Monterrey, N.L.-
Hace 41 años, en el Hospital de Zona se realizó el primer reimplante exitoso de mano a Reynaldo Campos García, a cargo de los médicos Felipe Flores Rodríguez y Humberto Rodríguez González, quienes nunca habían intentado una operación de ese tipo.
El médico Felipe Flores Rodríguez actualmente continúa ejerciendo como ortopedista y traumatólogo con la misma pasión que hace 50 años cuando inició su profesión.
Hijo de un profesor y una maestra rural, el médico es originario de El Blanquillo, Allende, Nuevo León, sitio reconocido por su carne seca, por lo que Flores Rodríguez dice hilarante: “Lo mismo pude ser doctor que carnicero, pues dada la práctica de algunos médicos a veces no se distingue la diferencia entre unos y otros”.
Sobre la cirugía de reimplante de mano, recuerda claramente ese 10 de febrero de 1977, cuando al mediodía llegó la ambulancia con Reynaldo Campos García, quien había sufrido la amputación de la mano izquierda.
“El corte fue a la altura del tercio medio con distal, al nivel de los huesos cúbito y radio. Yo había oído de los reimplantes en el hospital de Traumatología y Rehabilitación del Centro Médico Nacional [donde ejerció dos años antes]. Tenía la idea porque vi a varios excelentes cirujanos intentar hacer la operación, pero sin éxito”.
El especialista explica que en 1967 había un antecedente con un joven cañero de El Mante, Tamaulipas, a quien atendieron en la Ciudad de México, donde el doctor Luis Gómez Correa realizó la operación, pero fue tomada como reimplante debido a que la extremidad no fue amputada totalmente.
Flores recuerda que tenía menos de un año que había llegado al hospital y cuando se le presentó el caso de Reynaldo, de inmediato pidió al quirófano un neurocirujano, un cirujano plástico y un cirujano vascular, por lo que el jefe de servicios lo cuestionó:
Me preguntó el doctor Criollos: “Felipe, ¿qué vas a hacer?”.
—A reimplantar una mano.
—Ah, chingado, ¿y quién la va a hacer?
— Yo mero.
—¿Cómo?… ¿Y qué necesitas?
—Que me faciliten las cosas.
—¿Ya lo has hecho?
—No, pero sé cómo se hace.
Pero antes de iniciar la cirugía se topó con el primer reto: el cambio de turno del personal y la falta de disposición de sus compañeros. “Empecé a decirle a los cirujanos plásticos: ‘oye, ¿me ayudas?’, y sus respuestas eran: ‘No, ya me voy, eso no te va a dar resultado… ya se te va a acabar el turno…’ Y se fueron retirando”.
Por fortuna, Flores se encontró con el doctor Humberto Rodríguez, cirujano de corazón, a quien sólo conocía de vista, pero tuvo el gesto de preguntarle: “¿Qué anda haciendo, doctor?”. “Voy a reimplantar una mano”, y le ofreció su ayuda como cirujano vascular.
“Total, sólo nos quedamos el doctor Humberto y yo. Nos ayudó un anestesiólogo que entró en el turno de las 2:00. La cirugía duró 10 horas”.
“Lo primero que hay que hacer para esta operación es fijar los huesos con placas y tornillos, que era para mí lo más habitual; luego Humberto hizo su trabajo con las venas y las arterias, después a pescar los nervios y los tendones”, explica el doctor Felipe Flores.
“Esta fue la primera operación de reimplante de mano con éxito y completa. Dicen los del Hospital Universitario que ellos tenían antes, pero dónde está la publicación o la evidencia. Ninguna mano reimplantada ha vuelto a hacer esto en el mundo”, comenta el doctor Flores mientras abre y cierra el puño con fuerza y de manera ágil.
Las envidias
Felipe Flores reconoce que después de la operación sintió la envidia de algunos de sus colegas y compañeros, pues en esa ocasión de 30 traumatólogos sólo uno lo felicitó.
“Los demás decían: ‘n’hombre, ya lo hicieron otros’; otros decían: ‘Eso de pegar un hueso, cualquiera [lo hace], ya lo han hecho muchos’, pero sin dar pruebas”.
“Bueno, dicen que no fue Cristóbal Colón el primero que llegó a América, pero al que recuerdan es a él; así yo, no importa que lo hayan hecho antes, al que se está reconociendo es a mí. Tenía una presión de los compañeros; como que no queremos ver el éxito en los otros”.
Flores cuenta que en esa época el Seguro Social estaba con muy mala imagen, y como jefe de delegaciones estatales estaba Romeo Flores Caballero, quien un día visitó de incógnito al paciente y al ver que la mano estaba rehabilitándose organizó una visita del entonces director general del IMSS, Arsenio Farell Cubillas, para darle realce a la institución.
Hubo mucha difusión del caso: “Salí en todos los medios, hasta en el Alarma”, bromea el doctor Flores y agrega que en ese entonces el IMSS ofreció premiar a los médicos que participaron en el reimplante con becas a cualquier parte del mundo. “Reynaldo vio que yo salía en todos lados y un día me dijo: ‘Oiga, doctor, ¿y yo qué voy a recibir?’, y le respondí: ‘Pues tu mano'”.
