Monterrey, N.L.- “La escritura es una navegación, la escritura es un viaje sin rumbo no muy conocido, de preferencia nocturna; las metáforas líquidas nos llevan a eso, a pensar en un viaje, en un destino fluido”, expresó el escritor y periodista Juan Villoro ayer por la tarde ante un grupo de estudiantes de literatura del Tecnológico de Monterrey.
Invitado por el programa Pasión por la Lectura, el autor de “El Testigo” , recordó anécdotas de la infancia, su introducción a la literatura, habló sobre los elementos constantes en su obra y compartió experiencias que a la postre convertiría en historias.
Al iniciar el encuentro, Pablo Sol, maestro de literatura del ITESM, Campus Monterrey, hizo un recuento sobre la obra de Villoro y destacó que una temática constante en su trabajo es la lluvia y citó varios ejemplos como “Conferencia sobre la lluvia ” y “Llamadas de Amsterdam”.
“Si uno ve los títulos de las obras de Juan Villoro ve como en el libro de cuentos ‘La noche navegable’, ‘Albercas’, ‘Las palmeras de la brisa rápida’; todas las cosas que nos remiten al agua. Y luego, en el otro extremo de tu obra, lo más reciente tenemos cosas como “Conferencia sobre la lluvia”, como “Arrecife” que es una mezcla rara de lo sólido y lo líquido; el agua y la tierra.
“En fin, es algo que se repite tantas veces que no parece como casualidad. A tus personajes centrales, a tus protagonistas, siempre en un momento clave, o les llueve, o beben agua; pienso por ejemplo en el final de ‘Llamadas de Amsterdam’ que es extraordinario, que el personaje está hablando desde un teléfono público y le llueve; en la propia ‘Conferencia sobre la lluvia’ -que de eso trata- hay una didascalia que se repite obsesivamente que es ‘bebe agua’ y la última línea en ‘El Testigo’”, observó Pablo Sol.
El escritor celebró la interpretación que hizo el profesor de literatura sobre su obra, pues dijo que era muy acertada, aunque en el momento de escribir no lo había hecho deliberadamente.
“Pablo Sol, quién muchas veces me ha beneficiado con sus interpretaciones, una vez más me acaba de sorprender, porque realmente cuando un crítico de la altura de Pablo, lee los libros de un autor, entiende muchas cosas que el propio autor no ha formulado, al menos no de manera consciente.
“Yo he escrito sobre otros autores la última vez que estuve aquí, pues reflexioné sobre la segunda parte de ‘El Quijote’ y cuando uno trata a otros autores, los ve con esa objetividad que permite la distancia para tratar de desmontar lo que ellos han hecho, pero es muy difícil que uno se vea a sí mismo de una manera tan elocuente y tan precisa”, manifestó el Premio Internacional de Periodismo Rey de España (2010).
Explicó que este uso de manera inconsciente sobre los elementos del agua y tierra, sobre todo del primero, se debe a que cuando era niño, estuvo a punto de ahogarse en el mar de Veracruz, episodio que lo marcó definitivamente.
“Pienso en una escena en Veracruz, pues yo tengo familiares en el puerto y yo iba ahí todas las vacaciones. Cuando yo tenía unos seis o siete años, ignoraba que la marea subía y bajaba; y en la playa había una red que contenía a los tiburones y uno podía nadar seguro antes de llegar a esa red y en la mañana con mis primos fuimos a esa zona, cuando estaba la marea baja.
Relató que por la tarde regresaron a ese mismo lugar, acompañado de su madre y otros niños en una lancha. Como se sintió muy confiado porque ya había estado horas antes, quiso mostrarles a sus amigos que ya sabía nadar y se lanzó al agua sin saber que la marea había subido.
“No toqué fondo y estaba cerca de la red de los tiburones. Fue un momento tremendo porque mi mamá no pudo ir por mí, porque estaba con los demás niños en la lancha y corría el riesgo de que se volcara, por lo que empezó a gritar ‘¡auxilio!’, ‘¡socorro!’ como en las películas y unos lancheros se lanzaron sobre mí.
“Recuerdo ese momento muy extraño, como un momento de cercanía de la muerte y de rara tranquilidad. Yo estaba bajo el agua con los ojos abiertos veía todo verde, verde, y empecé a rezar un Padre Nuestro con mucha serenidad, porque yo decía: ni modo esto se acabó, y de ahí me rescataron y me llevaron a la playa”.
Recordó también otra experiencia relacionada con el agua cuando era niño y estudiaba en el Colegio Alemán, que en sus instalaciones tenía una alberca olímpica.
“Había una alberca olímpica en el colegio y al final del curso -no recuerdo si tenía seis, siete u ocho años- teníamos que lanzarnos de una plataforma de 10 metros y era una prueba que teníamos que pasar. Si se lanzaban de clavado, obtenían 10 de calificación, si lo hacían de pie obtenían seis, y si no, reprobaba”, mencionó el escritor.
Comentó que esta prueba fue traumática para la mayoría de sus compañeros, por lo que considera que es otro recuerdo non grato asociado con el agua.
¿En primera o en tercera persona?
Una de las estudiantes que asistieron a la charla le preguntó a Juan Villoro por qué en “El Testigo” había recurrido a la tercera persona gramatical, si podía haber empleado la primera persona.
“Uno siempre tiene que tomar decisiones sobre las personas gramaticales. Hace poco estuve en la UNAM en México y recibí la pregunta que era contraria: me decían: ‘hemos estado leyendo textos tuyos en primera persona, leímos Los cuentos de los culpables, la novela Arrecife que está en primera persona, te leemos primera persona en la prensa, etcétera, ¿por qué no podrías escribir estas historias en tercera persona?
“La tercera persona tiene ciertas virtudes obvias y ciertos desafíos. Una de las características de la tercera persona es que te distancia de los hechos; es decir, no es tan próximo como decir: yo viví, yo sufrí, sentí, soñé, todo en primera persona” .
Mencionó que cuando tomó un taller con Augusto Monterroso, les recomendó que evitaran el uso de la primera persona, pues argumentó que de esa manera era muy fácil chantajear al lector, por lo que recomendaba que usaran de preferencia la tercera persona.
“Pienso que la tercera persona en efecto, nos distancia pero también, te permite psicológicamente algo muy interesante: precisamente como el personaje no eres tú, sino es otro, entonces de pronto a él le puedes atribuir muchas cosas que tú no te atreves a decir en primera persona.
“Ocurre un poco como la fiestas de disfraces, o como en el carnaval, el carnaval de Venecia permite que mucha gente se ponga máscaras y se empiece a relacionar como si fueran otras personas; y lo sorprendente de esto es que la mayoría de la gente, al tener la oportunidad de ser otra persona decimos lo que queremos decir nosotros, pero no nos atrevemos a decir”, subrayó.
Señaló que de esta manera lo aplicó a su novela “El Testigo”, pues el personaje Julio Valdivieso, tiene sus iniciales y otros guiños que el lector va encontrando si observa detenidamente este libro.
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