La mudanza forzada por el huracán “Dolly” comenzó sin titubear, así como compras de pánico. Tan pronto se difundió la alerta amarilla ante su inminente golpe, los albergues de la ciudad empezaron a recibir a más de 23 mil personas evacuadas en la entidad, de un total de 115 mil en riesgo.
Se trata del primer ciclón de la temporada que amenaza con entrar a territorio nacional, lo que está previsto a mediodía de este miércoles.
Las horas alcanzaban aún para abandonar el pequeño patrimonio y llegar a algún refugio oficial, o arrimarse a casa de familiares, a ponerse a salvo.
En los municipios costeros de Matamoros, Soto la Marina, San Fernando y Río Bravo se vivieron minutos de tensión. Habitantes se negaban a dejar sus humildes casas, aun a sabiendas de que están en riesgo de que la naturaleza se la arrebate.
A María Miguel Celso no le espanta “Dolly”. Dice que vivir 112 años y sobrevivir a cuatro huracanes le dan la fortaleza y sabiduría para torear a los vientos: “Ya sabemos a qué venimos. Dejamos nuestra casa y sabemos que no la volveremos a ver de pie”.
Cargando sólo un morral con dos cambios de ropa y con el rostro desencajado por renunciar a sus escasas pertenencias y dejarlas a la suerte de la tempestad y la rapiña, es de las primeras en llegar al Centro de Convenciones Mundo Nuevo, uno de los cinco albergues habilitados en esta ciudad.
Con ella está su hijo Timoteo Lorenzo Miguel, de 75 años, así como familias provenientes de 75 colonias vulnerables. Todos con el mismo semblante de preocupación y con la misma historia.
Doña María Miguel, residente del poblado Higuerillas, disminuida en las palabras, dice bien claro: “Me quería quedar en mi casita. Ya nada tengo qué perder, en cuatro ocasiones he perdido todo y no me queda más… pero este hijo ‘tan burro’ no me quiere dejar ir”.
Con mirada triste y resignada, Timoteo observa a su madre limpiar la colchoneta con envejecidas manos, acomodar sus dos cambios de ropa, recostarse y sacar su imagen de la Virgen María: “Sólo nos queda encomendarnos a Dios. Son muchos años los que tenemos viviendo en Higuerillas y es la cuarta vez que tenemos que abandonar nuestro hogar. Siempre es la misma: pasa la tempestad y regresamos a nuestro hogar, pero sólo para levantarlo”, platica.
Irma Morones, del poblado El Mezquital, quien llegó al albergue acompañada de sus tres pequeños hijos, comenta: “Ya no vamos a encontrar nada, si llega el agua va a destruir nuestras casas, como pasó hace tres años con el huracán Emily. No nos dejó nada, sólo palos, y lo más triste es que hasta ahora no hemos recibido ayuda para levantarnos de esa tragedia”.
Protección contra vandalismo
Las autoridades del DIF municipal, del Sector Salud, Protección Civil y el primer síndico del ayuntamiento, Juan Carlos Cisneros García, se mantenían atentos para apoyar a las familias albergadas, mientras que afuera los camiones seguían llegando con más personas desalojadas.
Cisneros García afirmó que contrario a otros años, todas las familias aceptaron la evacuación. Sin embargo, reconoció que varios hombres se quedaron en las comunidades pesqueras para ayudar a las autoridades en caso de necesidad, quienes esta noche serían movilizados.
En calles de Matamoros se iniciaron las medidas de seguridad. Sellaron con triplay puertas y ventanas de los negocios, ya que encargados de éstos afirmaron que era para evitar actos vandalismo. E iniciaron las compras de pánico en espera de la alerta roja.
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