Durango, Dgo.-
Aun cuando el alacrán es considerado uno de los animales más peligrosos por su mortal veneno, para los artesanos durangueses es el sello distintivo de cada uno de los trabajos que realizan.
Sin importar el tamaño o el grosor del objeto, todos los trabajos artesanales se han distinguido por tener como huella este tipo de arácnido, que puede ser verdadero o tallado en madera, según lo prefiera el visitante.
El mercado “Gómez Palacio”, ubicado a unas cuadras de la Catedral, se ha convertido en paso obligado para los amantes de las artesanías o para quienes simplemente buscan un auténtico recuerdo de la entidad, que es conocida como la tierra del alacrán.
Llaveros, portarretratos, fundas para botella, relojes de pared, portadas de libreta, cinturones, bases de lámparas, son parte de la infinidad de piezas que se crean a diario en este lugar, donde la mayoría de los artesanos aprende el oficio de manera empírica.
Recorrer los pasillos de este sombrío mercado, que cuenta con 200 años de tradición, se convierte en toda una aventura visual, gracias a las decenas de objetos que hay para admirar y a los mismos artesanos, quienes en sus locales trabajan sus materiales de venta.
En algunos de los puestos, estas personas invitan discretamente a los visitantes a ver sus técnicas de trabajo con el cuero, a la espera de que los diseños con impresionantes alacranes reales los atrapen.
Los modelos pueden ser variados en su tamaño y forma, al igual que los alacranes, ya que los más pequeños, que llegan a medir dos centímetros, son utilizados en la elaboración de hebillas y fondos de cenicero, mientras que los más grandes en ocasiones son colocados en centros de mesa.
Estos animales son traídos de la sierra y al llegar a las manos de los artesanos duranguenses son depositados en contenedores con alcohol; posteriormente los mandan a encapsular con vidrio, para colocarlos en los diferentes artículos.
Así, día a día esta gente sigue labrando su historia en este tradicional mercado, en el que los olores a comida, plantas medicinales, cerrajería y frutas también convergen en su interior.
Caminar por los largos pasillos de este mercado es remontarse a decenas de historias forjadas por cada uno de los artesanos que han hecho del alacrán el sello que distingue sus piezas y que da identidad a su estado.
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