Con el Concierto de Año Nuevo arranca la era del maestro Eduardo Díazmuñoz como director general y artístico de la OSUANL.
Monterrey, N.L.-
Las sonoras fanfarrias del inicio de la Obertura Festiva de Dimitri Shostakóvich anunciaron no sólo el arranque de un nuevo año en la que la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León arranca la celebración a sus 60 años en febrero de 2020, sino también un nueva etapa histórica bajo la dirección general y artística del reconocido maestro Eduardo Díazmuñoz.
El público asistente al Teatro Universitario, ubicado en la Unidad Mederos, disfrutó de una música para la felicidad, para el entusiasmo y la celebración con un deslumbrante repertorio de obras maestras de distintas facetas, en el llamado Concierto de Año Nuevo 2019.
Esa felicidad no sólo se exhibió en la música sino en el oficio de Díazmuñoz, en el empleo de la batuta, en las indicaciones de entrada de los instrumentos y en la forma de comunicarse con sus músicos. Siempre con una sonrisa en el rostro, una nueva personalidad que sabe proyectar, sin duda alguna, que vislumbra grandes expectativas sobre un entendimiento con sus músicos.
Si bien el esplendor de los coros de las trompetas, trombones y trompas, celebraban un aniversario de la Revolución de Octubre, fueron un digno marco para rememorar las seis décadas de existencia del ensamble universitario, que seguidamente, se adentró en los ritmos y armonías característicos del folclore de Bohemia y República Checa, al interpretar tres Danzas Eslavas del grupo de ocho piezas de la serie Opus. 46, en donde Antonin Dvorak imprime un lenguaje romántico más avanzado.
El público apreció la No. 1 en Do mayor y la No. 8 en Sol menor, basadas en una danza bohemia, rápida y veloz con frecuentes cambios de acentuación; así como la No. 3 en La bemol mayor, inspirada en una polka bajo un tempo rápido.
Tras la interpretación de estas obras de influencia nacionalista, unas de las más importantes del repertorio de Dvorak, el ensamble universitario lució en un género alegre y ligero como lo es la obertura El murciélago de Johann Strauss hijo, una brillante fantasía orquestal. El humor e ingenio rebosante del austriaco, dieron paso a otra de sus obras maestras para saludar el año, Por el bello Danubio azul, uno de los valses más célebre de todos los tiempos.
Siguiendo con estos entusiastas acordes, los fulgores y expresiones de triunfo resonaron en el escenario con la música que Carlos Jiménez Mabarak escribiera para los Juegos Olímpicos de México 1968. Con las fanfarrias que acompañaron las ceremonias de premiación a los medallistas, con un minuto de duración, “es pequeñita”, aclaró Díazmuñoz, se llegó al intermedio del concierto.
Al levantarse el telón, los músicos, bajo la batuta de Díazmuñoz, interpretaron la jovial y muy fresca Obertura festiva Op. 21 de Rodolfo Halffter; seguida del Vals poético de Felipe Villanueva Gutiérrez, una pieza con la esencia del alma y espíritu del nacionalismo musical mexicano del siglo XIX donde destacó la chelista Temenuzhka Ostreva.
El ensamble continuó con la segunda suite orquestal de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, con una nutrida orquestación al servicio de un ideal sonoro que evoca la guitarra y su espectacular danza final.
Luego de la pieza alegre y de gran espíritu como lo es la Polka Tritsch Tratsch de Johann Strauss hijo, la velada concluyó con una obra de la expresión del nacionalismo austriaco compuesta por su progenitor Johann Strauss padre, la Marcha Radetzky, pieza con la que se acostumbra cerrar también el Concierto de Año Nuevo de Viena, donde Díazmuñoz hizo participar al público siguiendo el ritmo con las palmas de la mano.
Y como “regalo”, luego que los aplausos lo obligaron a regresar al escenario, el ensamble ofreció de encore la Danza húngara No. 5 de Brahms.
Al final, los músicos no sólo mostraron su satisfacción con el tradicional zapateado sobre el escenario mientras Díazmuñoz recibía el aplauso del público, sino al hacer una fila tras bambalinas para saludarlo, abrazarlo y felicitarlo en un gesto cordial de bienvenida.
El rector Rogelio Garza Rivera, acompañado del secretario de Extensión y Cultura, Celso José Garza Acuña, le hizo entrega de una camisa blanca con el logo de la “U” que contento recibió el director asegurando ya ser tigre. Incluso, firmó autógrafos en el programa de mano a jóvenes estudiantes de música entusiasmados por la experiencia emocional del programa interpretado por el ensamble.
Después el director sería agasajado con una cena ofrecida por los integrantes del Patronato.
Este primer concierto de Díazmuñoz abre nuevas expectativas y retos con un ensamble que ciertamente tiene un nivel; atraer otros públicos que comiencen a degustar la música y a asistir a los conciertos, al melómano con o sin conocimientos musicales, al profesional y al estudiante; en fin, un abanico de posibilidades.