Reynosa, Tam.-
Cuando se oye hablar sobre deportación, de inmediato se piensa en discriminación, malos tratos por parte de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de Estados Unidos y el fin del “sueño americano”.
Sin embargo, para Jorge Gama no fue así. Con padres de origen mexicano pero con ciudadanía estadounidense, él fue obligado a regresar al país donde nació, México.
En su caso, la deportación consistió en una entrevista (un poco ruda, ya que no les creyeron que era ciudadano americano) en Ciudad Juárez, Chihuahua, con sus padres representándolo.
Jorge tenía sólo un año cuando sus padres decidieron llevarlo a vivir a California y después a Texas, por lo que creció rodeado de la cultura mexicana y sabiendo de su origen, pero llevando una vida estadounidense “normal”.
Por eso asistió a la escuela y tiene el inglés como su primer idioma, por lo que ignoraba que Estados Unidos estaba de manera ilegal.
“Creo que es un poco injusto que mis padres sean ciudadanos legales de Estados Unidos, haber hecho toda mi vida allá, y de pronto, por falta de un papel, no pueda regresar y seguir con mi vida normal”, dijo.
Ahora debe pasar un tiempo en Reynosa, donde vive con sus abuelos y trabaja como trompetista en un mariachi, actividad que aprendió en la High School (preparatoria) a la que asistía de niño.
Ahora Jorge aguarda que su situación se resuelva, es prácticamente un extranjero en su propia tierra.
“Es difícil porque sí entiendo el español, pero no puedo hablarlo, ni escribirlo, por lo que batallo para relacionarme”, explica en inglés.
A diferencia de muchos “paisanos” que han sido deportados, Jorge tiene la posibilidad de regresar, pero por ahora sólo le queda esperar.
En la actualidad está haciendo los trámites en migración, pero ante el paso de miles de cubanos, venezolanos y centroamericanos, la espera puede ser largar. La esperanza, dice, es la última que muere. (Con información de Astrid Blanco)