Cd. de México.-
Luego de cuatro años de investigaciones, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) revela el probable origen de 10 mil piezas, rocas y minerales provenientes de la colección lapidaria del Templo Mayor, pues con la ayuda de la arqueometría no sólo develaron los secretos geográficos y culturales de las mismas, sino que descubrieron nuevas reliquias que, previamente, no eran catalogadas como tal.
Los hallazgos fueron vaciados en “Estudios recientes en la lapidaria del Templo Mayor. Nuevas miradas desde la arqueometría y el estilo”, un libro que guarda los nuevos descubrimientos en torno a de 10 mil objetos de la colección lapidaria del Templo Mayor. La mayoría de las piezas proceden del Proyecto Templo Mayor y del Programa de Arqueología Urbana, creados desde 1978 y 1991, respectivamente.
Emiliano Melgar Tísoc, investigador del INAH, fue el encargado de coordinar el proyecto, que vio la luz en 2018. Conformado por la UNAM, las universidades de Guadalajara y Guanajuato, obtuvo el financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para llevar a cabo los trabajos de especialización que permitieron interpretar las piezas desde una nueva perspectiva que pusiera sobre la mesa aspectos como procedencia y elaboración de las piezas.
Durante la presentación del libro, Patricia Ledesma Bouchan, directora del Museo del Templo Mayor (MTM), expresó que los análisis se llevaron a cabo en los laboratorios especializados del INAH, la UNAM y la Universidad de Guanajuato, ya que para que la ciencia actual proporcione información que se desconocía es imprescindible “valerse de técnicas de primer nivel y saberlas utilizar de la forma más exhaustiva y eficiente posible”.
¿Qué técnicas utilizaron?
Fue por ello que, Melgar Tísoc y su equipo recurrieron por técnicas como la transformación de reflectancia, capaz de capturar la forma, textura y color de una imagen, proporcionado a las y los expertos pistas acerca de los materiales, las técnicas de manufactura con que fueron creadas. Esclarecer este tipo de datos no supone únicamente un conocimiento más profundo de las piezas, sino en el contexto en que fueron fabricadas: ahora cuentan con una visión más amplia acerca de las preferencias culturales por materias primas específicas.
Con el uso de rayos x, Melgar Tísoc explicó que realizaron modelos que permitieron mejorar los rasgos de manufactura de los objetos lapidarios. Esta tecnología también posibilitó la certificación de rocas y minerales como parte de las piezas arqueológicas, pertenecientes al periodo Clásico maya, pues el equipo de investigación demostró que contaban con la caracterización molecular que los acredita como objetos históricos.
“También pudimos identificar objetos teotihuacanos que no se tenían como tal, narigueras en forma de mariposa y placas trapezoidales, objetos geométricos que resultan muy difícil asociar a un estilo; así como piezas huastecas que no se tenían registrados aquí”, explicó el investigador del INAH.
Otras de las técnicas a las que se recurrió fue a mediciones matemáticas que demostraron que las personas que crearon figuras al estilo Mezcala, seguían una medida para que cada una de las piezas tuvieran una dimensión igual o semejantes, y no eran amorfas como se pensaba con anterioridad.
Pero todos estos hallazgos no sólo se encuentran plasmados en la obra “Estudios recientes en la lapidaria del Templo Mayor”, también tendrás la oportunidad de conocerlos en la exhibición “Tlateccáyotl. Los artistas de las piedras preciosas”, que abrirá sus puertas el próximo miércoles 25 de mayo, hasta el domingo 18 de septiembre, en las instalaciones del MTM.