México, D.F.-
Un estudio elaborado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en cinco escuelas del Distrito Federal y otras cinco en el Estado de México revela que las agresiones continuas de bullying puede ocasionar una dependencia entre el maltratador y la víctima.
El estudio denominado Acoso Escolar Bullying, Diagnóstico Médico-Legal, establece que en los casos de bullying existen tres actores que son el agresor, la víctima y el espectador, que además contribuyen a que esa conducta permanezca.
Los expertos aseguran que ambos terminan necesitándose, pues la víctima siente que sola no es nadie, y el maltratador que es alguien a través de la dominación que ejerce. La situación de dependencia es tal que el agredido termina disculpando al maltratador.
Por ello, el investigador de la UNAM Pedro Pablo Carmona Sánchez recomienda detectar de forma temprana el fenómeno con el fin de implementar una reeducación y rehabilitación en cada uno de los actores implicados en el acoso escolar o bullying.
Carmona Sánchez explica que los agresores establecen las reglas del juego y en el caso de las víctimas pueden ser activas o pasivas. La primera se considera aquella persona cuya actitud o comportamiento provoca a los que la rodean.
El experto agrega que las víctimas activas suelen ser fuertes, firmes y seguros de sí mismos. Tienden a provocar o molestar hasta que son víctimas de represalias.
En general este tipo de víctima se defiende pero con poca eficacia, valor o fuerza, asimismo pueden tener alguna discapacidad intelectual o en habilidades sociales o escolares, y se distinguen por ser personas extrovertidas y brillantes académicamente.
En cambio, la víctima pasiva es el tipo más común en el acoso escolar o bullying, ya que son personas tranquilas que rechazan el uso de la violencia y la imposición, muestran timidez e introversión y en general no se meten con nadie.
El investigador refiere que es común que este tipo de víctimas sean personas sensibles que lloran con facilidad, tienen pocos o ningún amigo y se ven débiles físicamente, lo que los convierte en presas fáciles para cualquier compañero que trate de imponer su ley.
Y los espectadores son los propios compañeros del acosador y de la víctima, los profesores, directivos y sociedad en general cuando funge como público en el llamado cyberbullying, detalla el experto en un comunicado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Cabe señalar que los familiares o criadores tanto de los agresores como de las víctimas se convierten en observadores pasivos, ya que por desconocimiento de los hechos también son partícipes, añadió.
Agregó que los principales síntomas clínicos en las víctimas pueden ser desde dolores de espalda, articulaciones y cabeza, insomnio, irritabilidad, tristeza, ánimo deprimido y ganas de llorar sin motivo aparente, hasta ansiedad y angustia.
Las pupilas se dilatan, se produce una movilización de los ácidos grasos e incremento de lípidos en la sangre, aumenta la coagulación y se incrementa el rendimiento cardíaco con hipertensión arterial, entre otros efectos.
Los acosadores se identifican fácil porque toman decisiones sin consultar a los otros, utilizan el argumento de su lógica y su razón para imponer ideas, y en ocasiones gritan sin control para conseguir obediencia.
Además manipulan a través de las emociones para generar dudas en el otro sobre sí mismo; descalifican y desprestigian; intentan generar lástima mediante su comportamiento; se arrepienten y, luego de la agresión, intentan justificarse.
Carmona Sánchez llamó a autoridades, familia y sociedad en general a asumir una responsabilidad compartida con el fin de atender y erradicar esta problemática.
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