Tokio, Japón.-
Más que pura mano de obra, la migración mexicana tiene mucho de cerebro. Se acerca el día en que ya no necesitaremos teléfonos inteligentes.
Tendremos un “chip” en la cabeza para enviar mensajes, encender aparatos o grabar nuestros sueños.
Por ahora, ya hay cascos que mueven objetos con las señales del cerebro, robots que exploran las plantas nucleares de Fukushima y otros que ayudan a personas con discapacidad.
Todo esto es producto de la avanzada tecnología en este país y del talento de investigadores japoneses… y también mexicanos.
México es el segundo país con más emigrantes del mundo (después de India) y es conocido el gran desplazamiento de su fuerza laboral a países como Estados Unidos y Canadá.
Aunque la mayoría son trabajadores no calificados, en los últimos años se ha incrementado también la presencia de académicos e investigadores. México es así el país latinoamericano con mayor fuga de cerebros.
Los mexicanos que alcanzaron el grado de maestría o doctorado pasaron de 354 mil en el año 2000 a más de un millón en el 2015. Lamentablemente, por falta de presupuesto y oportunidades de desarrollo en áreas de investigación y educación, muchos se han ido del país. México tiene el primer lugar en América Latina y el sexto a nivel mundial en envío de personas calificadas a países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Tan sólo a nivel de posgrado en la última década 13.5 por ciento del total emigró a Estados Unidos, según datos de la investigadora Luciana Gandini de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
¿Dónde están los demás? ¿Se quedan en México? ¿Van a otros países? Aunque con algunas dificultades por el idioma, el choque cultural o el sistema de trabajo, algunos de estos talentos mexicanos han encontrado un espacio importante (e incluso recursos económicos) en proyectos de ciencia y tecnología, en Japón.
Especialistas como Gandini, consideran que la fuga de cerebros es una pérdida: se invierte en la educación de investigadores que se ven obligados a buscar otros espacios, dejando el subdesarrollo y atraso de sus propios países.
Por otro lado, la ganancia es que estos trabajadores altamente calificados pueden enviar remesas, retornar con grandes habilidades o insertarse en redes globales de desarrollo científico y tecnológico.
Especial/ COMUNICKANDA