Sobre el paciente, el doctor Flores asegura que como a los dos años del accidente lo dejó de ver, pero asegura que se percató de que recuperó su mano y le sirve mejor que cualquier prótesis porque siente y se ayuda con ella para sus labores.
Después de los reconocimientos institucionales, el doctor Flores fue despedido del IMSS: “Es que practico el deporte del metichismo y anduve en el movimiento para sacar adelante la situación laboral de los médicos; decían que era mi venganza porque no me dieron la beca por el reimplante; yo quería ir a Suiza”.
A punto de cumplir 50 años de ejercer la medicina, el traumatólogo afirma que “en los hospitales públicos lo único que sobra son pacientes, todo lo demás falta”.
En su estilo directo y coloquial, asegura que otro problema del sector público es lo que se les paga a los doctores: “Gana igual el listo que el pendejo, el flojo que el trabajador, a la hora del cheque todos reciben lo mismo, ¿y quién es el pendejo? El que trabajó bien y mucho”.
Sin embargo, pondera que al final el médico comprometido con su profesión recibe más satisfacciones por el agradecimiento de sus pacientes que por el pago de sus servicios.
“La sangre salía como por manguera”
Reynaldo Campos García es el primer mexicano que recibió un reimplante exitoso de mano hace 41 años en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Originario de la ex hacienda Chihuahuita, en Cadereyta, Reynaldo emigró a la capital nuevoleonesa, un mes después de casarse, cuando tenía 22 años. Buscaba algo mejor para su nueva familia y dejó atrás su trabajo de agricultor de temporal en los cultivos de maíz, caña, sandía, melón y frijol.
El campesino, ahora de 63 años, recuerda que apenas tenía una semana de haber ingresado a trabajar como auxiliar de operador de guillotina industrial en la empresa Maquilas y Servicios Técnicos, al norte de la ciudad, cuando ocurrió el accidente.
Eran las 11:45 horas del 10 de febrero de 1977, cuando su inexperiencia y una falta de atención del operador de la guillotina se combinaron para que una filosa cuchilla para cortar láminas de acero le mutilara de tajo de forma transversal medio brazo izquierdo.
“Sólo sentí calientito, la sangre salía como el chorro de una manguera, los compañeros hicieron un torniquete para tratar de detener la hemorragia; tomé mi brazo mutilado con la mano derecha y me llevaron en un carro a la Clínica 15 del Seguro Social, la más próxima que nos quedaba.
“Me sentía débil por tanta sangre perdida, pero iba consciente. Cuando me vieron en la clínica médicos y enfermeras casi se desmayan, sólo me cubrieron con gasas y con ellas quisieron acomodar la mano mutilada al muñón del brazo y dijeron que esas emergencias ahí no las podían atender.
“Me trasladaron en una ambulancia al Hospital de Zona (Clínica 21 del IMSS). A las 12:30 ingresé al área de urgencias y una hora después me llevaron al quirófano. Tuve la suerte de encontrar a verdaderos ángeles de la Medicina, los doctores Felipe y Humberto, pues a pesar de que estaban a punto de terminar su turno a las 2:00 de la tarde, se quedaron a hacer una operación que nunca habían practicado y de la que no había antecedentes exitosos en México”.
Reynaldo supo después que la cirugía tardó 10 horas, pues requirió unir vasos, venas, arterias, tendones, nervios y los huesos rotos. Pero en medio de la tensión que implica un trabajo de tal complicación y responsabilidad, los doctores Felipe y Humberto trataban de relajar la situación con humor.
Le contaron a Reynaldo que cuando casi terminaban la operación, el doctor Humberto a manera de broma dijo: “Esto ya valió… mira, la mano se puso negra”, a lo que Felipe respondió: “Es la tuya”, y es que Humberto Rodríguez es moreno intenso.
Agradecido con los doctores Felipe y Humberto, Reynaldo reconoce que esa sensibilidad con la que lo atendieron no está en todos los médicos, pues tres años después del accidente, en la Clínica 6 del IMSS se topó con el lado contrario al acudir a una valoración.
“Un doctor gordo me dijo: si me hubiera tocado atenderte, yo te quito la mano, te emparejo el hueso, y te pongo un gancho para no andar batallando”. A lo que Reynaldo respondió ofendido: “Pues con ese mismo gancho yo le hubiera rasgado la panza o el cuello”. Finalmente el médico lo dio de alta al determinar que el brazo tenía una funcionalidad del 75%.
Otro susto
Dos años y medio después del accidente, cuando estaba a punto de ser dado de alta, Reynaldo sufrió un accidente que pudo costarle la pérdida definitiva de su mano. Al ir con su esposa en un camión urbano a visitar a unos familiares, el operador frenó de forma intempestiva y por instinto Reynaldo se apoyó en su mano izquierda para evitar caerse y se fracturó el brazo en la parte que se había mutilado.
Fue otra vez al IMSS, los mismos médicos que hicieron el reimplante lo enyesaron, pusieron tornillos, y el doctor Felipe lo regañó amistosamente: “Cuídate, Reynaldo, porque para la otra ya no te volvemos a poner la mano”.