Para quienes nunca han ido a una función de lucha libre, lo que a continuación les contaré les parecerá un poco extraño dado los tiempos en donde la libertad para expresarse cada vez va siendo más limitada.
Y no es que en el deporte espectáculo del pancracio haya un libertinaje, sino una libertad o una atmósfera que crea una catársis entre quienes se dan de costalazos en la lona y el público.
Aunque para muchos el deporte más popular en México es el futbol, para otros la lucha libre es el más cultural y emblemático en nuestro país.
Y si no me lo creen, los invito a que vayan a una función, ya sea en un escenario como la Arena México o cualquier arenita de barrio y encontrarán algo que no hallarán en ningún otro lugar, me refiero a la libertad de gritar y desahogarse en contra de quienes representan la maldad, o sea, los rudos o si simpatiza con el bando de los rufianes, puede hacerlo contra los científicos…nadie se molestará por ello.
Decía el inolvidable “Can de Nochistlán” el Perro Aguayo: “Mientras más me mientan la madre más me enciendo y más espectáculo le doy a la gente. Sus mentadas quieren decir que estoy haciendo bien mi trabajo”.
O que me dicen del “Amo del escándalo” Sangre Chicana, quien con solo aparecer en el cuadrilátero hacía enardecer a los aficionados, quienes le decían cualquier cantidad de improperios y él, solo respondía con una risa burlona que levantaba hasta a las abuelitas fieles a las butacas de primera fila y de su boca salían sapos, lagartijas y alimañas.
Hace unos días vi cómo un árbitro de futbol de Primera División detuvo un partido para silenciar el llamado “grito homofóbico” de cuando un portero hace un saque de meta, los aficionados, muchos de ellos decidieron retirarse del estadio.
Acá, de este lado, en donde en el ring se representa el bien contra el mal, usted, estimado lector puede decirle al rudo lo que no es capaz de decirle a su tirano jefe del trabajo, o a su suegra, o a su peor enemigo, acá, la lucha libre es no solo libre en el encordado sino también en el graderío.
Hay un luchador lagunero llamado el Soberano Jr., y la porra ruda de Tepito ya lo agarró de encargo gritándole: “¡SOBERANO, SOBERANO, SOBERANO PENDEJO!”. Y la reacción del gladiador en lugar de ofenderse o tomar las cosas personales, se desquita contra el rudo haciendo magistrales vuelos desde la tercera cuerda hacia fuera ring.
Así que cuando tenga un grito atorado en el pecho, sea reprimido en casa o le caigan mal los rudos o los exóticos o los técnicos, lo esperamos por un arena de lucha libre, y si acaso se le ocurre gritare a la Pimpinela Escarlata: “¡Puto!”, es probable que le responda con un sensual beso desde la tarima.