Mientras miles de personas están varadas en la frontera de Reynosa buscando un asilo humanitario por parte de Estados Unidos, hay ciudadanos americanos que han tenido que venir a residir a México, en solidaridad con sus seres queridos deportados.
Reynosa, Tam.-
Lillie Mae Bowman es su nombre. Es originaria de Rocky Mount, Virginia, una pequeña comunidad del noreste estadounidense, pero ya es común verla por las calles del la Zona Centro de Reynosa.
La razón por la cual decidió venir para México es porque su pareja fue repatriada.
“Yo ya le había dicho que si tenía un problema así iba a venir con él aquí a su país”, mencionó esta ciudadana americana, quien desde 2016 intenta acostumbrarse a su nueva vida.
Permanece varios meses territorio nacional y suele retornar un tiempo para para convivir con sus hijos y familia en Estados Unidos.
Actualmente se encarga de administrar el dinero que su marido gana trabajando en uno de los cruceros de la ciudad, aseando vehículos.
De hecho Lillie apareció recientemente en algunas publicaciones, pues fue testigo del accidente que sufrió una familia que a punto estuvo de quemarse cuando se incendió la unidad en la que se desplazaba.
Su cabello rubio y ojos azules contrastan con la forma perfecta en la que habla el español y ¡con acento veracruzano! Y es que hace mucho que Lillie ya había vivido en este país.
Fue con su anterior pareja. Se mantuvo en esta nación durante seis meses, retornó a la Unión Americana y 18 años después el destino le tuvo de regreso, aunque en diferentes circunstancias algo que, confiesa, nunca se lo imaginó.
“Mi ex marido era de Temapache, Veracruz. Allá nació mi hija”, comentó.
INTENTA ADAPTARSE
Lillie reconoció que en México se percibe una mayor inseguridad que a los extranjeros no les deja del todo sentirse cómodos y viene en gran medida de las mismas autoridades.
“Eso es único que a veces me molesta aquí. No estoy acostumbrada a cada rato que los policías, los tránsitos y los solados pasen por mi lado para revisarme. Yo les digo que me dejen en paz, que no estoy haciendo nada malo. Por acompañar a mi marido me molestan”, expuso.
Por todo lo demás, indicó, se siente contenta en México, país en el que aprendió a hablar el español y donde ha hecho grandes amigos.
Afirmó que tiene tres hijos en Estados Unidos, a los que ve no tan frecuentemente por las vueltas que le ha dado la vida.
“Pero así estoy a gusto. No me gusta permanecer tanto tiempo en mi país, porque disfruto las cosas diferentes. Es algo que me fascina aprender sobre otras culturas”, dijo.
Uno de los municipios que más son del agrado de Lillie es Martínez de la Torre, Veracruz.
”Mi pareja es de allá y se me hace un lugar bonito”, expresó, mientras que de su natal Virginia lo que más extraña son sus familiares.
Pero es debido a la condición migratoria de su cónyuge que esta mujer tiene que estar entre un país y otro.
EN EL EXILIO POR LEYES ANTIMIGRANTES
Sabedora que vive en una de las ciudades más peligrosas de México y el mundo, Lillie sólo intenta tener una vida normal, mientras encuentra una forma de solucionar el estatus legal de su marido.
“Cuando vine aquí en 2016 escuché una balacera. Al principio pensé que eran cuetes. Luego en otra ocasión hubo un tiroteo muy cerca del Centro.
“Estaba regresando de McAllen (Texas), eran como las 9:00 de la noche. Pasó un carro y tras éste una camioneta de polinegros tirándoles. Casi me estaban llevando y fue la vez cuando estuve más cerca del peligro durante un enfrentamiento. Aún así decidí quedarme”, confesó, por el amor que le tiene a su marido mexicano.
Lillie ya entiende en persona el temor que se percibe en esta ciudad, pero al mismo tiempo considera que si los ciudadanos no se entrometen donde no deben estarán más seguros.
“Antes de venir para acá estaba viendo que el presidente Trump mencionaba lo que pasaba, diciéndonos que no viniéramos a México, pero yo amo tanto este país que a mí no me pasa nada. No hay alguien que me trate de hacer daño por ser americana”, declaró.
Esta mujer extranjera que rompe con el molde de la mayoría de las féminas estadounidenses se dedicaba al campo. Durante muchos años laboró en la pizca de productos agrícolas y también en almacenes de autoservicio, empleos que por lo general son desempeñados por hispanos.
Reconoció que cada vez es más difícil para los latinos hacer una vida en su país, por las políticas que han asumido los últimos gobiernos y por eso los están deportando.
“Soy la única persona en la familia que habla español y que anda con otra gente que no son americanos. No me gustan las personas racistas, no ganan nada.
“Pero en cambio yo pienso diferente y por eso he podido aprender de otras personas su cultura e idiomas. Entiendo también el portugués, el francés y el japonés. Puedo defenderme donde quiera y me gusta mucho platicar y conocer de otros pueblos”, confesó.
Una de las anécdotas que recuerda es que cuando está en Estados Unidos y habla español sus compatriotas se quedan extrañados.
“Me dicen: –Y tú qué, ¿de dónde eres?– soy de aquí, les digo, pero me gusta hablar en español”, comentó entre risas.
Del mismo modo las personas que la escuchan en Reynosa hablando el español, bromeando y contando los mismos chistes y frases que aquí se dicen le hacen muchos elogios, lo cual le ha servido para conseguir nuevas amistades.
Por lo que más allá de la difícil deportación que ha sufrido su marido Lillie Mae Bowman aprovecha el tiempo para aprender más de este país y orgullosamente dice ser una americana muy mexicana.