Ciudad de México.-
De víctima a victimario. El pequeño Aedes aegypti adquiere el virus del dengue y éste rápidamente circula a sus anchas en el minúsculo organismo del mosquito a través de la hemolinfa, el fluido análogo a la sangre de los vertebrados. La infección persiste en la mayoría de sus tejidos durante toda su vida, dándole una nueva misión: transmitir la enfermedad a los humanos.
En el laboratorio de Humberto Lanz, director de Infección e Inmunidad del Centro de Investigaciones sobre Enfermedades Infecciosas (CISEI) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), los mosquitos no se matan de un manotazo, sino se convierten en el principal objeto de estudio. Mediante herramientas como supermicroscopios, separadores de moléculas, incubadoras y cuartos de cultivo, sus corazones se extraen con agujas extrafinas, se congelan sus tejidos y se analiza la composición de sus tres pares de lóbulos preservados en trisol.
El estudio detallado de la fisiología de estos organismos los ha llevado a investigar por más de una década su respuesta inmunitaria con resultados muy interesantes. “Hemos logrado demostrar que los mosquitos tienen la capacidad de recordar eventos previos. Es decir, podemos modificar su respuesta inmune para que ya no transmitan enfermedades como dengue, zika y chikungunya”.
La memoria inmunológica también se conoce como respuesta adaptativa. Los mosquitos tienen un ciclo de vida que incluye una fase acuática, en la cual las larvas crecen en agua, pero cuando son muy pequeñas pueden “vacunarse” para que puedan resistir la infección de dengue ya adultas. “No se modifica genéticamente, sólo utilizamos su propia respuesta inmunológica para limitar la replicación del virus”, apunta el experto.
Lanz subraya que la convivencia que el ser humano tendrá con los insectos, y particularmente con los mosquitos, será cada vez mayor debido al deterioro de la naturaleza y los procesos que condiciona el cambio climático, cuyos modelos indican que habrá mayor presencia de insectos vectores, los organismos vivos encargados de transmitir la enfermedad.
Según la OMS, las enfermedades transmitidas por vectores representan más de 17% de todas las infecciosas, y provocan cada año más de 700 mil muertes. En el caso del dengue, las cifras van en aumento: más de 3 mil 900 millones de personas, en más de 128 países, corren el riesgo de contraer dengue, con una estimación de 96 millones de casos al año.
DELLABORATORIO A LA APLICACIÓN
Los estudios sobre respuesta inmunitaria en el Aedes, realizados en el CISEI están listos para probarse más allá del laboratorio. Lanz explica que esto se podría realizar mediante los servicios de salud, como lo hacen, por ejemplo, con el abate, que es un larvicida distribuido de casa en casa en las áreas con dengue. En Veracruz, Jalisco, Chiapas, Oaxaca y Puebla se registran 72% de los casos confirmados en el país. “Con una estrategia similar dejaríamos un inductor de la respuesta inmune, ‘una vacuna’, para que el mosquito se volviera resistente a la transmisión”. Esto tendría que estar acompañado con una estrategia para bajar la densidad de las poblaciones de mosquitos, pero la idea es que los especímenes que quedaran vivos fueran resistentes a la infección mediante la llamada inducción de resistencia.
En vista de las dificultades que se han tenido por los cambios en las políticas científicas del país, Lanz señala que aún no saben cuándo podría ejecutarse de manera práctica la experiencia de años en el laboratorio, pues se requieren recursos financieros para realizar la estrategia adecuadamente, que podría iniciar en zonas endémicas de Morelos, que es donde está el Instituto, y en lugares como Jojutla o Cuautla se podría poner a prueba.
Lanz explica que su proyecto ha sido apoyado por varias fuentes de financiamiento, incluidas internacionales, como la Fundación Gates, pero las de nivel nacional han disminuido. “Parece que poco a poco comienzan a activarse los mecanismos para financiar; pero no conocemos montos y no sabemos cuál es el presupuesto final que tiene Conacyt para este tipo de proyectos. Así que por el momento no sabemos cuáles y cuántos proyectos de todos los que enviará la comunidad científica serán apoyados”.
