México, D.F.-
Incluso la persona más neófita en la cocina sabe qué características debe tener el jitomate a la hora de comprarlo: que tenga buen color, que no esté aguado o que no tenga manchas o magulladuras. Prácticamente no hay platillo de cualquier cocina en el mundo que no incluya unos cuantos para preparar la comida día a día.
De ahí la importancia de obtener su mapa genético o genoma. Se trata del fruto más difundido y consumido en el mundo, el de mayor valor económico y el de mayor mercado.
Se calcula que hay alrededor de 7 mil 500 variedades.
Con la publicación del genoma del jitomate (Solanum lycopersicum) este 31 de mayo en la revista Nature, científicos de 14 países -entre los cuales desafortunadamente no se encuentra México- dan pasos importantes para que, a mediano plazo, el agricultor pueda mejorar sus características, producción y calidad, mediante su base genética.
Sólo después de la papa, el jitomate (o tomate rojo) es la hortaliza más consumida en el mundo. Junto con el maíz, el arroz y la planta Arabidopsis es uno de los mejor caracterizados desde el punto de vista genético, por lo cual se le considera como “el modelo genético”.
“Es fuente de vitaminas y antioxidante en la dieta occidental”, señala a EL UNIVERSAL Antonio Granell Richart, del Instituto de Biologia Molecular y Celular de Plantas de la Universidad Politécnica de Valencia.
El catedrático español y coautor del artículo señala que el jitomate es el modelo ideal para el estudio del desarrollo y maduración los frutos carnosos, y ha sido clave en la elucidación de muchos procesos básicos como la regulación de la maduración de frutos climatéricos o la identificación de genes de resistencia a enfermedades.
Los resultados fueron obtenidos por investigadores de Argentina, Bélgica, Corea, China, España, EU, Francia, Japón, Holanda, India, Israel, Italia y Reino Unido, que integran el Consorcio Internacional del Genoma del Tomate y que desde 2004 iniciaron su desciframiento.
El jitomate tiene 35 mil genes distribuidos en 12 cromosomas, mientras que los humanos tenemos 23 mil genes en 23 pares de cromosomas. Este alimento ancestral originario de México y Perú, que llegó a Europa gracias a los cultivos mesoamericanos, tiene enorme importancia no sólo agrícola sino industrial y cultural. Es un cultivo adaptado a diferentes condiciones ambientales, desde la tropical hasta la desértica, por lo cual es un alimento importante, una planta ornamental e incluso una planta medicinal.
Los resultados publicados en Nature proporcionan información sobre características que comparte el jitomate con otros frutos, como las fresas, manzanas, melones, plátanos y otras frutas carnosas. “La secuencia del genoma del tomate tiene una gran importancia, ya que nos permitirá acelerar y abaratar los costes de los programas de mejora y de las investigaciones encaminadas a identificar la función de cada uno de los más de 35 mil genes del tomate”, afirma Granell Richart.
Los genes de mayor interés para los científicos son los que contribuyen a hacer un tomate de calidad, y una planta capaz de resistir los estreses ambientales y el ataque de patógenos. “Viene a ser como un mapa de alta resolución en el que aún no sabemos el significado de todo lo que vemos en el mapa, pero que nos puede servir de guía para averiguarlo”, dice Granell.
Los investigadores analizaron el genoma de un jitomate de alta calidad y muy comercial, Heinz 1706, pero también secuenciaron el genoma de una variedad silvestre, y observaron que entre los dos genomas sólo hay una diferencia de 0.6%. También lo compararon con el genoma de la papa y con ella hay una diferencia genética de 8%.
Los científicos esperan obtener más información de la genómica comparada, como señala Giovanni Giuliano, director del Laboratorio de Biotecnología Verde de la Agencia Italiana para Nuevas Tecnologías: se trata de un modelo “estándar de oro”, pues este genoma permitirá hacer comparaciones con otras platas distantes o relacionadas, que nos permitirá entender qué genes se han conservado funcionalmente en todas las plantas y cuáles han variado.
“Podemos entender cómo ha obtenido esa increíble variación en forma, adaptación y composición química, usando esencialmente el mismo equipo de genes”, comenta Giuliano. “Al comparar el genoma con varios tomates de diversos tipos podremos desenredar la historia de la domesticación y obtener nuevas variedades más nutritivas, productivas y resistentes a los parásitos”.
Los investigadores han detectado puntos fundamentales para detectar los cambios que ha experimentado el jitomate desde su primera versión salvaje hasta la domesticación en Mesoamérica y el actual cultivo intensivo. Por ello, Giuliano señala los siguientes pasos de esta investigación: “Tenemos que hacer la descripción del genoma más detallada posible, y en segundo lugar, la secuencia del genoma ha revelado una gran cantidad de genes nuevos y necesitamos estudiar su función”.
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