México / Dic. 30
La costumbre de comer uvas al sonar las 12 campanadas que anuncian el fin del año viejo y la entrada del nuevo, y así poder alcanzar prosperidad y suerte para los siguientes 365 días venideros, cumplirá 100 años de vida, tras remontarse su origen en los viñedos alicantinos.
Si bien el fruto es muy rico y de temporada, la historia de comer 12 piezas no se remonta a los actos religiosos, sino económicos, cuando en 1909 los vitivinicultores españoles tuvieron un excedente de uvas que necesitaban colocar en el mercado.
Tras ese excedente, los empresarios rodearon de misticismo esta idea e impulsaron mitos para sostener su economía, y aún en el tercer milenio, muchos individuos siguen esta tendencia de superstición, misticismo y enajenamiento, según explican los historiadores.
No obstante, la tradición de comer uvas para la buena suerte, a México no fue traída por los conquistadores españoles. Su origen se encuentra en Asia, donde fue cultivada desde el año 3500 antes de Cristo, en la región del Mar Caspio.
Se trata de uno de los alimentos míticos de los países mediterráneos que primeramente llegó a Fenicia, alcanzó Grecia, llegó a Italia y luego al sur de Francia.
No se tiene la certificación de por qué 12 uvas; algunos las relacionan con las 12 campanadas, otros con los doce meses del año, pero lo que es innegable es que este fruto se ha utilizado como un elemento de la cábala en la que el hombre ha caído y depositado su energía y, muy rigurosamente, hasta su fe.
Hoy, señalan los expertos, el consumo masivo del fruto ha sido incrementado debido a esas creencias, los costos se acrecientan de forma impredecible y la gente hace todo un esfuerzo porque en la noche del 31 de diciembre existan las “uvas de la buena suerte”.
Alrededor de toda esta creencia no existe un verdadero sentido religioso en donde se agradezca a Dios que se ha terminado un ciclo más de la vida que le ha dado al hombre. Un año nuevo no solo es la reiniciación del período de tiempo que tarda la Tierra en orbitar una vuelta alrededor del Sol, sino también una fecha que, desde hace siglos, se consideraba mágica para recomponer el destino mediante una serie de cábalas que han ido aumentando en el imaginario popular.
Se calcula que hace más de cuatro mil años, los babilonios fueron los primeros en convertir el año nuevo en un ciclo festivo que duraba 11 días. Se celebraba al comienzo de la Primavera con la idea de revivir los sueños, como la vegetación en todo su esplendor. Sigue. Dos. esplendor Por su parte, los egipcios celebraban el fin del año con el comienzo de la crecida del río Nilo y las tareas encaminadas a la preparación de las tierras para la siembra, por lo que esta fecha estaba rodeada de conjuros y augurios, teniendo en cuenta la importancia de la corriente fluvial y sus fluctuaciones.
Inicialmente, los romanos hacían coincidir la celebración del año nuevo con la llegada de la Primavera y lo festejaban el 25 de marzo. Su calendario comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre. El problema es que entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período de tiempo que no correspondía a ningún mes.
Posteriormente entre diciembre y marzo se añadieron dos nuevos meses, enero y febrero, pero fue el emperador Julio César quien cambió la fecha al primero de enero, primer día del mes dedicado al Dios Jano.
Otra de las principales cábalas asumidas a través de la historia del hombre es usar ropa interior de color amarillo o rojo según la intención o el deseo que se tenga para recibir el año nuevo.
Esta cábala proviene de China, Taiwán, Corea y Vietnam, donde se cree que las prendas de ropa interior amarillas y rojas contribuyen a la atracción de las buenas energías, o buena suerte como se conoce en Occidente.
A los chinos no les importa que, a la primera lavada se deshaga o decolore la prenda amarilla porque el objetivo es lucir sexy el primer minuto del año nuevo, realizar los pendientes que se dejaron y hacer realidad nuevos sueños.
De acuerdo con la literatura existente, en occidente se acostumbra usar ropa interior amarilla la noche de fin de año para asegurar felicidad y buenos momentos, con la variable de que es mejor usarla por el revés y cambiarla al derecho después de medianoche. Sus efectos benéficos son mayores si se trata de calzones regalados.
En tanto, la ropa interior roja tiene su origen, no es del todo cierto, en los tiempos de la Edad Media, cuando realmente casi todo estaba prohibido y sobre todo en las clases media y baja.
De hecho, en la antigüedad siempre se había relacionado el color rojo como el símbolo del demonio, la sangre y la brujería. Por esta relación incluso llegó a prohibirse la plantación y consumo de productos de color rojo como jitomates o pimientos, y el vestirse con indumentarias rojas.
En invierno cuando todo parece estar parado o muerto por las heladas, el color rojo, en la Edad Media, era un símbolo de sangre y de vida.
Pero como estaba prohibido y la gente creía que llevar un símbolo de vida traía buena suerte, en el momento que el sol empezaba su nacimiento dando señales de vida, optaron por llevar ropa interior de color rojo que no estuviese a la vista, quedando de esa forma la tradición viva hasta nuestros días.
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