Monterrey, NL.-
Sor Juana Inés de la Cruz visibilizó la escritura femenina en la época del Virreinato pese a que la vida monacal era reducida para las mujeres en las lecciones pías, las oraciones continuas y las operaciones de manos para evitar la ociosidad y ocupar la mente.
La escritora Margo Glantz, recién galardonada con el Premio Nuevo León Alfonso Reyes dictó la conferencia “La Conquista de la Escritura” , en el Museo de Historia Mexicana la noche de ayer.
“Si se toma al pie de la letra las indicaciones de Fray Luis de León, puede decirse que para la mujer, no debería existir diferencia entre la casa y el convento, y que en suma, en ambos sitios se le exige un voto de clausura y de silencio.
“El relato colectivo de las monjas anónimas que hacen la crónica de las fundaciones del Convento de la Encarnación en la Ciudad de México, explica como el núcleo primordial de esta institución fue un grupo de mujeres en retiro´ en su propia casa dedicada a un continuo ejercicio que incluía entre sus prácticas las lecciones pías , las oraciones continuas y las operaciones de manos que daban descanso a la cabeza sin dar entrada a la ociosidad y sobradas conversaciones”, señaló.
Mencionó que la propia Sor Juana Inés de la Cruz se refería a las operaciones de manos como esas habilidades de labores y costuras que realizan las mujeres, pero también existía la escritura, como trabajo manual.
“Otro ejercicio de manos está la escritura ; a diferencia del bordado, el deshilado, o las labores de manos propiamente femeninas, catalogadas como actividades lícitas y normales, la producción de la escritura femenina es ambigua en esa época y sufre los vaivenes que le impone el dictamen de los confesores.
“Es una actividad sospechosa y vigilada, por lo que pude volverse intermitente y a veces desaparecer” , indicó Glantz.
Añadió que si las monjas declaraban que escribían por orden de su confesor, cumplían con el voto de obediencia y que junto con el de clausura , castidad y pobreza, era jurado por ellas al entrar al convento.
“Al mismo tiempo hay que advertir que cuando las monjas avisan que han sido constreñidas de escribir, se hacen tributarias de una retórica a la moda, dan cuenta de un mandato, de un dictamen de los confesores.
“Regla de entrada, la importancia que la sociedad patriarcal otorga a las mujeres, al tiempo que pretende mantenerlas en el lugar que les ha sido asignado”, apuntó la escritora.