por la ventana”, recordó.
En aquellas épocas de consumo, “llegué a fumar con mujeres que jamás te imaginarías que fueran adictas. Consumí drogas con madres, señoras de la tercera edad, yo vivía en las calles, me prostituía”.
Ante la situación que enfrentaba, Verónica pensó que lo mejor para el bebé que acababa de tener era darlo en adopción a los familiares de quien fuera su pareja sentimental, ya que no se sentía con la capacidad de sacarlo adelante.
“Toda mi vida creí que era mediocre, siempre tuve intentos de suicidio, fui depresiva, siempre me quise morir, nunca acepté la realidad, pero Dios nunca dejó que me muriera”, sostuvo.
Reconoció que no sabía vivir sin consumir alguna sustancia, incluso, para poder estar con su otra hija tenia que estar sedada. “Fue muy difícil salir de todo eso y cambiar mi manera de vivir”, contó a Hora Cero.
Hoy, sus hijas no son adictas y una de ellas estudia para doctora.
“Hoy quiero vivir siempre, tengo una nieta maravillosa a la cual amo, me ha enseñado el amor que no tuve por mis hijas, es algo maravilloso, lo que tengo hoy en mi vida no lo cambio ni por la mejor loquera que yo haya podido tener”.
DE MAMÁ A MADRINA
Aún en las drogas, al dar a luz a su hijo Miguel, lo entregó a los parientes de su pareja y se lo llevaron a Estados Unidos, perdiendo todo contacto con él.
“Se lo llevaron y no me dejaron acercarme a él, con toda razón. Luego me arrepentí, pero ya no hizo efecto y me dediqué a mis otras dos hijas”, dijo.
Con el tiempo y mucho valor, dejó el mundo de las drogas, convirtiéndose en la madrina Verónica y hasta la fecha apoyando a quien más lo necesita para salir de ese submundo de la drogadicción.
“Me involucré tanto en el programa, en apoyar a otro ser humano, que dejé eso (la búsqueda de su hijo) por un lado, pero siempre le pedí a Dios: ‘dame una oportunidad de rectificarlo, conocer a mi hijo, de ver cómo está’”.
Pasaron los años y pensó que su Poder Superior no le concedería esa petición.
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“Un día me tomó por sorpresa, yo tengo a mi ahijada Magda, que ahorita tiene un centro de rehabilitación que también apoyaba”.
Sin precisar el día, recordó que una madrugada sonó su teléfono, era Magda, quien le preguntó: “madrina, por lo que he escuchado en tu historia tu tienes un hijo ¿verdad?, y le dije si, Miguel”.
Pero el diálogo con su ahijada fue más allá, le dijo: “¿qué pensarías, cómo reaccionarias, si te dijera que yo se dónde está?”, lo que Verónica consideró un juego.
Esa madrugada no pudo conciliar el sueño, apenas clareaba llegó al centro de rehabilitación, ahí, Magda le soltó: “madrina, su hijo está aquí, él me dijo que si conocía a la madrina Verónica, que era su mamá”.
NO FUE SU MAMÁ, FUE SU MADRINA
Lo que tanto había pedido por más de dos décadas era ya una realidad, tenía frente a ella a Miguel, el hijo que por las drogas y resentimientos absurdos había dejado ir.
“No fui su mamá, fui su madrina, su consejera en adicciones, así fue como me lo devolvió el Poder Superior y ha sido muy difícil, puedo trabajar con otro adicto, pero con él batallo, porque me odia en primer lugar; en segundo, está aferrado a su adicción, para mi es difícil”, refirió.
Pensó que ante la distancia, él estaba exento de las drogas. “Mis hijas vivieron mi drogadicción y son profesionistas, casadas, mujeres de bien; y mi hijo que dejé con una familia de bien es totalmente lo opuesto”.
“Lo tuve conmigo en la casa y es algo muy difícil, tienes a una persona totalmente desconocida contigo, tengo un hijo que no es mi hijo”, platica Verónica, quien mencionó que hace unos años mataron a su hermano y a su cuñada, quedándose con su sobrino que hoy tiene 17 años y una buena relación, lo que lucha por lograr con su hijo.
En el grupo de autoayuda, localizado en la calle Argentina de la colonia Anzaldúas, sigue luchando por recuperar a su ahijado de las drogas y la relación con su hijo.
“Le prometí a Dios y me comprometí con el programa, que cuando alguien pida ayuda yo extiendo mi mano y pues aquí estamos, ya no voy a ser su mamá, voy a ser su compañera hasta que él acepte quien soy, y quien es él para que pueda haber es conexión y perdón”, dijo.
Ella, la madrina Verónica, mantiene la serenidad, el valor y la sabiduría para esperar que su hijo salga de ese mundo que Dios la rescató.
LÍNEA DE AYUDA: 899 960 0611