México, D.F.-
Pese a que la iglesia católica no la ha canonizado, la gente la llama “Santa Muerte” y le rinde un culto con rezos desde mediados del siglo XX, pero, la veneración por la imagen esquelética tiene sus antecedentes en la época colonial, dijo la antropóloga Katia Perdigón Castañeda.
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), agregó que impartirá en el Museo Nacional del Virreinato el curso: “Historia, concepto, alegoría y religiosidad popular en torno a la muerte”, todos los jueves de noviembre.
Refirió que algunas ideas prehispánicas en torno a la muerte sobrevivieron a través de las crónicas de los españoles, entre ellas por fray Bernardino de Sahagún en su “Historia de las cosas de Nueva España”, éstas fueron matizadas por la propia cultura de los conquistadores; asimismo, los vestigios arqueológicos no son del todo suficientes para tener un parámetro real de lo que se opinaba al respecto en la antigua Mesoamérica, indicó.
Explicó que durante la Colonia, el trabajo evangelizador se enfocó en preparar a devotos y conversos para recibir una “buena muerte”. Este concepto, junto con el del fallecimiento como castigo por el pecado de Adán y Eva, y el del Juicio Final, dio pie a una rica iconografía plasmada en el arte virreinal.
Indicó que en esa época grandes esculturas con la imagen esquelética salían en procesión el Viernes Santo. De éstas, se conservan al menos tres en el país que son veneradas hasta el día de hoy: la Santa Muerte de Yanhuitlán, que es visitada en el ex convento dominico de esa localidad oaxaqueña; y las conocidas como San Bernardo y San Pascual Bailón, en Tepatepec, Hidalgo, y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, respectivamente.
Destacó que “en la época colonial, la Iglesia católica vio como una herejía esta veneración hacia la imagen esquelética de la muerte. De acuerdo con documentos inquisitoriales de los siglos XVII y XVIII que pude consultar, las represalias no iban dirigidas a la gente involucrada, sino a la acción en sí, incluso en 1797 se arrasó una capilla en el pueblo de San Luis de la Paz, donde se ejercía este culto”.
Ya en el siglo XIX, luego de la desamortización de los bienes de la Iglesia, que conllevó también la secularización de los panteones, apuntó la restauradora de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, los feligreses dejaron de comprender en buena parte el sentido católico de prepararse para el “bien morir”, y por ende de la imagen de la muerte.
“Así surgió una iconografía totalmente distinta, por ejemplo, las danzas macabras y la representación del Triunfo de la Muerte se convirtieron en otra cosa, de tal manera que son retomadas para realizar la burla política, esto lo comenzó el caricaturista Gabriel Vicente Gahona (‘Picheta’) en el sureste, y años más tarde lo hizo José Guadalupe Posada, con la imagen de La Catrina”.
Salvo la imagen del esqueleto en sí, Perdigón Castañeda advirtió que la actual religiosidad popular en torno a la Muerte, con sus características propias (un bricolaje de ideas, sincretismos y símbolos retomados lo mismo de la religión católica, la yoruba u otras), poco o nada tiene que ver con esa devoción virreinal.
Perdigón concluyó que esta devoción surgida en la región centro del país ha cruzado las fronteras sur y norte, e incluso el Océano Atlántico, pues en Europa su iconografía es retomada como un elemento kitsch, de manera que es imposible pronosticar su duración pues se ha reactualizado y reestructurado, de acuerdo con las necesidades del momento y los gustos de quienes profesan este tipo de creencias.
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