Pero el especialista cita otras limitantes: los estudios que conllevan innovación suelen ser vistos con desconfianza. “De repente puede parecer un poco extraño que nosotros vacunemos a los mosquitos, que intentemos cambiar la respuesta sin manipulación genética. De repente las barreras son conceptuales porque el gremio científico es reacio a aceptar nuevos paradigmas”.
El aumento del dengue ocurre cíclicamente, por lo que Lanz señala que el crecimiento en la detección de casos que ha registrado el país era esperado, pero rebasó lo estimado y hubo un poco de retraso en los recursos federales para que se pudieran aplicar más rápido las estrategias para limitar crecimiento y dispersión de las poblaciones. “Desgraciadamente el cambio climático ya nos llegó y pegó; estamos viviendo problemas para contener los brotes de dengue en el país”, señala y agrega que por eso la importancia de mantener las investigaciones para que las posibilidades de atacar el problema se multipliquen.
INVESTIGACION MUNDIAL
Las inmunizaciones para mosquitos buscan probarse en un nuevo nivel, pero qué ha pasado con las vacunas para humanos contra el dengue. Lamentablemente, uno de los proyectos más promocionados comercialmente en los últimos años no pudo probar su total eficacia. El laboratorio francés Sanofi-Pasteur lanzó Dengvaxia®, pero comités sanitarios en todo el mundo se dieron cuenta que las poblaciones de niños podrían quedar susceptibles a una infección grave por dengue. Filipinas fue uno de los primeros países en aplicarla, pero al percatarse de estos problemas, demandaron al laboratorio.
Hoy siguen en el mundo los intentos en busca de mejores resultados para una vacuna; el laboratorio japonés Takeda realiza grandes investigaciones y los expertos esperan saber más sobre su propuesta en un par de años.
Lanz opina que para luchar contra el virus, además de generar más información sobre el mosquito y las formas de transmisión, se necesitan mejores y más baratos métodos de detección. “Esto nos ayudaría a interrumpir y ubicar la transmisión más rápidamente. También auxiliaría el tener tratamientos más prácticos y eficientes”. En la actualidad no hay ningún medicamento especial para abordar la enfermedad, sólo hay tratamientos de apoyo; pero la detección oportuna y el acceso a la asistencia médica adecuada disminuyen las tasas de mortalidad por debajo del 1%.
En el CISEI, el estudio del cambio climático se ha convertido en otro de los platos fuertes de investigación. Lanz explica que se prevén picos altos de elevación de temperatura que después van a descender abruptamente, como choques térmicos que tendrán distintos efectos en las especies. “Hemos visto que el mosquito se adapta muy bien a estas condiciones. Incluso, en el caso del mosquito Anopheles, este tipo de cambios lo pueden volver resistente a la malaria y queremos ver si eso sucede con el Aedes. Debemos analizar a profundidad cómo responden los mosquitos a estos cambios de temperatura y eso nos llevará a sacar nuevas hipótesis”.
Entre otras áreas de investigación también analizan cómo se puede replicar el virus del dengue en otros tejidos, como la cutícula, que puede reportar un cambio incluso a nivel molecular. “Tratamos de sacar métodos para desarrollar estrategias más puntuales de vigilancia de las poblaciones de mosquitos. Esto en colaboración con el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades, pues se necesita determinar mejor grupos infectados”.
Para conocer mejor el impacto de estos insectos, nada se discrimina, incluso sus sonidos pueden dar pautas que alimenten una nueva investigación. Así lo pone de manifiesto su colaboración con la doctora Mariko Nakano del Instituto Politécnico. En las últimas décadas, la incidencia del dengue en el mundo ha aumentado enormemente. Alrededor de la mitad de la población mundial corre el riesgo de contraer este mal y conocer a fondo al victimario es urgente.