El ’68 a 40 años,
la memoria viva

Reynosa, Tamps./ 2 Oct.
Hay lugares y momentos que marcan a una persona. El 2 de octubre de 1968 y la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México marcaron a un país.

A 40 años de ese entonces aún sobreviven voces como la de Fausto Cruz, quien hurga en sus recuerdos y sigue encontrando esa pesadilla de muertos e impunidad que significó la respuesta gubernamental a la demanda popular.

Contra la matanza, la memoria. Cuenta Fausto Cruz, quien fuera en ese entonces estudiante de vocacional en el Instituto Politécnico Nacional:

“Serían las 7 y media, cuarto para las ocho, cuando alguien grita ‘hay gente arriba (de los edificios)’ y salta la luz de bengala, es cuando empiezan los helicópteros a rondar y empiezan los disparos”.

Los testimonios establecen una luz de bengala como la señal para que empezaran los disparos. El Batallón Olimpia –policías vestidos de civil- con sus guantes o pañuelos blancos en una mano para identificarse, disparan. Los soldados también disparan y en la confusión no se sabe quién es el enemigo.

Fausto Cruz era parte de la seguridad estudiantil y formaba parte de la cadena humana que mantenía a la multitud alejada de los integrantes del Consejo Nacional de Huelga.

Ese día llegó temprano a la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco.

“Al arreciar la intensidad de los disparos todos se dispersaron y tratamos de sacar a la gente (de la plaza) pero la gente ya estaba fuera, muchos corrimos al edificio, muchos se fueron a esconder a los departamentos porque mucha gente conocida vivía ahí…Y oíamos correr en las escaleras y en los pasillos a gente, a gente armada”, evoca Cruz, hoy radicado en Reynosa.

La refriega duró horas y fue hasta la mañana siguiente cuando, cautelosos, los estudiantes salieron de sus escondites y se toparon con una plaza recién lavada, donde no quedó huella de la matanza.

Los ojos reflejan la tristeza de Fausto pero también la firmeza de sus convicciones que ratifica cuando se le pregunta si tuvo caso tanto sacrificio, si le rebeldía valió la pena. Sin vacilar contesta: “Sí, valió la pena”.